Nava del Rey: 270 años al calor de las hogueras

Ayuntamiento de Nava del Rey
AYUNTAMIENTO DE NAVA DEL REY
Actualizado: lunes, 30 noviembre 2015 10:01

MADRID, 28 Nov. (EUROPA PRESS) -

   La localidad vallisoletana de Nava del Rey sumará estos días 270 años, casi tres siglos, cumpliendo ininterrumpidamente con una tradición que en 2008 fue reconocida como Fiesta de Interés Turístico Regional y que actualmente aspira a merecer también el título de Interés Turístico Nacional.

   Se trata del ritual de la Bajada y la Subida de la imagen de su patrona desde la ermita en la que permanece durante todo el año, situada en un altozano a aproximadamente un kilómetro de la ciudad, hasta la iglesia parroquial, a través de un recorrido jalonado de hogueras.

   La procesión de La Bajada tiene lugar el 30 de noviembre de cada año y La Subida, todos los 8 de diciembre, y ambas citas congregan siempre a varios miles de personas entre los ciudadanos de la localidad y visitantes que acuden a conocer y compartir la Fiesta.

   El elemento distintivo que convierte en única a esta Fiesta es el ambiente en el que tiene lugar, fruto del esfuerzo de la localidad por que el ritual se desarrolle de igual forma y manteniendo todos y cada uno de los detalles con que se llevó a cabo por vez primera a finales del siglo XVIII.

   Así, lo más llamativo y original de la celebración es el hecho de que conserve la tradición de colocar a ambos lados del recorrido de la comitiva una hilera de hogueras prendidas, formadas con la madera recogida en los pinares de esta zona de Castilla.

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ORIGEN

   La Fiesta y su tradición tienen origen en 1745. En ese año, el Ayuntamiento de la Ciudad acordó nombrar patrona a la Inmaculada Concepción y celebrar todos los años y "a perpetuidad" un novenario en su honor del 30 de noviembre al 8 de diciembre, y dictó que, para ello, su imagen se 'bajaría' desde la ermita en la que se venera hasta la parroquia.

   No obstante, ese primer año se dio la circunstancia de que en el momento en que Nava del Rey se disponía a trasladar a su patrona hasta la iglesia parroquial, una gran tormenta alcanzó la Ciudad y obligó a los vecinos a colocar hogueras por las calles para iluminar el camino de la comitiva. Muchos vecinos optaron además por señalar el recorrido con los denominados 'pegotes' (antorchas realizadas a partir de esparto y pez).

   La procesión resultó tan llamativa y vistosa que, desde entonces, los navarreses mantienen la tradición de colocar hogueras a lo largo del recorrido y de portar 'pegotes' al igual que hicieron en aquella originaria noche tormentosa de 1745. De hecho, ello ha derivado en que la Fiesta se conozca también con el apelativo de 'Virgen de los Pegotes'.

   Además de las hogueras y los 'pegotes', otro de los elementos característicos de la celebración es el coche en el que Nava del Rey traslada la imagen de su patrona.

   Se trata de un vehículo que data de 1893, año en el que fue construido expresamente para este ritual, gracias a la aportación que entonces realizó una familia de la localidad, y que aún se conserva y se utiliza. Hasta esa fecha, los navarreses portaban a la imagen en andas o en carruajes que cedían los vecinos.

   La localidad vallisoletana mantiene así el rito de trasladar a su patrona en el centenario coche, que es tirado por cuatro mulas que varios vecinos se encargan de guiar por el recorrido de forma voluntaria y desinteresada y que, a su vez, siguen cumpliendo con el ritual de ataviarse con el mismo tipo de ropa de abrigo y de cubrirse la cabeza con un pañuelo que les protege de las chispas que saltan de las hogueras.

   El Ayuntamiento cumple asimismo con la costumbre de obsequiar a los muleros con un puro que fuman durante la procesión y los vecinos de la calle por donde discurre la comitiva con la de salirles al paso para ofrecerles un vaso del típico vino rancio de la Ciudad, con el que pretenden ayudarles a combatir las bajas temperaturas que los termómetros marcan en esas fechas del año por la zona.

   El tercer elemento que se suma al fuego y al histórico carruaje para imprimir el carácter único de esta Fiesta son los vítores y piropos que los vecinos lanzan a voz en grito a su patrona al paso de la comitiva. La Ciudad atesora un amplio repertorio de estos vítores que ha pasado y sigue pasando de generación en generación.

AMBIENTE ÚNICO

   La suma de todos estos elementos conforman un ambiente único, que aúna la Fiesta y el recogimiento. Los ciudadanos y visitantes se ven envueltos por el calor, el humo y el olor de las hogueras de pino, por el sonido del crepitar del fuego, del repicar las campanas y de los vítores de los vecinos, por la imagen de una comitiva que conserva todos los detalles de siglos atrás, y por el sabor de las castañas asadas y el vino rancio.

   Todo ello confluye a un tiempo para generar un marco extraordinario de calor, luz, sonidos y sentimiento, que además contrasta con la oscuridad y el frío de las noches de invierno de la meseta castellana en las que se celebra el ritual.