MADRID, 15 Abr. (OTR/PRESS) - A casi nadie le preocupa la pérdida de la memoria reciente en el País Vasco. La desmemoria voluntaria y activa de la gran mayoría de los ciudadanos vascos hacia ETA y sus crímenes, sea cual sea su espectro político y sus valores o sus sentimientos religiosos, con mínimas excepciones. Lo prueban las encuestas que sitúan a Bildu como el partido más votado, por encima, incluso, del PNV. La educación y la religión, no sólo aquí, pero sobre todo aquí, son una de las claves para interpretar lo que está pasando. También la dejadez de los Gobiernos del PSOY del PP a cambio de los votos vascos. Con menor intensidad que en Cataluña, los nacionalistas vascos fijaron sus prioridades: mantener el cupo vasco, la excepcionalidad constitucional, sacar todo lo posible de los Gobiernos centrales y controlar la educación como arma identitaria para el control ideológico. El PNV pensó que su liderazgo era eterno, como el mismo Dios, y durante décadas dejó que unos extremistas sin conciencia movieran el árbol mientras ellos se encargaban de recoger los frutos. Y, mientras tanto, educaban en las ikastolas a los niños, encaminándolos hacia el orgullo de la patria vasca. Todavía lo siguen haciendo. Pero Bildu les ganó la batalla.