Publicado 17/10/2017 08:00

Antonio Casado.- El PSOE, con el Gobierno

MADRID, 17 Oct. (OTR/PRESS) -

Es reconfortante comprobar que el Gobierno y el PSOE hablan con una sola voz frente a un desafío independentista que, por desgracia para sus promotores, va camino de convertirse en un nuevo e histórico fracaso.

La posición de Ferraz se ha hecho nítida, inequívoca, de apoyo al Gobierno en las medidas que aún pueda tomar a partir del jueves que viene, cuando se cumpla el ultimátum de Moncloa sobre la vuelta a la legalidad de quienes la abandonaron con la absurda pretensión de crear una fuente de soberanía distinta a la contenida en el marco constitucional.

Creo que habíamos sido injustos con Pedro Sánchez cuando le reprochábamos los peros añadidos a su alineamiento con el Gobierno en defensa de la Constitución. Esos peros han desaparecido cuando el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, se ha permitido pasarse por el arco del triunfo, con una nueva larga cambiada, el doble emplazamiento del Gobierno (lunes 16 para decir si está declarada la independencia y jueves 19 para volver a la legalidad). Tampoco puede ignorarse que la firmeza socialista asociada a la de Moncloa es condición previa a la complicidad de Rajoy con la propuesta de reforma constitucional formulada por Pedro Sánchez. Una propuesta que sitúa al PSOE en la centralidad y, en oportunas palabras de Miquel Iceta, convierte lo convierte aquí y ahora en "el partido refugio". Esta solidez del PSOE en la remada conjunta del constitucionalismo en defensa del Estado es una de las causas que han convertido en irrelevantes las noticias políticas y judiciales del lunes. Descontado ya el fracaso del "proces", ya deja de ser relevante que a Trapero le metan en la cárcel o no. Y nadie se toma en serio ya la respuesta de Puigdemont al ultimátum de Moncloa, que sigue reclamando absurdamente la cooperación dialogada del Estado en una voladura dialogada del mismo.

En cualquier caso, la firmeza de la postura socialista solo es uno de los elementos que han contribuido al fracaso de esta intentona golpista del nacionalismo catalán. Los otros están muy claros. A saber: aislamiento internacional, fractura del bloque independentista y fuga del poder económico. Todo eso ha conspirado contra las absurdas esperanzas de Puigdemont a cuantos creyeron que Cataluña podía convertirse a estas alturas en una unidad de destino en lo universal.

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