Actualizado 31/03/2017 14:50

José Manuel Gómez Gutiérrez.- Jerarquías

La libertad no existe (Spinoza). La igualdad tampoco (yo).

MADRID, 5 Dic. (OTR/PRESS) -

Nada en la Biosfera tiene una réplica idéntica: ni las hojas de los árboles; ni siquiera los hermanos gemelos, ni en lo espiritual ni en lo somático.

En todas las actividades -industriales, deportivas, económicas, políticas, educativas, investigadoras, etc.,- se establecen niveles, clases o grupos por jerarquías: un número muy limitado de dominantes o sobresalientes por su habilidad, destreza o experiencia, por su riqueza, por su poder, por su autoridad o prestigio, por su sabiduría o fama; otro más amplio de destacados; otro de rezagados que se identifican con la masa popular; finalmente el de los marginados. En la especie humana se ha desarrollado con tal intensidad el afán de superioridad o notoriedad que se ha institucionalizado el establecimiento de clases en todo. El colmo de esa tendencia es la celebración de competiciones, con muy diversas denominaciones: deportivas, oposiciones, concursos, demostraciones. La cuestión es diferenciar, no igualar. Estamos inmersos en un mundo de categorías, clases, jerarquías en suma.

Me parece desmesurado el rechazo que provoca la "jerarquización" -el establecimiento de escalafones en cualquier actividad- entre espíritus pretendidamente postmodernos. Todo en la Biosfera está jerarquizado, y estamos en ella no en Marte. El hombre puede alterar esta ley natural suavizando o limando desequilibrios hasta donde la convivencia lo aconseje y las circunstancias lo permitan; por ejemplo estableciendo una rigurosa igualdad de oportunidades. No hacerlo sería quizá una manifestación de inaceptable hipocresía entre los cultivadores del neoantropocentrismo, antropocentrismo sabio, ecología profunda y biocentrismo-utilitarismo.

Solo cuando el hombre pudo liberarse parcialmente de los imperativos de la Naturaleza con la ayuda de artefactos -desde la primera piedra, garrote, fémur o quizá la quijada bíblica- cazando con más eficacia, dominando a sus competidores y más tarde cultivando plantas seleccionadas hasta conseguir excedentes, solo a partir de esa época, pudo disponer de un tiempo "de ocio" que le permitió desarrollar rápidamente sus potencialidades intelectuales, liberándose de los imperativos del medio natural. Hasta ese momento, el débil estuvo supeditado al fuerte, pero la explotación y la esclavitud es

poco probable que estuvieran institucionalizadas. Es a partir del momento en el que el fuerte es desplazado por el inteligente cuando se produce un fenómeno único entre las especies del planeta: la expoliación intraespecífica con sometimiento y vejación del expoliado, que curiosamente es el responsable de obtener los alimentos que sustentarán al más poderoso, ahora materializado en la persona del más "listo-rico" en vez del físicamente más fuerte.

De esta forma se desarrolla en el ser humano un proceso de selección natural y "jerarquización" diferentes, que no erróneos, no a favor del más fuerte o adaptado a las condiciones del medio, sino todo lo contrario, del más débil que es el que precisa forzar la imaginación no solo para suplantar al fuerte sino además para soslayar las dificultades de una Naturaleza hostil a la que va sometiendo (viviendas, sendas, calzado, indumentaria, cultivos etc.). El predominio de la inteligencia sobre la fuerza hace que se desarrollen tribus prósperas capaces de producir excedentes que sin duda atraerían a otras más primitivas en épocas de escasez.

Por otra parte la organización de las sociedades primitivas requirió necesariamente de una diferenciación de funciones que la hicieran más estable (diversidad-estabilidad, y no me refiero a la diversidad específica o ecológica, frivolidad que nada tiene que ver con la estabilidad, sino a la diversidad funcional), diferenciación que devino en el establecimiento de jerarquías al humano modo, es decir, categorías netamente dominantes, causa de todos nuestros males cuando no se basan en soportes lógicos sobre valores, ni de la lógica humana ni de la Naturaleza. Esto dio lugar a la diferenciación de un estrato productor y otro expoliador, aliado con el defensor (ejército). El desarrollo ilimitado -deseable y deseado pero mal orientado- de nuestra potencialidad intelectual, frente a la marginación del conocimiento de la Naturaleza y desprecio del mundo natural y de los procesos productivos y de quienes de ellos se responsabilizan son hechos que podemos pagar, casi seguro que pagaremos, con el deterioro de una civilización contaminada que se obstina en no reconocer sus errores y propiciar los remedios. En un principio la subordinación quedaba automáticamente establecida en función de la fuerza o la habilidad física; quizá de la edad y de la experiencia. El desarrollo intelectual y cultural ha propiciado una desmesurada creación y fijación de escalafones, propiciando el establecimiento de unos sistemas complejos y muy injustos. Obsérvese que todos los intentos de establecer regímenes igualitarios han desembocado en totalitarismos inaceptables.

El establecimiento de sistemas igualitarios es ya imposible dada la peculiar idiosincrasia desarrollada a lo largo de la evolución en nuestra especie. Quienes lo han intentado, o lo siguen intentando por métodos revolucionarios son personas ambiciosas cuyo ego no les permite percibir la realidad; su osadía corre pareja con su ignorancia, sembrando falsas expectativas e infelicidad en personas idealistas o ambiciosas e igualmente ignorantes.

Otra cosa, perfectamente posible y realista, es el establecimiento de una legislación pertinente que lime diferencias, soslayando injusticias, impidiendo marginaciones y propiciando una igualdad de oportunidades justa y viable. Pero es poco probable en tanto la legislación esté en manos, precisamente, de aquellos privilegiados que se verían despojados de esos privilegios.

José Manuel Gómez Gutiérrez es Doctor en ciencias Químicas, Premio Nacional de Doctorado. Ayudante, Colaborador e Investigador Científico del C.S.I.C. Primer Catedrático de Ecología de la Universidad de Salamanca.