Actualizado: domingo, 5 noviembre 2017 10:46

Los debates parlamentarios de 1991 y 1992 no revelan ningún temor de contagio por los procesos independentistas de los Balcanes y el Báltico

MADRID, 5 Nov. (EUROPA PRESS) -

El exministro de Asuntos Exteriores Carlos Westendorp, que era secretario de Estado para la UE cuando España reconoció la independencia de Eslovenia en 1992, considera que "intentar forzar los parecidos" entre esta república y Cataluña "no es ir de buena fe", porque "los casos son totalmente distintos".

A su modo de ver, el único parecido es que en ambos casos hubo declaración de independencia y, si acaso, la "causa económica" de la aspiración independentista. "Pero ahí paran las semejanzas", ha dicho en una entrevista con Europa Press.

Las diferencias empiezan en que, según explica, aunque la Federación Yugoslava fue "un Estado unitario por la preponderancia del partido único" y la "mano de hierro del mariscal Tito", sobre el papel las repúblicas tenían reconocido el derecho de autodeterminación".

Lo mismo sucedía con la Constitución de la Unión Soviética, de la que se habían separado, en 1991, las tres repúblicas bálticas, Letonia, Estonia y Lituania (con rechazo de Rusia e incluso intervención militar con víctimas en Lituania).

Las tres "se acogieron al derecho de autodeterminación previsto en la Constitución de la URSS, que además estaba muy debilitada por la caída del muro y no pudo oponerse ante la fuerte presión de las potencias occidentales", prosigue el exministro. Lograron su independencia el 21 de agosto de 1991, el mismo día en que la URSS salió de un golpe de Estado. La UE, impulsada por Alemania, reconoció a Croacia y Eslovenia en 1992.

"SU CHASCO ES QUE NO TIENEN RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL"

Westendorp recuerda además que Eslovenia hizo un referéndum "con plenas garantías" y los partidos independentistas eran mayoritarios, no como en Cataluña. "Era un país muy avanzado para la época, bastante independizado de la corriente comunista y con una coalición de centroderecha, Demos, que dejó en minoría al PC representando al 55 por ciento del electorado", detalla.

Y la tercera "disparidad enorme" es que, en el caso de Cataluña, la comunidad internacional y sobre todo la UE han mostrado "una oposición a la independencia unilateral". "Ellos buscan un reconocimiento internacional, su chasco ha sido que no lo tienen y además incluso dan a entender que tienen apoyo internacional, pero no hay más que ver las entrevistas que han hecho para darse cuenta de que de eso nada", resume el exministro.

UN RECONOCIMIENTO "SIN GRAN ENTUSIASMO"

Westendorp admite que, en 1992, España reconoció la independencia de Eslovenia con "dudas" y sin "gran entusiasmo", pero que "era una posición de la UE, común, y España no lo hizo con mucho gusto pero lo tuvo que hacer": "No tuvo más remedio que plegarse un poco a la mayoría de la UE".

En esta posición influyeron los "problemas" que España tiene con el nacionalismo pero sobre todo, el temor era que se desencadenara una guerra en Yugoslavia, como efectivamente sucedió después. "En un principio las potencias occidentales y la UE no reconocieron la independencia de Eslovenia porque tenían miedo de lo que pudiera suceder, y luego sucedió", rememora.

Así lo reflejan también los debates parlamentarios sobre el reconocimiento: "Se había intentado aplazar, excepto por Alemania, que fue partidaria siempre, desde el principio, para en lo posible evitar una diáspora o una explosión enorme en Yugoslavia, pero en ese momento, en diciembre, la decisión más lógica era abordar el reconocimiento", decía en la comisión de Exteriores del Congreso el entonces ministro, Francisco Fernández Ordóñez, en enero de 1992.

Aunque años después se supo que el entonces presidente del PNV, Xabier Arzalluz, apostaba ya en 1990 por una "soberanía de Euskadi, estilo Lituania, entre 1998 y 2002", lo cierto es que en los debates de entonces en el Congreso no hay apenas alusiones a estos nuevos países como modelo por parte de los partidos nacionalistas, ni advertencias de los no nacionalistas en sentido contrario.

Los grupos nacionalistas apoyaban abiertamente sus causas, pero el tenor general del debate trasluce más bien preocupación por el futuro de Yugoslavia y por haber actuado a remolque de Alemania, situación muy distinta a lo que sucedió en 2008 cuando España no reconoció la independencia de Kosovo.

De hecho, apenas unos días después del reconocimiento de Croacia y Eslovenia, IU-IC, por boca de Ramón Espasa Oliver, aprovechaba para defender el "derecho de los pueblos a la autodeterminación" como principio, pero criticaba cómo se había llevado a la práctica también por parte de la comunidad internacional: "Se ha hecho quizá arrastrado por los acontecimientos, con poca prudencia".

El ministro suscribió su posición: "No es rechazar el principio de autodeterminación, sino la forma en que se ha hecho. Yo lo suscribo totalmente".

Sí estaba a favor de la "celeridad" en el reconocimiento el diputado de CiU Josep María Trias de Bes, que sin embargo negaba que hubiera que enmarcar su posición en un "carácter nacionalista".

Quien criticó las prisas por reconocer a Croacia y Eslovenia fue el entonces diputado del CDS Rafael Arias Salgado, pero con el argumento de que este paso contribuyese más a agravar "el conflicto potencial centroeuropeo que a establecer un cauce de solución" y aventurando nuevos problemas en Bosnia, Macedonia y la entonces Checoslovaquia. Por el PP, el diplomático Javier Rupérez preguntaba si se haría una declaración solemne sobre intangibilidad de las fronteras de las nuevas repúblicas.

Del mismo modo, en los debates sobre la independencia de las tres repúblicas bálticas primaba la preocupación por la democratización de la antigua URSS, entonces "Comunidad de Estados Independientes". En uno de esos debates, en febrero de 1991, el senador de IU-IC Roc Fuentes i Navarro le pedía a CiU que esa sensibilidad que tenía "ante los derechos a la autodeterminación y a la independencia de los países bálticos, la expresaran también en Cataluña en relación con los derechos de otros pueblos, como son los derechos del pueblo palestino".

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