Actualizado 31/07/2018 19:08

La escalada de violencia en Nicaragua paraliza los proyectos de ONG españolas

Protestas en Nicaragua
REUTERS / OSWALDO RIVAS

   "Si Ortega sigue cercando a las organizaciones, habrá una estampida", alerta Yerling Aguilera, activista nicaragüense de derechos humanos

   MADRID, 31 Jul. (EUROPA PRESS) -

   La represión policial y de las fuerzas afines al Gobierno de Nicaragua contra la población civil, condenada por varias organizaciones internacionales, que se ha saldado ya con la muerte de más de 450 personas, cerca de 2.000 heridos y cientos de desaparecidos, ha obligado a más de un centenar de ONG y fundaciones españolas a paralizar sus proyectos en este país.

   Así lo asegura a Europa Press el presidente de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo en España, Andrés Amayuelas, que señala que la decisión de interrumpir su labor "no es voluntaria, sino que obedece a una cuestión de seguridad". Si bien señala que no se ha registrado "ningún incidente grave" contra el personal español que trabaja en Nicaragua, si apunta que la Embajada española en aquel país ha pedido a las ONG un "perfil bajo".

   "Muchas organizaciones han pedido a sus cooperantes que regresen a España, en la medida de lo posible", apunta Amayuelas, que alerta de que, según pasan los días, "la situación es más peligrosa". "La gente tiene miedo de salir a la calle, que la secuestren o den un balazo", subraya el presidente de la Coordinadora sobre los voluntarios y personal español en Nicaragua, uno de los países que históricamente cuenta con mayor presencia de ONGD españolas.

   La activista nicaragüense de derechos humanos Yerling Aguilera, que se encuentra en España para pedir apoyos institucionales contra la "violencia política" del Ejecutivo de Daniel Ortega, advierte en declaraciones a Europa Press de la "persecución enorme" por parte del mandatario nicaragüense a las organizaciones extranjeras y sus contrapartes que se dedican a la defensa de los derechos y a la atención a la población más vulnerable del país.

   "Si el Gobierno nicaragüense sigue cercando la labor de las ONG, va a haber una estampida y se van a cerrar los proyectos que están dirigidos a la asistencia de los más necesitados", alerta esta activista, que sostiene que este "cerco" se materializa con amenazas de muerte al personal de las entidades, coacciones o allanamiento de sus oficinas, entre otras actuaciones.

   Aguilera, que en su segundo viaje a España espera convencer a los grupos políticos de izquierdas para que abandonen la "equidistancia" ante la "represión" que, según alerta, ejerce el Gobierno de Nicaragua contra la población, también defiende que los fondos para cooperación procedentes de otros países "deberían congelarse temporalmente" ante la "dudosa forma en que los utiliza el Ejecutivo de Ortega". "Usan vehículos de la cooperación para desplegar fuerzas paramilitares para reprimir a los manifestantes y opositores", pone como ejemplo.

DORMIR CON DISPAROS DE FONDO

   Teresa (nombre ficticio), voluntaria española en uno de los proyectos educativos en Nicaragua de una ONG socia de Entreculturas, califica de "pesadilla" lo vivido desde el 18 abril, momento en que comenzaron las protestas estudiantiles contra las reformas económicas del Ejecutivo nicaragüense. A partir de ese día, durante tres meses, ha dormido con el sonido de los disparos de fondo.

   "La mayoría de los voluntarios extranjeros que conocí y que trabajaban para otras ONG se marcharon a las dos semanas de estallar todo", apunta Teresa, que sostiene que ella, en Ciudad Sandino (departamento de Managua), estaba mucho más segura que otra española de la misma organización que vivía en Masaya, el epicentro de la violencia.

   "Yo he podido trabajar en los colegios hasta una semana antes de volver a España", afirma esta trabajadora social, cuya labor en Nicaragua ha consistido en crear 'comisiones estudiantiles' de alumnos de entre 13 y 16 años con los que trabajaba en temas de convivencia y valores, pero con los que también debatía sobre lo que estaba ocurriendo en el país en ese momento.

   "En mi zona, la situación no estaba tan mal como en otras. Aunque oía disparos y morteros, me podía mover, aunque con limitaciones y toque de queda", relata Teresa, que fue trasladada junto a una compañera a otra zona del país, donde permanecieron "escondidas" una semana. "Pasamos mucho miedo porque el traslado era muy peligroso", añade. De vuelta a Ciudad Sandino se encontró con el "velatorio" de su vecino al que "dispararon cuando se dirigía al supermercado".

   Según esta voluntaria, la violencia se ha recrudecido de tal forma, que el Museo de la Tortura, levantado en memoria de quienes la sufrieron hace décadas en este país, "se está utilizando hoy en día para torturar". "Nadie imaginaba que esto se pudiera repetir", concluye.

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