Publicado 03/04/2017 08:00

Carlos Carnicero.- En defensa de los méritos de Nicolás Maduro

MADRID, 02 Abr. (OTR/PRESS)

Tuve el privilegio de residir durante tres meses en Caracas en el año 1988. Conocí personalmente a Rafael Caldera y acompañé, durante una semana durante la campaña electoral, al candidato Carlos Andrés Pérez, entonces respetable dirigente de la Internacional Socialista. Entrevisté a muchos líderes políticos, sindicales y empresariales.

Venezuela nadaba en petróleo como lo hace ahora. Era un país que no tenía producción industrial. Se importaban hasta los pomos de las puertas y los grifos de los baños. Era el mayor consumidor de Whisky por habitante del mundo.

La corrupción permitió la eclosión de inmensas fortunas. Solo había que conseguir el cambio oficial de moneda para exportaciones que se consideraran estratégicas. Ahí estaba la clave. En Venezuela vivían muchos ricos que ocupaban la lista Forbes.

La división de la sociedad por renta y color de la piel era drástica. Un porcentaje enorme de la población más pobre ni siquiera tenía existencia legal. Carecían de carné de identidad y por supuesto no tenían derecho a votar en los procesos electorales.

La llegada a la presidencia de Hugo Rafael Chávez Frías el 2 de febrero de 1999 significó la esperanza para los más desfavorecidos. Hoy, dieciocho años después la población carece de los alimentos necesarios por la sencilla razón de que no llegan a los supermercados. Uno de los países con más reservas de petróleo del mundo no puede dar alimentos a sus ciudadanos. No hay medicinas ni insumos imprescindibles.

Quién sucedió a Chávez a su muerte, Nicolás Maduro, ha caído en una deriva autoritaria cuyo último episodio reciente ha sido el intento de cancelar la Asamblea Nacional y traspasar sus competencias como poder legislativo al Tribunal Supremo. El dislate de este golpe de estado ha sido tan grande que el régimen ha tenido que recular.

Venezuela es un sistema autoritario sin separación de poderes porque aunque la Asamblea legislativa haya recuperado su estatus, sus funciones están tan mermadas que no puede ejercer su labor en libertad.

Nicolás Maduro tiene el enorme mérito de haber frustrado las aspiraciones de los venezolanos más desfavorecidos. El grado de corrupción ha hecho naufragar una economía que flotaba sobre el petróleo. Mantiene en la cárcel a los líderes opositores. En el mundo nadie defiende su régimen excepto el partido español Podemos, que como ha estado subvencionado por Maduro está obligado a defenderle.

El presidente Maduro tiene el mérito de haber conseguido lo imposible. Que un régimen petrolero no permita que sus ciudadanos puedan comprar papel higiénico.

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