El olvidado conflicto de Kenia
WORLD VISION
Actualizado: domingo, 29 octubre 2017 8:35

MADRID, 29 Oct. (Por Zipporah Kageha Karani, de World Vision) -

"¡Vete! ¡Vete!", grita Fabian Kiriamboin en su idioma. Tiene dos años y sufre. "¡No quiero que te acerques".

Las mujeres del campo están sentadas cerca. Fabian, ahora escondido en los pliegues de la falda gris de su tía, tiene una mirada de miedo. Un río de lágrimas cae por sus mejillas rollizas.

Intento acercarme un poco y cubre sus ojos con ambas manos. "Eres un extraño", explica una mujer. Los extraños, en esta parte de Kenia, equivalen a peligro.

Fabian y su tía viven en el campo de Eldume, un refugio temporal para desplazados internos. El campo se construyó rápidamente después de que la gente huyese de la masacre y la violencia causadas por el conflicto interétnico, una lucha por los recursos naturales y el robo de ganado.

El conflicto se desató en 2016, cuando un antiguo mando militar y sus hijos fueron asesinados mientras viajaban a una zona tribal diferente. Este acto inició una ola de asesinatos de venganza entre las dos comunidades, lo que forzó a cientos de personas a huir de sus casas y convertirse en desplazados internos. La situación se ha exacerbado por la continua sequía y la crisis alimentaria que afectan a la región.

Fabian mueve su brazo para ahuyentarme. Su tía Gladys le sostiene cerca. Amablemente, tranquiliza al agitado niño. Le dice que no soy un policía o un hombre armado, las personas a las que Fabian vio cómo mataban a su madre. Su reacción a mi presencia ahora se hace más áspera. "Los policías le asustan. Cualquiera con un arma", añade la tía de Fabian.

¿CÓMO OCURRIÓ?

Lo que sigue son denuncias de la naturaleza más terrible. Testigos de la violencia comparten relatos de mujeres embarazadas a las que les abren el vientre para matar a sus hijos no natos.

Gladys quiere que se cuente su historia. Lo que ocurrió no debería ser una historia olvidada que afecta a personas olvidadas. Quienes sobrevivieron deben contárselo al resto y recordar a los que murieron. La madre de Fabian estaba embarazada de su segundo hijo en el momento del ataque.

Los asesinatos comenzaron a las 17.00 en la localidad de Mukutani, en el condado de Baringo. La comunidad atacada buscaba consuelo en una iglesia local, un lugar que supuestamente simboliza refugio y seguridad. Los atacantes iban armados y eran peligrosos.

Los atacantes rompieron la puerta principal de la iglesia. Se violó así el símbolo de seguridad y refugio. "Gritaban sin sentido y mataban sin piedad en el interior. Sólo corrimos. Ojalá nuca lo hubiese vivido", dice Gladys con pena. "Fue una experiencia que no quiero recordar. El bosque se convirtió en mi casa".

Sólo cabe imaginarse lo que pasa por la mente de Fabian. Niños, mujeres, madres y padres quedaron todos traumatizados por los ataques y los asesinatos. En torno al campo, la gente sigue con sus labores diarios, lo que oculta una verdad muy preocupante e incómoda. Todos tienen cicatrices y traumas que ahora llevarán durante todas sus vidas.

DISPARO EN LA ESPALDA

La madre de Fabian huyó con él firmemente sujeto a la espalda. Corrió de los hombres con pistolas. "Mi hermana imploró a los atacantes que le perdonasen la vida", recuerda Gladys.

Lo hicieron, al principio. Le pidieron su teléfono móvil y todo el dinero que tuviese. Ella cumplió. Le dijeron que se fuese. Con Fabian todavía en su espalda, intentó huir.

"Al llegar justo a la puerta de la iglesia, otro grupo apostado fuera le quitó la vida. Le disparó por la espalda", dice Gladys, que vio cómo su hermana era asesinada.

Gladys estaba escondida en la iglesia y no fue vista por los atacantes. Cuando creyó que las cosas se habían calmado y los asesinos se habían ido, salió rápido y, en silencio, cogió a Fabian de la espalda de su madre. Fue un milagro que la bala no le alcanzase. Corrió todo lo rápido que pudo hasta un bosque cercano.

CUERPOS DE LOS MUERTOS

El cuerpo de la madre de Fabian y nueve más fue hallado dentro de la iglesia. Los transportaron a una morgue en la localidad de al lado. Fueron enterrados en el complejo de la iglesia. Sólo unos pocos hombres asistieron al funeral, la mayoría maridos de las mujeres asesinadas en el ataque.

La Policía impidió a muchas personas acompañar los cuerpos al entierro. Temían más ataques. Incluso durante el transporte, el cortejo fúnebre fue atacado. Los gritos sonaron hasta que llegaron a la zona de Mukutani para la ceremonia.

"¿Por qué nos pasa esto a nosotros?", se pregunta Gladys. Es una pregunta que muchos se hacen en el campo.

LLEGADA A ELDUME

Todo el mundo, las 146 familias del campo de Eldume, tienen una historia que contar. Recuerdan llegar al campo aturdidos y confusos. No sabían cómo, dónde y cuándo comenzarían sus vidas de nuevo.

Se encontraron dudando de todo lo que sabían y comprendían y se convirtieron en extraños de repente. Ninguna persona de la comunidad en la que buscaron refugio sabían quiénes eran y de dónde venían.

Ahora, las ropas que llevaban cuando huyeron están andrajosas y sucias, testamento de los 25 kilómetros que viajaron desde Mukutani hasta la seguridad del campo de Eldume.

LA VIDA TRANSCURRE LENTA

Una tienda simple ha sido la casa de Fabian y su tía durante los últimos seis meses. Me siento y miro las fotos antiguas de Fabian. Ahora, está calmado y en silencio, observando intensamente lo que va a pasar. La tienda da cabida a una pequeña cama de madera.

Al lado hay un colchón todavía más pequeño cubierto con una 'shuka' masai. Un contenedor metálico azul hecho de metal reciclado está en el lado opuesto de la habitación, paralelo a la cama y el colchón. Hay ropa sucia apilada en una esquina de la tienda mientras que insectos blancos y negros se mueven por el suelo de barrio del lugar al que ahora llaman casa.

Fabian echa de menos a su madre, aunque es demasiado pequeño para expresarlo. El aspecto de la mujer confunde a menudo a Fabian. Su madre tenía una piel más clara que la mayoría. El niño suele correr hacia cualquier mujer con una tez similar a la de su madre muerta. "A menudo llora y corre hacia una mujer que se parece a su madre, antes de darse de bruces con la dura realidad", afirma Gladys.

TENEMOS QUE VOLVER

   Durante seis meses, un bosque ha sido el telón de fondo de este campo. Los desplazados viven en un pedazo de tierra donado por la iglesia. Los dispersos arbustos cerca de las tiendas de plástico pueden convertirse en inflamables en al estación seca. No es lo ideal, pero por ahora es seguro.

   World Vision ha apoyado a las 146 familias con bienes no alimentarios. Cada hogar recibe tres mantas y utensilios: tres ollas de metal, cinco platos, tazas y cucharas, un jabón grande, cinco botes de pastas de dientes y cepillos. Las mujeres también reciben cinco paquetes de compresas.

   World Vision Kenia también ha apoyado a los pastores para que brinden apoyo psicosocial con el que ayudar a que las personas se reconcilien y acepten su actual situación.

   Para los niños, la terapia se hace de una forma creativa, con un enfoque pensado para ellos. Los niños reciben rotuladores para dibujar en una pizarra. Pintan el mapa del pueblo donde solían estar sus casas y escuelas, dibujan los lugares donde solían recoger agua. Reflejar el pasado ayuda a estos niños a compartir sus experiencias y a ajustarse al nuevo contexto.

   También tienen la oportunidad de jugar. Reciben materiales de juego como balones, son capaces de jugar dentro del complejo de una escuela durante las sesiones de observación.

   "Una vez que el terapeuta reflexiona sobre la situación a la que se enfrentan los desplazados, hablan sobre ello". Los terapeutas enseñan y guían a los desplazados a adaptarse a su nueva realidad y a coexistir con la comunidad de acogida.

   Además, la limitación de recursos es un motivo de preocupación constante y es necesario más apoyo psicosocial. World Vision Kenia ha solicitado financiación para seguir apoyando estas sesiones de cura emocional para los niños que tienen necesidades críticas.

   Dejaron atrás sus bienes, todo lo que habían acumulado. La gente del campo no tenía mucho con lo que empezar, pero ahora tiene todavía menos.

   Antes, Gladys trabajó duro y luchó para empezar un negocio. Los asesinos probablemente destruyeron todo con lo que contaba. Los desplazados internos tenían casas y empresas y vivían las vidas que ahora han ocupado los atacantes.

   Pequeñas empresas fueron dejadas a merced de los asaltantes. Los desplazados ahora tienen que pedir comida. No tienen nada y dependen de los trabajos domésticos que puedan encontrar. Así es como es la vida ahora.

   "Es difícil dormir y comer. Los niños no asisten a clase. Es un asunto de gran preocupación", dice Gladys. "Queremos irnos y volver a Mukutani".

   Sin embargo, antes de que puedan volver, quedan algunas cosas por hacer. La gente quiere paz y diálogo entre las dos comunidades. También quieren saber por qué ha pasado esto y lo que se puede hacer para que no vuelva a ocurrir.

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