Mujer campesina Congo
REUTERS / SIEGFRIED MODOLA
 
Actualizado: sábado, 14 octubre 2017 8:26

Aunque se calcula que podría alimentar a más de 2.000 millones de personas, actualmente hay 7,7 millones de habitantes que pasan hambre

KINSHASA, 14 Oct. (Por la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios en RDC) -

Situado en la cuenca del Congo, la segunda mayor cuenca fluvial del mundo por detrás del Amazonas, atravesado por el río homónimo y bendecido por una vegetación desde Gbadolite a Sakania, desde Moanda a las llanuras de Masisi, que sería la envidia de numerosos países, República Democrática del Congo (RDC) tienen un potencial agrícola impresionante.

En 2016, la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) dijo que RDC, con sus 80 millones de hectáreas cultivables, podría alimentar a más de 2.000 millones de personas en el mundo. Esta declaración, como muchas otras, se queda en el terreno de lo potencial ya que la realidad es muy diferente.

Los expertos en seguridad alimentaria estiman que más de 7,7 millones de personas están "en situación de déficit alimentario considerable y de malnutrición aguda en tasas elevadas": para decirlo claro, estas personas tienen hambre, no comen lo suficiente, ni en cantidad ni en calidad. Esta cifra representa un aumento del 30 por ciento con respecto a 2016 cuando los especialistas del Marco Integrado de Clasificación de la Seguridad Alimentaria, más conocido por su acrónimo inglés IPC (Integrated Phase Classification) publicaron su investigación el pasado junio.

Y según el IPC, el principal factor de esta pobreza alimentaria no es que las tierras congoleñas hayan perdido su fertilidad, ni que la población haya optado por otra actividad, ni una consecuencia de la realidad del cambio climático, sino más bien la consecuencia de años de guerra y conflictos armados que se han producido y se siguen produciendo en RDC.

Desde hace años, los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas de la RDC y los grupos armados o entre los grupos armados así como los conflictos entre las distintas comunidades, empujan a la población mayoritariamente campesina a abandonar sus tierras para salvar sus vidas y las de sus familiares.

Los campos se convierten así en terrenos militares, en zonas de operaciones militares, y en ocasiones el Gobierno prohíbe a la población regresar a ellos. De este modo, la población se ve alejada de su principal fuente de alimentación e ingresos. En las comunidades de acogida, esta población no tiene acceso a la tierra y es dependiente de las familias y la ayuda humanitaria, incluso para alimentarse. "Los más afortunados" son autorizados a cultivar parcelas de tierra a cambio de los servicios dados a sus propietarios o del pago de un arrendamiento en especie sobre la cosecha.

CONSECUENCIAS DEL HAMBRE

Y desde Ituri a Tanganyika, pasando por los Kivus y Maniema, el escenario se repite: familias con numerosos niños pasan largas semanas alimentándose de forma muy pobre; numerosos pierden estaciones agrícolas enteras, lo que conlleva además otras consecuencias sobre la salud y el bienestar de esta población, y otras consecuencias socioeconómicas como la falta de educación de los niños, el matrimonio "precoz", incluso la prostitución infantil.

Aunque varias provincias del este del país son fuente de inquietud para los especialistas, la crisis en la región de Kasai, una zona geográfica que incluye las provincias de Kasai, Kasai Central, Kasai Oriental, Lomami y Sankuru en una zona históricamente al margen de la violencia armada, ha contribuido fuertemente al aumento del número de personas malnutridas.

Principalmente las tres provincias de nombre Kasai están clasificadas de color "rojo", correspondiente a la fase 4 de las cinco que componen el indicador IPC, siendo la última de ellas la de la hambruna. Así, en comparación con marzo de 2016, la inseguridad alimentaria ha progresado un 323 por ciento y un 279 por ciento respectivamente en Kasai Central y Kasai. En Kasai Oriental, ha aumentado un 97 por ciento en el mismo periodo.

La violencia de los doce últimos meses ha desestructurado todo el ecosistema agrícola y nutricional de las familias. Numerosos actores especializados han registrado casos de malnutrición aguda. Junto a la inseguridad, se pueden añadir factores agravantes como la depreciación del franco congoleño y los ataques de orugas devastadoras para los cultivos.

También están en "fase 4", los territorios de Manono, Nyunzu y Kalemie, en Tanganyika ; el territorio de Irumu, en Ituri y la zona de Punia, en Maniema, zona para la que el fondo humanitario lanzó una asignación estándar (24 meses) durante el primer semestre de 2017.

MOVILIZACIÓN DE LAS AGENCIAS HUMANITARIAS

Ante esta situación, todo el sistema de ayuda humanitaria, en colaboración con las autoridades congoleñas, se ha puesto en marcha para ofrecer acciones inmediatas y soluciones a largo plazo para salvar algunos de una muerte cercana, especialmente a los niños, rehabilitar el estado de la sanidad, distribuir abonos y otros equipos agrícolas con el fin de que los hogares puedan recuperar, lo más rápido posible, los campos.

De este modo, en numerosas provincias, una multitud de actores humanitarios están al pie del cañón; toneladas de alimentos -aceite, judías, legumbres entre otros_están siendo distribuidas; en las unidades de tratamiento de la desnutrición se entregan alimentos enriquecidos a los niños. Pero, con el débil nivel de financiación actual, los actores de la seguridad alimentaria desean ver un aumento de los fondos con el fin de poder salvar más vidas.

Hay unanimidad: cuanto más tiempo los conflictos y las violencias empujen a aldeas enteras a desplazarse, la crisis nutricional congoleña, pese a todos los recursos técnicos movilizados y las oportunidades agrícolas, seguirá siendo una realidad durante muchos años. En julio de 2017, el entonces jefe de acción humanitaria de la ONU, Stephen O'Brien, dijo que la mejor solución a la crisis humanitaria congoleña es la paz: se puede deducir así que la paz es también la mejor solución a la crisis nutricional que afecta a más del 10 por ciento de la población congoleña.

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