En Sudán del Sur solo quieren que la vida vuelva a la normalidad

Distribución de alimentos por el CICR en Sudán del Sur
ERIKA TOVAR GONZALEZ/CICR 
Actualizado: sábado, 27 octubre 2018 9:13

El CICR entrega ayuda a miles de personas que llevaban tres meses aisladas por los enfrentamientos

YUBA, 27 Oct. (Por Erika Tovar Gonzalez, delegada de Medios de CICR Sudán del Sur) -

El paisaje debajo es un 'collage' de azul y verde, ríos que desbordan en pantanos. Cuesta imaginar cómo la gente puede haber sobrevivido aquí durante los últimos tres meses después de que los enfrentamientos hicieran imposible que las organizaciones humanitarias llegaran hasta ellos. La seguridad es una preocupación siempre presente en Sudán del Sur. Tuvimos que esperar hasta que la comunidad y nuestro equipo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) pudieron reunirse en condiciones seguras.

Llegamos mientras miles de personas se congregan. Han llegado desde seis localidades distintas para recibir comida y material de cobijo. Muchos de ellos han perdido todo varias veces desde que el conflicto estalló hace cinco años.

"No tenemos nada. He perdido mi balón de fútbol y mis ropas", me cuenta un chico de 14 años. Le pregunto qué ha vestido en los tres últimos meses, desde los últimos enfrentamientos. "Esto", responde, señalando a su camiseta.

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Como él, muchos de los niños duermen y viven solo con eso, una camiseta o un simple vestido después de que sus pertenencias fueran robadas o quemadas junto con sus casas.

"¿Has perdido a alguien cercano?", le pregunto. "Sí, a mi tío. Era la persona más cercana que tenía después de que mi padre fuera asesinado dos meses antes. Estaba escapando con él cuando fue disparado", explica. Su historia, desgraciadamente, no es única.

"COMEMOS CUALQUIER COSA QUE PODEMOS ENCONTRAR"

Me encuentro con un hombre que se prepara para ayudar con la distribución: "¿Qué ha estado comiendo?", le pregunto. "Cualquier cosa que podemos encontrar. No pensamos en ello", responde. "¿Podéis encontrar pescado en el río?", le inquiero. El río está a dos horas de distancia, lo que puede suponer un riesgo de seguridad.

"A veces, pero no tenemos aparejos de pesca. Es difícil pescar sin ellos", señala. "¿Cultiváis?", pregunto. "Nuestras herramientas fueron robadas junto con las redes de pesca", me contesta.

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Las familias han perdido lo que tenían incluidos sus animales, cosechas y comida almacenada. Esto ha hecho que sea extremadamente difícil para ellos tener suficiente para comer. Esto ha ocurrido ya muchas veces: el hambre es una realidad que agobia a millones de sursudaneses. Sin asistencia, queda claro que la gente podría deslizarse hacia una situación grave.

AYUDA DESDE EL CIELO

Hoy haremos tres rondas de distribuciones por aire. Cada bolsa pesa 50 kilos y se lanza desde una altura de 200 metros. Algunos miembros de la comunidad se encargan de mantener a la gente a salvo fuera de la zona de lanzamiento, mientras que otros organizan las bolsas por contenido --sorgo, arroz, judías, sal, azúcar y lonas--.

Todo el mundo ayuda, los niños están excitados, y las mujeres están ocupadas separando la comida y organizando las bolsas para que sean más ligeras de transportar. Algunos caminarán un día entero, incluso más, para llegar a casa. Necesitan quedarse aquí durante la noche, refugiados bajo los árboles para poder comenzar su largo camino de vuelta a casa.

La gente que vive en casas cerca de la zona de entrega cobran una pequeña cantidad de comida para conservar las raciones de la gente hasta que pueden volver y llevarse el resto a casa.

NO MUCHOS HOMBRES PARA AYUDAR

Más de 30.000 personas están recibiendo la asistencia y solo unas pocas decenas de hombres se encuentran en la distribución. "Los hombres devuelven el ataque, por eso son objetivos durante los mismos. Mientras, las mujeres cogen lo que pueden y huyen con los niños. Así es cómo terminan separados", me cuenta un líder comunitario.

Algunos hombres han sido asesinados mientras que otros han desaparecido y algunos huyeron para nunca volver.

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Mujeres y niños hacen a diario cerca de 200 llamadas por teléfono vía satélite durante estas distribuciones. El CICR ofrece el servicio para ayudar a las familias a comunicarse con sus parientes. En la zona no hay redes de comunicación.

UNA VIDA A LA FUGA

Durante estos cinco años de conflicto, unos 2,5 millones de sursudaneses se han convertido en refugiados, mientras que 1,5 se han visto desplazados dentro del país, según varios informes. Eso significa más de una tercera parte de la población de 12 millones de Sudán del Sur.

En algunas comunidades, como esta que estamos visitando, las familias huyen durante los enfrentamientos y vuelven más tarde. También han recibido a familias de las localidades de los alrededores. Incluso pese a haberse enfrentado a varias confrontaciones, estar rodeado por agua es considerado una ventaja para escapar: pueden esconderse durante días en el agua o cruzar los pantanos donde no serán perseguidos.

Conozco a una mujer que parece tener poco más de 20 años, que buscó refugio en esta zona hace seis meses. "Nuestra localidad fue atacada", cuenta. "Nos fuimos a otra localidad, pero nos siguieron, así que vinimos aquí tras cruzar los pantanos", añade.

Pregunto cómo han sobrevivido todo este tiempo sin ayuda exterior. "No tenemos tierras. Hemos perdido todo. Buscamos frutas, raíces y a veces caminamos hasta un campo de desplazados para conseguir asistencia", explica.

Sus hijos no han ido a la escuela este año por los ataques. Todos los suministros escolares fueron robados y los frecuentes enfrentamientos no permiten que las clases continúen. Uno de los niños me cuenta que quiere ser doctor para ayudar a su comunidad. Cuando cada día es una lucha para sobrevivir, la educación se esfuma para convertirse en un sueño.

Las familias a menudo terminan separadas, con todos los miembros huyendo en distintas direcciones para escapar de un ataque. "Los niños quedan separados de sus familias durante la huída: se pierden, corren hacia distintos lados, o son secuestrados", me explica un líder comunitario.

En total, nos lleva tres semanas completar la distribución. La comunidad se ha mostrado muy cercana. Nosotros hemos estado muy cerca de ellos. Decenas de niños vienen cada día a jugar, a saludar, y a ver las fotos que les tomo. Se merecen un futuro mejor que el que les han dado, uno sin casas quemadas, hambre, y sufrimiento. En el que las escuelas están abiertas y los sueños de convertirse en médicos están al alcance.

Una mujer a la que conocí dice que ha perdido la cuenta de cuántas veces ha tenido que abandonarlo todo para escapar de ataques inminentes. Le pregunté que cuál era su mayor deseo:

"Si la vida vuelve a la normalidad, si llega la paz, todo estará bien. Nos quedaremos en casa sin huir al bosque. No sufriremos hambre o sufriremos para conseguir comida. Uno tendrá lo que necesita en casa. Eso es lo que necesitamos".