Publicado 20/02/2018 08:00

Fermín Bocos.- Líderes a la baja

MADRID, 20 Feb. (OTR/PRESS) -

Lo peor que le puede pasar a un partido político es que sus electores dejen de considerarlo útil. Que decidan votar otras siglas o por falta de confianza en los dirigentes políticos del momento. Algo de eso está pasando ya en España.

Amén del porcentaje de intención de voto que concitan los diferentes partidos, la última encuesta del CIS aporta también datos interesante para medir el grado de aceptación (confianza/valor de liderazgo) de los principales dirigentes políticos del momento.

La puntuación que obtiene Mariano Rajoy, deviene en paradoja porque pese a ser uno de los dos líderes peor valorados (el otro es Pablo Iglesias) su partido, el PP, aunque retrocede significativamente respecto de las últimas elecciones, sigue siendo el más votado. La puntuación obtenida por Pedro Sánchez (PSOE), es mediocre y en el caso de Pablo Iglesias (Podemos) revela el acelerado declive de su popularidad.

Entre los votantes del PP Mariano Rajoy despierta un entusiasmo perfectamente descriptible: sólo un 2,8 sobre los diez puntos posibles. Peor parado sale Iglesias que con un 2,5 es el líder menos valorado. Sánchez alcanza un 3,6 y Albert Rivera un 4.

Analizando otros datos, los referidos a cómo puntúan los seguidores de cada uno de los partidos a sus respectivos líderes llegamos a una conclusión que invita a la melancolía. Resulta que los votantes del PP a Mariano Rajoy le dan un aprobado discreto (6,2); lo mismo que a Alberto Garzón entre los fieles de Izquierda Unida. El caso de Pedro Sánchez (¡recién elegido como quien dice para ocupar la secretaría general!) es preocupante porque entre los seguidores del PSOE sólo consigue un 5,8. Los votantes de Podemos aún confían menos en Pablo Iglesias (5,4), aprobado raspado, un caso llamativo de desconfianza endógena. El mejor valorado entre sus votantes es Albert Rivera, pero la puntuación (6,3) tampoco es para tirar cohetes.

La conclusión en la que desembocan todos estos datos es que vivimos un tiempo en el que los votantes perciben que los partidos políticos se han transformado en empresas cuyo principal afán es perpetuarse en el poder o alcanzarlo, lo cual les lleva a preterir como objetivo la gestión de los intereses de los ciudadanos. A sus líderes se les vota, pero no concitan gran estima. Mal asunto.

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