MADRID, 2 Abr. (OTR/PRESS) - Lejos de mi ánimo el criticar los viajes oficiales al extranjero del presidente de mi Gobierno. Pero el desplazamiento iniciado este lunes a Jordania, Arabia Saudí y Qatar tiene, me parece, escasa justificación en estos momentos, más allá del deseo del jefe del Gobierno de España de convertirse en algo semejante a aquel Clinton que abrazaba, en foto memorable, la firma de la paz de los acuerdos de Oslo entre Arafat y Rabin. Pero, claro, ni Sánchez es el presidente de los Estados Unidos, ni Arafat está ya entre nosotros, ni el actual Netanyahu es precisamente aquel buen primer ministro israelí Isaac Rabin. Ni la situación es la misma que en 1993. Ni, ya que estamos, el Parlamento español ha albergado debate de política internacional alguno, con la que está cayendo.