La austera y sobria Semana Santa de Valladolid

Semana Santa de Valladolid.
EP
Actualizado: jueves, 11 marzo 2010 12:00

Silencioso fervor que denota la austeridad y sobriedad en la expresión de su fe de los castellanos. Declarada de Interés Turístico Internacional, asistir a Semana Santa de Valladolid es visitar un museo en movimiento por las calles de la capital, que exhibe, durante casi diez días, los pasos o imágenes de los más grandes escultores del siglo de oro español como Gregorio Fernández, Juan de Juni, Francisco del Rincón, Pedro de Mena o la familia Ávila.

Diecinueve cofradías alumbran a los treinta y un pasos o grupos escultóricos procesionales que venerarán los vallisoletanos y los visitantes. Las raíces de estas celebraciones en la ciudad hay que buscarlas en el siglo XV aunque el esplendor de la imaginería castellana se produce en los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, en los últimos años hay tallas de reciente creación realizadas por escultores como Hernández Navarro o Miguel Ángel Tapia.

La procesión inaugural, tras los actos previos en la semana de dolores, anterior a la de la pasión de Cristo, es la de Las Palmas que representa la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Este desfile alegre está protagonizado por los menores de 14 años vestidos de penitentes, aunque sin capirote. En esta procesión, que transcurre por el casco histórico de Valladolid, hace su aparición el paso de "La borriquita", la más antigua de las imágenes que discurren por la ciudad y una de los más queridas por los pucelanos.

El martes santo se celebran dos de los actos más multitudinarios. La primera es la procesión de la Virgen de las Angustias con su Hijo, conocida como la del Encuentro. Cada vez que esta virgen sale a la calle congrega un numeroso público a las puertas de la Iglesia del mismo nombre. Madre e hijo se encuentran en la Plaza de Santa Cruz al caer la tarde, cuando protagonizan una de las escenografías más conmovedoras del programa. Por la noche, en la Procesión de la Peregrinación de la Promesa, dominada por "El Señor atado a la Columna", los cofrades y hermanas de penitencia prometen no pronunciar palabra durante la procesión general del viernes santo. Esta imagen, obra de Gregorio Fernández, es una de las más espectaculares. El Cristo lleva la espalda desnuda de ropa y llega de sangre y llagas producidas por los latigazos y, la expresión de su cara es la de la impotencia y la resignación mientras dirige la mirada al cielo buscando la piedad del Padre. El silencio y habitualmente el frio de la noche solo se rompe por la campana, que suelen tocar dos cofrades penitentes con los pies descalzos.

Silencio

Atronador es el silencio que se escucha en todas las celebraciones y durante toda la semana, que mezclado con el olor del incienso, las velas de los hachones y el sonido de los tambores y trompetas establecen un clima propicio para la reflexión interior.

Lo realmente complicado en Valladolid es asistir a todos los actos procesionales y la elección es difícil, por lo variado de estos y por la riqueza de sus imágenes, de los hábitos de los cofrades y por el fervor de los fieles. Pero la tradición en Valladolid es visitar las iglesias durante esos días, al menos así, pueden contemplarse dentro de los templos las imágenes castellanas que serán veneradas en las calles.

El miércoles santo, por la noche, hay multitud de procesiones. Destacan la de la Piedad. En ella "La Quinta Angustia" desfila al ritmo de su banda de música que incluye gaitas gallegas en plena ciudad castellana. Esta cofradía, además de ser de las más antiguas, es la más numerosa.

Los vallisoletanos sienten gran devoción por sus vírgenes, entre las que destacan La Vera Cruz, Las Angustias y la Quinta Angustia o de la Piedad. A ellas les cantan la salve. Otra de las más vistosas es la procesión de la Paz y Reconciliación en la que cofrades de todas las cofradías caminan mezclados produciendo una estampa multicolor de capirotes y capas que salen de la Iglesia de Santiago Apóstol.

Intensidad

El jueves santo es uno de los días más abundantes en actos. Por la mañana El Cristo de la Luz de la cofradía de la Universidad abre la agenda. Por la tarde destacan la procesión de la Sagrada Cena y a continuación la de Nuestra Señora de la Amargura, que exhibe los pasos "El Prendimiento", "Las lágrimas de San Pedro", el "Santísimo Cristo de la Exaltación", "El Monte del calvario", "La santa Cruz" y "Nuestra Señora de la amargura".

La noche es maratoniana pues los actos son muchos y todos, de gran belleza. A las once de la noche "El Cristo de la Agonía" sale a la Peregrinación del Silencio acompañado por la cofradía de Jesús Nazareno.

A las doce de la noche la Procesión del Santo Entierro aglutina a un numeroso público en la plaza del Monasterio de San Joaquín y Santa Ana para ver salir al Cristo Yacente, del taller de Gregorio Fernández y acompañar hasta el barrio de Girón a sus cofrades, que destacan por la cola de sus trajes de terciopelo negro adornados con galones oro y faroles en lugar de hachones. Lo más llamativo es el silencio de la noche, pues esta cofradía del luto no lleva banda musical. Solo una trompeta y dos timbales van anunciando, a su paso, la llegada del Cristo y la banda sonora es, en realidad, el sonido que las colas de los trajes de los cofrades emiten sinuosamente por las calles, de madrugada.

A la misma hora comienzan también la Procesión de la Vera Cruz y la del Cristo Despojado.

A la una de la madrugada llega otra de las más esperadas, la procesión de la Cofradía de las Angustias, que recorre durante horas las calles del centro. En ella participan "El Cristo de los Carboneros,", "San Juan y Santa María Magdalena al Pie de la Cruz", otro "Yacente" de Gregorio Fernández y la majestuosa Virgen de las Angustias, obra de Juan de Juni, realizada en la segunda mitad del siglo SVI.

Al alba, los caballos vestidos con faldones propios de la época de las cruzadas recorren Valladolid para despertar a sus ciudadanos y convocarles a las doce, hora de la crucifixión de Jesucristo al Sermón de las Siete Palabras en la Plaza Mayor.

A las seis y media de la tarde la procesión General de la Pasión reúne a las diecinueve cofradías con sus treinta y una imágenes en una celebración larga pero a la que merece la pena asistir. La ciudad se vuelca en todo su recorrido, en el que es prácticamente imposible encontrar un hueco. Es conveniente abrigarse pues el viernes santo, en la capital castellano-leonesa suele hacer frío, como si fuera una prueba más su austera devoción. El acto finaliza en las Angustias con el canto de la Salve Popular que entonan miles de vallisoletanos sobre la una de la madrugada. Muchos se llevan las sillas y alguna que otra manta para ver pasar la procesión, aunque lejos queda ya la antigua tradición de tirar piedras a las tallas de los sayones que azotaban a Cristo, los que solían acabar destrozados.

Resurrección

Finalmente, el domingo y a cara descubierta, los cofrades de Valladolid cambian las velas por flores y las hermanas acuden con mantilla blanca para celebrar la resurrección de Jesucristo que se encuentra con la Vírgen de la Alegría en la Plaza Mayor. Es Domingo de Resurrección.