Publicado 23/04/2017 08:00

Siete días trepidantes.- Cuando el dragón es más importante que San Jordi

MADRID, (OTR/PRESS)

Me cuentan que la Generalitat catalana anda por ahí organizando actos de sabor netamente independentista con el pretexto de que San Jordi es una fiesta nacional que va mucho más allá del libro y la rosa. Actos, por ejemplo, como el del pasado jueves en Lisboa, donde se equiparó el 'procés' catalán con el movimiento de las fuerzas armadas el 25 de abril de 1974, aquella 'revolución de los claveles' que, por supuesto, nada tiene que ver, pero es que ni de lejos, con lo que pretenden estos modernos companys. La 'diplocat', como se está repitiendo mucho estos días, se empeña en hacer el ridículo internacional allí donde va.

Y entonces, el mismísimo vicepresidente Oriol Junqueras se larga un discurso sobre el referéndum en un acto en el que se potenciaba internacionalmente la Diada como valor cultural internacional y al que asistía la vicepresidenta Sáenz de Santamaría que, a tenor de lo que muestran las fotos, parece no tener mala sintonía con el líder de Esquerra. Yo creo que esa buena sintonía, mas las dosis de pragmatismo que todos le atribuyen a Junqueras, más la total imposibilidad de la independencia, más la necesidad que tiene el Gobierno central, acosado por los casos (pasados, pero que ahí están, en las portadas de los periódicos) de corrupción, de mostrar resultados y éxitos, son factores que hilvanarán algún fruto. Desde luego, independencia no va a haber. Y referéndum independentista, más allá de las algaradas, tampoco.

Pero no será, ya digo, sin brindis al sol, como el del propio Junqueras asegurando que, si no hay referéndum porque 'Madrid' lo impide, habrá proclamación unilateral de la República de Catalunya libre e independiente. Como si eso fuera coser y cantar, y no hubiese al menos la mitad de los catalanes, más la totalidad del resto de los españoles, opuestos a esos planes locos, insisto, propios de un Companys de estos tiempos.

El dragón no puede ser más importante que Sant Jordi, ni desde la plaza de Sant Jaume, que aquí todo va de santos, se puede pretender decidir cosas que afectan al conjunto de España. Y la independencia de Cataluña afecta al conjunto de España, quiéralo o no un cada día más desdibujado, menos protagónico, Puigdemont. Y ahí, en la pugna por la hegemonía entre los dos personajes que encabezan la Generalitat, está una de las explicaciones de la caótica marcha que lleva el 'procés'.

Ahí, y en la sensación, yo creo que errónea, que tiene, me cuentan, Puigdemont, de que el Gobierno central se tambalea. Companys trató de aprovechar la debilidad de la Repúbica para lanzarse al balcón a proclamar la independencia. Pero los tiempos son diferentes, y el Reino de España no es aquella república de 1934. Apañados estaríamos si casos como el del impresentable Ignacio González y su ex jefa pudiesen hacer tambalear un Gobierno que, en Europa -y he podido comprobarlo estos días, en los que he estudiado más a fondo lo que está ocurriendo en Francia_ se tiene como uno de los más fuertes de la UE. Desde la Generalitat creen que pueden aprovechar estas horas de zozobra en La Moncloa -porque zozobra sí que hay, y reacciones tardías e ineficaces, también_ para acelerar el 'procés'.

Y no se da cuenta Puigdemont -yo pienso que Junqueras algo, algo, sí percibe_ de que es el 'procés' y su loco galope lo que ahora más asienta y fortalece al inquilino de La Moncloa, porque cunde la impresión, en este minuto, de que, después de él, del inquilino, digo, el diluvio; fíjese cómo deben estar las cosas para que se imponga esta sensación, la de la imprescindibilidad actual del muy pasivo Rajoy, en una parte mayoritaria de la ciudadanía, según se desprende de no pocas encuestas y de la simple constatación de la realidad. Pero, claro, ¿cómo pueden apreciar esta realidad quienes confunden 1934 con 2017, la 'revolución de los claveles' con el 'procés', al José Afonso de 'Grándola, vila morena' con Lluis Llach, Sant Jordi con el dragón?

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