Actualizado 25/04/2017 15:58

"Dos años del terremoto de Nepal: razones para la esperanza". Por Cristina Fernández-Durán, de Entreculturas)

NEPAL DOS AÑOS DEL TERREMOTO
ROY SEBASTIAN /ENTRECULTURAS

   MADRID, 25 (Por Cristina Fernández-Durán, responsable de Acción Humanitaria en Entreculturas)

   Estoy en Nepal. Hoy, martes 25 de abril se cumplen dos años del temblor de tierra que afectó a una tercera parte de la población del país. Cerca de 8.700 personas perdieron la vida, más de 712.000 casas quedaron dañadas o destruidas y 2,6 millones de personas se vieron obligadas a desplazarse de sus hogares a lugares más seguros. Dos años después, el país no se ha recuperado de semejante golpe, aunque sí se han producido avances.

   Si tuviera conmigo una cámara de fotos y quisiera retratar con ella lo que veo para mostrároslo, veríamos que muchos niños y niñas están de vuelta en sus escuelas y que van estrenando salas de clase. En estos dos años, han ido pasando de retomar la clase en aulas temporales o incluso bajo árboles o en el patio a salas semipermanentes que ahora ya pueden ser permanentes. Estas escuelas son lugares muy importantes en las comunidades ya que representan un espacio de protección para niños y niñas en caso de futuros terremotos o deslizamientos de tierra por eso la selección de la tierra y la calidad de los materiales resulta esencial. Veríamos niños y niñas con sus uniformes que emprenden el camino hacia la escuela empleando, en muchas ocasiones, varias horas de la mañana. Se trata de pequeñas comunidades desperdigadas en las montañas, en las faldas del Himalaya, cuya dispersión obliga a ubicar las escuelas en puntos intermedios.

    La fotografía nos mostraría estas mismas comunidades remotas de montaña poniéndose en pie, trabajando cada día, recorriendo largos caminos para sembrar o recoger cultivos. Comunidades muy pobres entre las que predomina la casta Dalit, la más empobrecida y aislada. Veríamos a mujeres que se reúnen en centros polivalentes construidos para la formación en la puesta en marcha de pequeños comercios que ayuden a la economía familiar y de la comunidad. Muchas de ellas se encuentran solas al frente de hogares con numerosas necesidades.

   Veríamos que las familias van reconstruyendo sus propias viviendas, poco a poco a través de la ayuda externa canalizada por el Gobierno de Nepal. La puesta en marcha del proceso de reconstrucción - consistente en la financiación de las casas por etapas - ha sido compleja y se desarrolla con lentitud, debido a una atropellada burocracia, aunque con ciertos avances. Los caminos y carreteras han sido despejados, sin embargo con cada temporada de lluvias se repiten los deslizamientos de tierra y el bloqueo de nuevas rutas.

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   A muchos de los lugares en los que trabajamos sólo se puede acceder a pie, imaginemos el transporte de materiales para construir escuelas, realizado a pie. Y sobre todo imaginemos cómo es la vida de las personas que tienen algún tipo de discapacidad física o de las personas mayores en un contexto que los convierte en los más vulnerables entre los vulnerables.

   Pero entonces cuando aparcamos el coche al cabo del camino y continuamos andando por la montaña, subidas y bajadas descubriendo un paisaje tan maravilloso como complejo, nos encontramos, por ejemplo, con una de las comunidades manos a la obra, durante su día libre, en la contribución desinteresada de la construcción de una escuela. Sí, en nuestras fotos se verían sin duda el esfuerzo y la cooperación intra comunitaria, y si acercáramos el zoom podríamos incluso percibir esa capacidad de resiliencia para ponerse en pie tras el desastre.

   Veríamos una foto esperanzadora. Pero detrás de esa foto, se esconden cifras y realidades que merece la pena tener en cuenta. Aún hay miles de personas de los 2,6 millones que se desplazaron tras los terremotos, que siguen sin ser reubicadas. Se prevé que sea un proceso muy lento. Es importante visibilizar las enormes cifras de desplazamiento interno generadas por desastres naturales que generalmente no figuran entre las cifras globales de desplazamiento mundial, que responden principalmente, al desplazamiento por conflicto.

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   El número de víctimas y de desplazamientos, en definitiva, de personas afectadas, no está directamente relacionado con la magnitud del desastre. Cómo ha ocurrido en otras emergencias, Haití, Filipinas, Ecuador, cuando éstas ocurren en contextos de gran vulnerabilidad, la magnitud del desastre es mucho mayor. Las construcciones son frágiles, la población vive en situación de pobreza y el desastre hace que todas estas circunstancias se multipliquen. Y es que además, vemos en Nepal un país cuyas instituciones ya de partida eran muy frágiles, azotado por una guerra civil y una grave inestabilidad política posterior, junto con altos niveles de corrupción, que hacen muy difícil una gestión coordinada y eficaz de la ayuda humanitaria.

   En este día se producen muchos actos, memoriales para recordar lo que sucedió aquel 25 de abril. Queda el recuerdo por los que se fueron y por los momentos vividos y queda el temor aún por nuevos temblores. En un país con uno de los mayores tesoros geográficos pero en el que las inclemencias se acentúan y son más perceptibles que en muchos otros lugares, el cuidado de las personas pasa por el cuidado de la tierra.

   Será importante no sólo atender las necesidades más inmediatas de estas personas sino trabajar un enfoque de la ayuda humanitaria que vaya más allá, hacia la reducción de la vulnerabilidad, el fortalecimiento de la resiliencia y el diálogo con intervenciones de desarrollo que permitan una mayor autonomía y reconocimiento de la dignidad de las personas. Es clave abordar las causas de los desastres naturales pero también trabajar en su prevención mediante el trabajo en la reducción de riesgos y desastres.

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