La muerte de Rocío Jurado fue el antes y el después en la relación de Rocío Carrasco con sus hijos

ROCÍO CARRASCO EN EL ENTIERRO DE SU MADRE, ROCÍO JURADO
ROCÍO CARRASCO EN EL ENTIERRO DE SU MADRE, ROCÍO JURADO - EUROPA PRESS REPORTAJES
Actualizado: jueves, 15 abril 2021 1:37

   MADRID, 15 Abr. (CHANCE) -

   La muerte de Rocío Jurado causó un antes y un después en todos los españoles. Su trise pérdida se comunicó en todos los informativos del país y en todos los programas de televisión. Sin duda, el cariño con el que siempre trató a los medios de comunicación y su carrera profesional, intachable, hicieron que el legado comenzara ese mismo 1 de junio del 2006.

   Nunca mejor dicho, todo comenzó ese día porque Rocío Carrasco, además de perder a su madre, ese mismo día supo que la relación con su hija había cambiado para siempre. La mujer de Fidel Albiac llevaba ya cuatro meses sin ver a sus hijos porque no se había separado del lado de su madre: “La capilla ardiente y el velatorio fue en Madrid, estuvimos allí y de ahí nos fuimos a Jerez en el avión, todos proporcionados por Paco, nos fuimos todos a hacer el entierro. Primero a velarla en su virgen de Regla, fue el entierro, aquello fue tremendo porque yo recuerdo ver gente por la autopista de Jerez a Chipiona, aquello fue tremendo. Cuando ya se quedó allí y yo fui consciente de que se quedaba allí, me vine para mi casa de Madrid, llamé por teléfono y le dije a mi abogado y le dije que llamase y que me trajeran a los niños".

   A los pocos días se reencontró con sus hijos y fue cuando se llevó una sorpresa tremenda: "Llevaba cuatro meses sin verle y de repente escuché el timbre y eran ellos. David vino corriendo empezó a darme besos ‘mamá no llores’, tenía siete años, me secaba las lágrimas y entonces viene Rocío, que tenía 9 años, se sentó en las escaleras y se quedó mirándome y me dijo ‘¿Mamá ahora qué va a pasar con las casas de Miami?’".

   Una pregunta que la madre no esperaba en absoluto y que le hizo entender que todo había cambiado: "En ese momento yo supe que todo había cambiado y que esa semilla del mal que yo siempre he dicho que habían implantado en ella había terminado germinando y estaba floreciendo. Empecé a llorar como una niña pequeña cuando escuché esa frase de una niña de 9 años que se acaba de morir su abuela, que su madre está destrozada, pero ella venía con una lección aprendida. Me di cuenta que había un antes y un después en esa niña que la había parido yo, pero que parecía que no tenía nada de mí”.

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