EDIZIONES, 27 Sep.
Muchas veces vamos tan atareados y tan sumidos en nuestro propio mundo que hasta los actos más cotidianos y más repetitivos los hacemos mal. Como por ejemplo, el de quitar la llave del contacto cuando vas a salir del coche. Es algo que se hace sin pensar, automáticamente: paras el coche, pones el freno de mano, te quitas el cinturón de seguridad y sacas las llaves del contacto para salir. Pero a veces te saltas estos gestos tan automatizados por estar pensando en otras cosas o simplemente porque tienes prisa.
Algo así le pasó a esta mujer. Se fue al campo con su todoterreno y cuando fue a entrar de nuevo en él, se dio cuenta de que tenía las llaves en el interior. En esa situación, a cualquiera se le pasan varias cosas por la cabeza: “¡No me lo puedo creer!” Es lo primero, y acto seguido es “¿Y ahora qué hago?” Por último es cuando se empieza a buscar distintas soluciones para poder entrar en el coche... Eso fue lo que hizo esta mujer, pensar soluciones.
El razonamiento para lo que veréis a continuación puede ser, perfectamente, este: “Estoy en el campo, sin nadie que me pueda ayudar. La copia de la llave, por supuesto, no la tengo, y a ver cómo explico a un mecánico que venga hasta aquí para que me abra la puerta... ¡Ya sé!, cojo un martillo y rompo la ventana”.
Dicho y hecho: comenzó a dar martillazos a la ventana de su todoterreno, pero no conseguía romperlo. Uno, dos, tres golpes...Nada. Hasta que de repente una idea peregrina, extraña, remota, se le pasa por la cabeza: intentar abrir el coche accionando el tirador, como si estuviera abierto...
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¿No es lo primero que se debe comprobar antes de empezar a dar golpes de martillo? ¿Por qué no hizo eso lo primero? A veces, las acciones del ser humano no tienen explicación lógica...
