Niños refugiados rohingya en Bangladesh
MOHAMMAD PONIR HOSSAIN / REUT
  
Actualizado: sábado, 15 abril 2017 10:05

ACNUR trabaja para identificar y evaluar la situación de los menores no acompañados en los campos de refugiados en Bangladesh

UKHIYA (BANGLADESH), 15 Abr. (Por Vivian Tan, ACNUR) -

A su edad, Asif y Suleman deberían estar correteando, dando patadas a la basura y problemas a sus padres. En lugar de ello, estos dos hermanos están sentados como estatuas, mirando de forma inexpresiva con ojos apagados.

Suleman tiene 12 años y Asif 8, pero parecen mucho más pequeños que otros niños de su edad. En las últimas semanas, su rutina diaria ha consistido en escuela religiosa y clases particulares de inglés. Ningún juego y solo algún sueño esporádico.

"Tengo sueños de niños felices jugando", cuenta inesperadamente Suleman. "Pero en mis sueños nosotros no podemos jugar con ellos. Siempre tengo miedo. Si algo se cae al suelo o si hay un sonido repentino, salto y recuerdo lo que ocurrió", añade.

Los niños están entre los muchos menores rohingya angustiados que han llegado a Bangladesh desde octubre de 2016, cuando una represión por parte de las fuerzas de seguridad en el estado de Rajine, en el norte de Birmania, les separó de sus familias. Se estima que más de 70.000 personas han huido a Bangladesh en los últimos cinco meses; hasta la mitad de ellas podrían ser niños menores de 18 años.

Suleman y Asif estaban jugando en su patio cuando su casa fue registrada. Ambos escaparon, incapaces de salvar a su hermano pequeño, que estaba jugando delante de la casa. Creen que sus padres fueron disparados y murieron en el ataque, pero no saben si su hermano sobrevivió.

Tras huir con algunos vecinos, en último término fueron enviados con su tío Mustafa en Bangladesh, que había huido previamente en octubre con su familia. Ahora viven en un refugio improvisado y han recibido algo de arroz y otras ayudas.

AYUDA PSICOSOCIAL

Más allá de sus necesidades inmediatas, estos niños necesitarán asesoramiento psicosocial para ayudarles a superar la pérdida de sus seres queridos y la violencia de la que han sido testigos.

En los campos de refugiados de Kutupalong y Nayapara, se han creado espacios de juego para todas las edades para ayudar a afrontar su angustia mental.

"El juego es esencial para que todos los niños construyan una base para el aprendizaje, pero es particularmente importante para los niños refugiados, porque tiene un papel terapéutico", subraya Marzia Dalto, oficial de protección de ACNUR en Cox's Bazar, en Bangladesh.

"Si es adecuadamente gestionado, el juego seguro e imaginativo puede ayudar a reducir el estrés y optimizar el desarrollo del cerebro. Puede ofrecer oportunidades de cura a niños con traumas emocionales y ofrecer esperanza de romper el ciclo de violencia física y emocional", añade.

JUGAR, UN LUJO PARA ALGUNOS

Para algunos, jugar puede parecer un lujo. Kamal, de 12 años, perdió a sus padres durante la violencia en Birmania. Con nada a su nombre, él y sus tres hermanas mayores huyeron a Bangladesh en noviembre. Tuvieron que pedir prestadas 80.000 kyat (55,6 euros) a un vecino para pagar un barco con el que cruzar el río Naf.

En Bangladesh, se encontraron con una refugiada rohingya de larga data, Noor Kaida, que decidió acogerlos pese a tener ella ya cuatro hijos.

"Me encontré con estos niños llorando en un cementerio cercano", cuenta Noor Kaida, de 27 años, que huyó de Birmania cuando era un bebé junto a sus padres. "Les acogí porque no tienen nada, ninguno. Son tan vulnerables y nosotros tenemos una responsabilidad moral por ellos", añade.

Como único chico, Kamal se ofreció voluntario para trabajar en una tienda de te en la localidad. Apenas vuelve a su refugio ya. Su hermana mayor Talifa, de 18 años, está constantemente preocupada: "Todavía son pequeños. ¿Cómo encontraremos comida y ropa, cómo sobreviviremos? También estamos en deuda con nuestro vecino por el precio del barco. Él sigue preguntando y he prometido que mendigaré o haré lo que pueda para devolvérselo", afirma.

Su anfitriona asegura que les acogerá mientras pueda, "hasta que encuentren su propio refugio o se casen".

MENORES NO ACOMPAÑADOS

Buenas intenciones al margen, la presencia de tantos menores no acompañados plantea graves preocupaciones en materia de protección en torno al riesgo de trabajo infantil, matrimonio temprano, tráfico de personas y explotación sexual.

ACNUR ha movilizado grupos de apoyo comunitario que incluyen a mujeres y jóvenes en los campos de refugiados para llegar a estos niños vulnerables. La agencia de la ONU también está trabajando con socios para localizar cuando sea posible a familiares, y para evaluar el mejor interés de aquellos que no tienen a ningún familiar vivo.

Las opciones pueden ir desde localizar y reunirles con familiares cercanos, designar a guardianes o familias de acogida que puedan ofrecerles atención y guía.

"Pienso a menudo en mis padres", afirma Talifa. "Llevamos el dolor dentro pero tenemos que lidiar con ello", reconoce.

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