Actualizado 19/08/2018 08:00

Victoria Lafora.- Aparten de mí este cáliz

MADRID, 19 Ago. (OTR/PRESS) -

Esta frase, u otra parecida con el mismo sentido, es común entre la clase política cuando tiene que afrontar su parte de responsabilidad ante una catástrofe. Viene esto a cuento ante los dos derrumbes dramáticos producidos este verano: el muelle del puerto de Vigo y el puente de la autopista de Génova.

En ambos casos, y con responsables políticos de muy distinto espectro ideológico, la respuesta ha sido idéntica: echar balones fuera y culpar o otras administraciones. En el caso gallego, la autoridad portuaria y el alcalde de Vigo, el socialista Abel Caballero, se enzarzaron en una batalla de comunicados sobre quién era el culpable de la negligencia en el mantenimiento de la infraestructura. Todavía seguían hospitalizados gran parte de los cuatrocientos sesenta y siete espectadores que esa noche de verano asistían a un festival. El arquitecto Guillermo Vázquez, que ganó el Premio Nacional de arquitectura, precisamente con su proyecto de ordenación del Frente Marítimo de Vigo, se lamentaba del absoluto estado de abandono de una infraestructura que se vendió a los vecinos pomposamente como la forma de abrir la ciudad al mar. Ahora, tras años de dejadez y roída por la corrosión, la infraestructura colapsa y arroja al mar, junto con los cascotes, a cientos de esos mismos vecinos. Pero ahora nadie es responsable.

Menos mal que Abel Caballero ya ha adelantado que el ministerio de Fomento se hará cargo de la reconstrucción... porque los heridos y sus familias andan en otras preocupaciones y la juez encargada del caso trata de dilucidar de quien dependía el mantenimiento, dado el evidente deterioro de las vigas que soportaban el pantalán.

En cuanto a Italia, el ultraderechista y xenófobo ministro del Interior Matteo Salvini no se ha andado con rodeos, ha culpado directamente a la UE del derrumbe del puente de Génova en el que han perdido la vida mas de cuarenta personas. Eso sí que es tirar balones fuera. Bruselas no ha tardado ni un minuto en responder que Roma recibe millones de euros de ayuda comunitaria para infraestructuras con los que podía haber tenido mayor cuidado de su obra publica. Horas después, y antes de irse de fiesta, Salvini corregía el rumbo y culpaba a la compañía encargada del mantenimiento.

Pero lo más graves fue que, mientras los servicios de urgencias buscaban entre los enormes trozos de la autopista desplomada los cuerpos de las víctimas, el ministro de Interior se fue de cena con sus correligionarios y dejó numerosas imágenes del jolgorio en las redes sociales. Todo un ejemplo de empatía, solidaridad y responsabilidad cívica y política.

Su socio de Gobierno, el movimiento Cinco Estrellas, ha puesto el grito en el cielo, desmarcándose de la vergonzosa gestión de la tragedia.

La pendiente al vacío en el que se ha convertido la autopista genovesa puede indicar el camino de los populismo de derecha e izquierda que se han hecho con el poder en Italia y en gran parte de Europa, a base de vender humo y huir cuando ocurre una tragedia.

Ejercer la política consiste en asumir responsabilidades. Si no, a casa.

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