Madrid, 11 de enero de 2017
Arranca el año y los adultos nos cargamos de buenos propósitos. Aprender a bailar, mejorar el inglés, programar más actividades con nuestros hijos* Pero antes de precipitarnos, podemos tomarnos un tiempo para cuestionarnos realmente cual es nuestro objetivo a conseguir.
Pararnos a reflexionar hará que las decisiones tomadas sean más realistas que si nos dejamos llevar y nos exigimos demasiado. De esta forma podremos disfrutar más de lo que hayamos elegido y también obtener mayores beneficios.
Antes de inscribirnos en clases de árabe o de buscar por Wallapop nuestra raqueta de pádel para pasar más tiempo con los amigos, la pregunta clave que nos debemos hacer es ¿qué es lo que estoy buscando?
Porqué no empezamos a plantea esta cuestión en las áreas más importantes de nuestra vida:
· La familia: satisfechos con ella o no esta no se puede cambiar. ¿Pero hemos de hacer siempre lo que esperan de nosotros? ¿O podemos marcar algún límite? Decir no siempre es incómodo y nos genera sentimientos de culpabilidad y más cuando es alguien querido.
· La pareja: pasamos la mayor parte de nuestro tiempo sumidos en las tareas cotidianas no prestando la atención que se merece nuestro compañero ni nosotros mismos dentro de la pareja. Buscar ese tiempo para disfrutar juntos es algo que nos podemos proponer y mejorar así el vínculo emocional, la complicidad y el proyecto de vida juntos. Pero otras veces el planteamiento ha de ser en la dirección contraría ¿porqué sigo aquí? La misma rutina hace que no veamos la poca conexión e insatisfacción que tenemos. Y no nos cuestionamos el final de una relación que ya no va a ninguna parte.
· Los amigos: envueltos en tanta vida social nos es difícil cuestionarnos la satisfacción que se obtiene de tanta actividad. ¿Es viable las relaciones a menor dosis? ¿Somos peores amigos por eso?
· El trabajo: trabajar es necesario pero no siempre volcarnos en exceso nos conlleva mejoras. Saber desvincularnos de los problemas laborales, no hacerlos nuestro, es fundamental. Pero cuando la situación se torna insoportable, barajar un cambio puede ser la mejor alternativa.
· Nuestro propio cuerpo: ¿Queremos ir al gimnasio? Perfecto pero de manera coherente y con metas que podamos realizar. Si no nos gusta demasiado hacer deporte, pretender ir todos los días será, a todas luces, algo que no cumplamos. Ser realista, proponer cosas asequibles a nuestras posibilidades y a nuestros gustos, será la clave para mantener nuestro objetivo.
Y ANTE TODO*Vivir el presente. No todos son objetivos ni metas a largo plazo. Pretender abarcar más de lo que se puede nos lleva a la frustración. El amplio abanico de posibilidades sobre qué hacer nos proporciona más descontento que felicidad. Hace que nos fijemos en lo que no hemos hecho más que en lo que hemos disfrutado.
Todas estas cuestiones pueden hacernos tomar un camino mejor ante el año que tenemos delante. Pero además, ser flexible y pensar que en cualquier momento podemos cambiar de opinión y tomar otro rumbo. Esto nos dará tranquilidad a la hora de elegir.
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