El relato judicial de la última gran guerra de Europa: Genocidio, cianuro y cicatrices abiertas

Una víctima de la guerra de Bosnia aguarda la sentencia contra Ratko Mladic
REUTERS / CRIS TOALA OLIVARES
Publicado: sábado, 24 febrero 2018 9:02

La "narrativa popular" que muchos esperaban que el TPIY confirmara ha generado "decepción" en algunos lugares

MADRID, 24 Feb. (EUROPA PRESS) -

"¡No soy un criminal de guerra!". Esas fueron las últimas palabras del general bosniocroata Slodoban Praljak antes de beber cianuro para no escuchar que, ciertamente, lo era. Con esta dramática imagen, el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (TPIY) emitía su último fallo tras más de 25 años de trabajo que han seguido construyendo sobre los cimientos fijados en los procesos de Nüremberg y Tokio.

El TPIY nació de una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas dictada en 1993 --en pleno apogeo de la guerra de los Balcanes-- con el mandato específico de juzgar a los máximos responsables de las graves violaciones del Derecho Humanitario cometidas desde 1991 en el territorio de la antigua Yugoslavia. Era el primer tribunal internacional del mundo.

"Nadie sabía exactamente cómo iba a funcionar", cuenta la jurista australiana Gabrielle McIntyre, actual jefa de gabinete de la Presidencia del Mecanismo Residual de la ONU para los Tribunales Internacionales y con una dilatada experiencia en el TPIY y en el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR), en una entrevista concedida a Europa Press.

Hubo que idear todos los procedimientos, uno de los más desafiantes la protección de testigos, y hacer frente a los interrogantes que surgían a diario, tanto formales como de puro Derecho. "Fueron días muy emocionantes" en los que, sin saberlo, el TPIY creó los modelos que después se replicarían en cortes hermanas como la de Ruanda, Sierra Leona o Líbano, ha señalado McIntyre.

El TPIY se ha enfrentado a casos "sumamente complejos" que le han obligado a clarificar y desarrollar a golpe de sentencia el concepto de crímenes internacionales --aquellos que, según su formulación en los principales instrumentos jurídicos, remueven la conciencia de la Humanidad-- y las 'leyes de la guerra' que se acuñaron tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

McIntyre ha mencionado como un "hito" la condena a 20 años de cárcel contra el líder serbobosnio Duko Tadic por la muerte de 14.000 bosniacos y boniocroatas en la región de Prijedor, donde se emularon los campos nazis. Supuso un "cambio sísmico" porque determinó que las normas y principios que rigen en los conflictos internacionales son aplicables a los conflictos internos, mucho más habituales. Desde entonces "nadie lo cuestiona".

Se ha sentido especialmente orgullosa de que "caso tras caso el TPIY ha dejado claro que la violencia sexual, que durante siglos --e incluso milenios-- había parecido algo inevitable en el contexto de un conflicto armado, puede y debe ser tratada como un crimen". La corte de La Haya estableció que la violación, también contra hombres, podía llegar a constituir tortura.

El TPIY ha propiciado "un poderoso cambio de actitud". "Como resultado de su trabajo, ahora, cuando vemos en las noticias las atrocidades que se cometen, ya no lo recibimos como la cruda realidad, sino que, cada vez más, políticos, periodistas y la sociedad civil quieren saber qué se va a hacer para frenar estos crímenes y quién va a ser juzgado por ellos (...) Esperamos rendición de cuentas. No era así hace tan solo 25 años", ha destacado.

"NARRATIVA POPULAR"

Sin embargo, no todo han sido cosas buenas, reconoce. El mayor enemigo para el TPIY en este cuarto de siglo ha sido la existencia de una "narrativa popular" en torno a la guerra de los Balcanes que muchas personas y gobiernos en estos países esperaban que simplemente se confirmara por vía judicial.

Una de las figuras más 'populares' de la contienda bélica en Bosnia y Herzegovina fue el ex dirigente serbobosnio Radovan Karadzic. Recibió 40 años de cárcel por diez cargos: diversos crímenes de lesa humanidad y el genocidio de 8.000 hombres y niños bosniacos en el enclave musulmán de Srebrenica. Se libró de otro cargo de genocidio.

El brazo ejecutor de Karadzic, el ex comandante serbobosnio Ratko Mladic, más conocido como 'el carnicero de Bosnia', carga con una cadena perpetua por once cargos de crímenes de guerra y lesa humanidad y el genocidio de Srebrenica. También eludió un segundo cargo de genocidio por buscar el exterminio de todos los bosniacos y bosniocroatas.

Karadzic y Mladic, que guardan una relación de amistad y admiración mutua, son considerados auténticos héroes por algunos serbobosnios. Para el actual alcalde de Srebrenica, el serbobosnio Mladen Grujicic, estos dos fallos "solo fortalecerán su mito en la nación serbia". En cambio, su antecesor, el bosniaco Camil Durakovic, reprochó al TPIY que les absolviera del segundo cargo de genocidio. "Solo podemos estar parcialmente satisfechos", dijo.

McIntyre ha considerado que una de las "lecciones aprendidas" es la necesidad de "gestionar las expectativas". En su opinión, desde el principio debería haber quedado claro que "el mandato del TPYI era extremadamente limitado": juzgar a los máximos responsables y hacerlo en base a las pruebas y a la ley. "Nada más y nada menos", ha apostillado.

Otro fallo palmario, de acuerdo con McIntyre fue no poner de relieve la titánica tarea que tenía ante sí el TPIY. Cientos de miles de víctimas esperaban Justicia y la querían ya, algo imposible. Por ejemplo, Karadzic estuvo doce años fugado hasta que fue detenido en 2008 mientras esperaba un autobús que le llevara a Belgrado, donde vivía bajo la identidad de un curandero.

"No es sorprendente que muchos hayan mostrado confusión, frustración e incluso decepción", ha admitido McIntyre.

UNA "HUELLA INNEGABLE"

El TPIY cerró definitivamente sus puertas el 31 de diciembre de 2017 --siete años después de lo previsto--, cediendo el testigo al Mecanismo Residual para Tribunales Internacionales, otro ingenio del Consejo de Seguridad para finiquitar las cuentas pendientes del TPIY y otras cortes de alcance global.

Sus funciones debían ser residuales pero "una decisión política", dirigida a desmontar cuanto antes el costoso entramado de los tribunales internacionales, ha ampliado el catálogo inicial. Así, se encarga de la ingente cantidad de documentación generada por los tribunales extintos, la protección de los testigos y también de los casos de desacato y falso testimonio y de las apelaciones, entre ellas las de Karadzic y Mladic.

Los nuevos casos se ventilarán ya ante los tribunales nacionales. El TPIY, como todos los tribunales internacionales, tiene una función subsidiaria, de modo que solo actúan cuando los propios países no pueden o no quieren hacerlo. En el caso del TPIY, se creó porque las ex repúblicas yugoslavas quedaron devastadas por la guerra.

El Mecanismo se ha preparado para este momento y, junto a organizaciones expertas en Derecho Humanitario, ha entrenado a los jueces nacionales. "Siempre me ha dejado impresionada la calidad de los jueces en todos los países de la región", ha confesado. "Desde luego, son capaces de juzgar estos casos", ha afirmado. Y, si surgen dudas, contarán con la mano tendida del Mecanismo.

Todavía hay "un trabajo importante por hacer", "preservar y seguir adelante con el legado del TPIY", que McIntyre ha calificado de "absolutamente extraordinario" por su "huella innegable" en el ámbito del Derecho Internacional y sus tribunales. Muchas familias --quizá demasiadas-- siguen esperando Justicia, ha remachado.

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