Publicado 19/11/2017 08:00

Victoria Lafora.- Raca, raca...

MADRID, (OTR/PRESS)

Cuando ya nos habíamos acostumbrado a que cualquier político catalán, del sector independentista por supuesto, hiciera declaraciones arrepintiéndose de la DUI, llega Marta Rovira, número dos de Oriol Junqueras, con el relato de terror de un supuesto ejército español dirigiéndose a Cataluña, con las armas cargadas, para provocar un baño de sangre si se atrevían a seguir con la independencia.

Puede ser el pistoletazo de salida de la campaña electoral y, de ser así, anuncia una exacerbación del victimismo con el que mantener prietas las filas. O podría ser también que Rovira, ungida como sucesora del líder de ERC encarcelando, trate de justificar el fiasco de una declaración que nunca fue y que acabó con medio Govern fugado y la otra mitad en Estremera. La que puede ser la próxima presidenta de la Generalitat, ante el difícil porvenir procesal de las, hasta ahora, "estrellas del proces", trata de justificar el fiasco y recuperar el ánimo de los "indepes" defraudados y desmotivados. No es que los promotores de la DUI se dieran a la fuga, es que " el Estado opresor" amenazaba con un baño de sangre.

Por la misma razón que ha calado el argumentario de llamar " presos políticos" a los dirigentes para los que la juez Lamela ordenó prision preventiva, por la gravedad del delito, posible reincidencia y riesgo de fuga, habrá gente que se crea este nuevo cuento de terror de Marta Rovira.

Se prepara así una campaña cansina, con "las cartas desde mi celda" de Junqueras, las entrevistas incendiarias desde Bruselas de Puigdemont, el nuevo brío de Rovira, el quiero y no puedo de Colau, y todavía está por ver si el expresident de la Generalitat no protagoniza el último golpe de efecto y se vuelve a España, días antes de los comicios, para levantar las encuestas que le son adversas, con la imagen de un furgón policial, en una noche fría de invierno, camino de prision.

Menos mal que Carme Forcadell, tras su compromiso con el juez del Supremo, guarda un prudente silencio y, aunque va en las listas de ERC, no es de esperar que se dedique a defender la independencia unilateral con el ardor con que lo proclamaba hasta hace bien poco.

Si alguien pudo sospechar que el suflé catalán había bajado se equivoca y de aquí hasta el 21 de diciembre la sociedad va a seguir bajo el "raca, raca" del derecho a decidir, mientras se corre un tupido velo sobre el desaguisado social y el coste económico que para las arcas públicas de Cataluña va a suponer la aventura independentista.

De momento, las ofertas de reformas sociales, de incentivos al empleo, o de apuesta por las infraestructuras brillan por su ausencia y lo único que se escucha es más de lo mismo pese al fracaso. Eso sí, ahora dicen que se lo van a tomar con más calma porque las cosas de la independencia no se pueden hacer deprisa y corriendo.

En las manos de los votantes catalanes está el decidir si quieren seguir así y por cuánto tiempo.