El mundo oculto en las entrañas de Ojo Guareña

Monumento Natural Ojo Guareña en Burgos
MIGUEL ANGEL MUNOZROMERO
Actualizado: sábado, 6 junio 2015 11:29

Tercer complejo kárstico más largo de España y el decimoctavo del mundo

MADRID, 6 Jun. (EUROPA PRESS) -

El Monumento Natural de Ojo Guareña, en la zona norte de la provincia de Burgos, ofrece un mundo oculto en sus más de 110 kilómetros de cuevas vírgenes en cuyo interior se puede encontrar uno de los mayores conjuntos de estalactitas, estalagmitas y coladas de España, así

como pinturas rupestres, y especies invertebradas endémicas.

Las Merindades, la zona más montañosa y húmeda de la provincia de Burgos, gracias al choque de los climas mediterráneo y cantábrico, cuenta con una serie de reclamos que la hacen única en España.

Cascadas como las de Pedrosa de Tobalina u Orbaneja del Castillo, ermitas construidas en monumentales entornos calizos como las de San Bernabé o Tobera, y cuevas de fácil acceso como la de San Tirso y San Bernabé o la del Agua son algunos reclamos de esta zona, coronada por el conjunto geográfico conocido como Ojo Guareña.

Esta última conforma una zona de 13.850 hectáreas declarada Monumento Natural cuya importancia no solo radica en la superficie, sino también en sus entrañas, bajo tierra.

COMPLEJO KÁRSTICO ÚNICO EN ESPAÑA.

Más de cien kilómetros de cuevas naturales, sin prácticamente haber sufrido la acción del hombre, se extienden en un complejo kárstico único en España por sus características, que conforman el tercero más largo de España y el decimoctavo del mundo.

Un conjunto donde una de sus grandes protagonistas es la llamada cueva Palomera, declarada Bien de Interés Cultural, y de acceso medianamente sencillo pero totalmente salvaje en su interior, con una extensión máxima para visitantes de 2,5 kilómetros.

La cueva constituye un punto caliente de biodiversidad mundial por contar con hasta 35 especies invertebradas endémicas. Para entrar en ella se pueden contratar visitas guiadas desde la Casa del Parque de Ojo Guareña en el pueblo de Quintanilla del Rebollar.

La visita comienza en la Dolina de Palomera, desde donde se puede vislumbrar la entrada a la cueva y en cuya rampa se descubrieron cerámica prehistórica, lascas de sílex, percutores, molinos de piedra y útiles de hueso.

Una vez dentro, el visitante desciende unos 70 metros hasta el cuarto nivel (las galerías están dispuestas en seis niveles diferentes, todos unidos entre sí, teniendo en cuenta que los ríos Guareña y Trema actualmente transcurren por los niveles cinco y seis).

TECHOS QUE BRILLAN.

En esta primera sala, llamada Edelweiss en honor del grupo espeleológico que lleva topografiando las cuevas desde 1956, se encuentran techos que brillan fruto de la condensación del agua y las bacterias de su interior. Un espectáculo sin igual, ya que algunas veces parecen diamantes, otras pepitas de oro y otras, un cielo nocturno estrellado.

En esta estancia también destaca la Sala de la Pinturas, donde sobresalen algunas pinturas rupestres de entre 11.200 y 10.600 años de antigüedad que representan grandes triángulos invertidos, figuras que parecen animales y otras antropomorfas. En este sentido, el acceso está restringido para evitar su deterioro.

La cuarta parada de la visita es la Galería Principal, que posee un hundimiento en el techo que permite observar un conducto calizo del tercer nivel, mucho más rojizo, así como un fósil de una caracola y de un erizo de mar, lo que deja entrever que hace muchos miles de años el mar llegaba hasta ese punto.

A continuación, una de las estancias más impactantes de cueva Palomera: el Balcón del Enterramiento. Coladas, estalactitas y estalagmitas de diferentes coloraciones decoran el espacio donde reposan también los restos de un enterramiento que es toda una incógnita para los expertos.

A partir de aquí, la cueva se ramifica. Por cada kilómetro cuadrado en la superficie, hay 30 kilómetros de galerías subterráneas. Una parada importante dentro del recinto es la estancia en la que se puede ver la sima Dolencias -con 23 metros de profundidad- y el sumidero del Arroyo de Villamartín -de 54 metros-, dos agujeros verticales que unen el exterior de la cueva con el interior y que en los meses de grandes lluvias funcionan como sumideros creando cascadas espectaculares.

Por último, en la cueva Palomera destacan dos salas: la Sala Cacique --que se caracteriza por sus grandes dimensiones y por los huecos creados por gotas de calcita sobre los sedimentos arcillosos que la componen, creando una acústica excelente-- y el Museo de Cera, llamada así por la gran cantidad de estalactitas y estalagmitas que posee, destacando una gran columna en medio de la sala.

Como curiosidad, en 1956, el párroco Isidoro Bocanegra ofició una misa en la sala para los espeleólogos de la zona. Hoy en día, aún se puede ver el altar rudimentario que utilizaron para tal fin usando rocas de la cueva.

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