MADRID, 15 Oct. (CHANCE) -
Hace unas semanas veíamos como Alejandro Sanz se mostraba de lo más orgulloso y contento al inaugurar su estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood. Todo un acontecimiento mundial que sin duda demuestra la grandeza de este artista, un cantante que no ha dejado de producir éxitos y que nos hace vibrar con sus temas, una tarea que parece fácil, pero que cada vez se complica más por la emergencia de nuevos artistas en el mundo de la música.
Ahora, Alejandro Sanz presenta su nuevo álbum, en el que se aventura en contornos de expresión inesperados, pero también refina el modelo creativo que le ha convertido en referencia de la música popular a nivel global.
“Mares de miel” es el mejor ejemplo de esa capacidad para transformar sus propios estándares partiendo de los rudimentos esenciales de la canción, un formato que en manos expertas no entiende de límites ni restricciones. En este nuevo trabajo del madrileño –producido por Alfonso Pérez con Alejandro Sanz y Javier Limón; mezclado por Peter Walsh– encontramos diez composiciones dominadas por esa actitud renovadora.
Este álbum avanza imparable sobre los raíles de una melodía brillante, propulsada por un ritmo de sustrato flamenco que no necesita forzar el acento sureño. Sanz administra los poderes de la partitura con inteligencia. Dosifica el misterio de una letra sugerente que pellizca cerca del corazón, antes de explotar en uno de esos estribillos que se adhieren a la primera.
Pero la cosa no termina ahí, porque después desarrolla una sutil trama armónica con arreglos de metal que –sin salidas de tono ni exceso de subrayados– nos acompaña de camino al etéreo fade-out. Así, en las nubes, finaliza esta canción que supone otro hito en un repertorio como el de Sanz, jalonado por muchos pentagramas fundamentales que sus fans norteamericanos van a disfrutar en directo durante la gira que le llevará por Estados Unidos durante todo el mes de octubre.
