Sobrevivir a la tortura y "volver a sentirse un ser humano"

Superviviente de la tortura atendido por MSF
MSF/ALBERT MASIAS
Actualizado: martes, 26 junio 2018 10:51

"Me dijeron que Europa era la tierra de los derechos, pero yo no los he visto", afirma un superviviente de la tortura

MADRID, 26 Jun. (EUROPA PRESS) -

La tortura tiene la capacidad de destruir a quienes la sufren, tanto física como psicológicamente. Para los "supervivientes", volver a empezar no siempre es fácil, pero con ayuda profesional pueden reconstruir los pedazos en que ha quedado rota su vida, despojarse del sentimiento de culpa, en palabras de uno de ellos, "volver a sentirse un ser humano" otra vez.

El 26 de junio se conmemora el Día Internacional de Apoyo a las Víctimas de la Tortura, una jornada con la que el mundo quiere recordar a quienes sienten que han perdido toda dignidad a manos de otras personas. El Derecho Internacional prohíbe toda práctica abusiva, pero no por ello se han logrado erradicar, especialmente en contextos de conflicto.

Médicos Sin Fronteras (MSF) cuenta con varios centros en los que atiende a supervivientes de tortura en ciudades como Atenas, Roma, Ciudad de México y otros lugares enclavados en algunas de las rutas migratorias más utilizadas del mundo. La ONG incluso rehúsa revelar el paradero de todas estas instalaciones en aras de la seguridad de su personal y de los pacientes.

Solo durante la primavera de 2018, los equipos de MSF han atendido a unos 950 pacientes. Tras una primera toma de contacto, los trabajadores del centro --médico, mediador cultural, trabajador social, fisioterapeuta y psicólogo-- se reúnen para dar un enfoque conjunto a cada caso y ver de qué forma se puede ayudar a personas que, en muchos de los casos, sienten que no les queda nada por lo que luchar.

SUPERVIVIENTES, NO VÍCTIMAS

Gianfranco De Maio, responsable médico de este tipo de programas de asistencia, ha visto en primera persona algunos de estos casos y, por eso, prefiere hablar de "supervivientes" en lugar de "víctimas", porque entiende que utilizar este último término implica añadir el "estigma" de la debilidad. "Y no son débiles en absoluto", advierte, según declaraciones remitidas por MSF.

El principal objetivo de estos programas es que quienes acuden a ellos, bien sea por propia iniciativa o por la relación que se establece entre la ONG y las instituciones públicas de los países donde interviene, "comience a ganar autonomía". Esto pasa, en primer lugar, por contar y escuchar una historia que muchos solo quieren olvidar.

"Es sorprendente porque los pacientes dan una descripción fría y distante, como si estuviesen hablando de otra persona y no de sí mismos", explica De Maio, que ve en este distanciamiento "un mecanismo de supervivencia". En ocasiones, sin embargo, entran en una especie de "trance", reviviendo su dolor --"Aquí están, me persiguen, detenedlos"--.

Una de las técnicas utilizadas por los expertos consiste en situar junto a la silla del paciente y del psicólogo otra vacía, la del torturador, para intentar entender sus motivaciones y aliviar así el sufrimiento. No en vano, muchos de estos supervivientes comparten un mismo sentido de culpa y "creen que es algo que se merecen".

"¿Por qué me desvistieron y me degradaron? ¿Por qué me dieron latigazos en las plantas de los pies? ¿Por qué me adosaron electrodos a los dedos, a los genitales?", plantea De Maio. Para muchos de ellos, la respuesta gira en torno a los argumentos dados por los propios torturadores: "Eres un traidor, apoyas a un partido político, por lo que es tu culpa que te maltratemos".

MIGRANTES Y REFUGIADOS

Uno de los escenarios donde trabaja MSF es en las rutas migratorias, por lo que la mayoría de los pacientes atendidos en estos centros son refugiados, solicitantes de asilo y migrantes. Entre ellos figuran incluso menores no acompañados, que al igual que los adultos son víctimas de tortura antes de abandonar su lugar de origen o durante el viaje.

En el caso del centro de Roma, la mayoría de los pacientes proceden de África y han pasado por Libia antes de dar el salto a las costas del sur de Europa, mientras que en Atenas se atiende principalmente a personas de Siria, Irán y República Democrática del Congo.

"No quería irme de mi país. Ni siquiera podía imaginarme que un día viviría fuera, pero no me quedó otra opción", explica desde Atenas Diko (nombre ficticio), de origen centroafricano. Su periplo "aventurero" le llevó a Europa, en concreto a la isla de Lesbos, y a un periodo que él mismo describe como "difícil", en el que no podía controlar sus sentimientos.

"Dejé mi país y viajé una y otra vez. Me sentía abandonado por la humanidad. Me preguntaba si existe el derecho a sobrevivir. ¿Era mi culpa? Y si era mi culpa, ¿cómo podría arreglarlo?", relata al recordar la etapa previa a entablar su primer contacto con los equipos de MSF.

Abdul, de origen sirio, sufrió torturas tanto a manos del régimen de Bashar al Assad como del grupo terrorista Estado Islámico, pero no se olvida de que, antes de que la guerra estallase, su vida era "normal".

"Me dijeron que Europa era la tierra de los derechos, pero yo no los he visto", declara a la ONG, lamentando que sus sueños "desaparecieron" al tocar suelo europeo y que solo gracias a la ayuda profesional ha sido capaz de volver a encontrar una "motivación" moral, "volver a sentirse un ser humano".

Tampoco ha sido fácil la vida del congoleño Dieumerci (nombre ficticio), que tras llegar a territorio turco desde Kinshasa, donde había estado detenido, sufrió problemas de salud. Lo único que pide ahora es que los europeos "escuchen las historias " de personas como él, en la medida en que "no ha sido fácil" dejarlo todo atrás.

"Hay problemas reales y duele, hay casos muy difíciles en África pero también en Asia. Hay personas sufriendo, muriendo. Hay lugares donde no hay ningún derecho, donde la gente muere en las cárceles. Espero que la gente pueda entender que hay muchas personas que necesitan ayuda", afirma.

LUZ AL FINAL DEL TÚNEL

Sin embargo, también en los casos más complicados puede haber luz al final del túnel. MSF incluso celebra con actos simbólicos el alta a alguno de sus pacientes y De Maio recuerda el caso de uno de ellos que recibió, junto al alta, una maleta con la que simbolizar "la transición a una nueva fase de su vida".

"El paciente entendió el significado del gesto perfectamente y se emocionó enormemente. Lloró durante dos horas, entendiendo que nos habíamos dado cuenta de su sufrimiento y de que, gracias a esto, él podía seguir adelante", añade.

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