Medina de Rioseco, en tierras del Canal de Castilla

Canal de Castilla
JOSEFINA BLANCO
Actualizado: martes, 15 junio 2010 14:18

MADRID, 15 Jun. (Por Diego García) -

La localidad de Medina de Rioseco y los municipios que conforman su entorno extienden sus dominios en la zona meridional de la comarca de Tierra de Campos, limitando al sur con el páramo de los Montes de Torozos. Bañada por el río Sequillo y por los canales de Campos y Macías Picavea, la villa de Medina de Rioseco es la cabeza del antiguo partido judicial y se erige, desde la Edad Media, como centro económico de la zona.

Los vestigios que testimonian la ocupación más antigua del solar riosecano se refieren al Neolítico, si bien sería durante la dominación romana cuando este punto se consolidó como importante cruce de vías y caminos que comunicaban el noroeste con el centro peninsular. De hecho, en el pago denominado la Huerta de los Frailes, cerca de la ermita de Castilviejo, se han recogido algunos restos que los arqueólogos catalogan de romanos.

Algunos autores identifican esta zona con la denominada "Forum Egurrorum" o plaza de los mercados, de época visigótica, preludiando la vocación ferial que alcanzaría su esplendor siglos después. También de esta época son los documentos que se refieren a la Tierra de Campos como Campos Góticos.

A partir de mediados del siglo IX y durante el siglo X esta zona es colonizada por el reino astur-leonés, acudiendo también mozárabes andaluces; de ahí quizá el topónimo de la villa, Medina.

Con el establecimiento de la España cristiana se producen continuos cambios en la villa, que pasa a manos de diferentes reinos y señores. Alfonso X el Sabio será el que establezca ya los límites fronterizos entre Medina de Rioseco y Valladolid. En aquellos años, Medina de Rioseco era cabeza de Concejo y tenía en las Cortes voz y voto, dependiendo de ella algunas aldeas de los alrededores.

A finales del siglo XIV, Juan I dota de escudo a la población y le otorga los títulos de muy noble y leal. Comienzan así los años de esplendor riosecano, que se ven plasmados en las muchas ferias y mercados que se celebraron, así como en la construcción de templos y palacios, erigidos bajo la tutela de la familia Enríquez. Será Felipe IV quien conceda a la villa el título de ciudad y se inicia la construcción de un canal que pretende conectar estas tierras con el mar.

Del siglo XIX la villa conserva uno de sus más cruentos capítulos; la batalla de Moclín, en la que las tropas francesas vencen a las españolas y toman la ciudad arrasando sus calles. Ya en la última mitad de este siglo finaliza la construcción del canal, se inaugura la línea férrea Valladolid-Rioseco y se ponen en marcha las fundiciones. Hoy en día, la villa de Medina de Rioseco ha emprendido un ambicioso proyecto con el que se pretende recuperar su importante patrimonio cultural y natural, a través de la intervención en sus monumentos y la recuperación de las instalaciones del Canal de Campos.

LA VISITA

- Iglesia de Santiago

La calle Mediana conduce al corro de Santiago, donde se alza el enorme templo del mismo nombre. Construida con las aportaciones de los fieles y de las cofradías penitenciales, las obras de la iglesia de Santiago duraron más de ciento cincuenta años.

De altísimos muros verticalmente marcados por contrafuertes, la iglesia de Santiago comenzó a construirse en 1533; sería Rodrigo Gil de Hontañón, uno de los más famosos arquitectos de la época, el encargado del proyecto, hasta su muerte, ocurrida en 1577.

Por aquellos años, ya había quienes consideraban el estilo gótico como un arcaísmo artístico, sin embargo, las soluciones técnicas y artísticas que derivaron del gótico tardío no tardaron en considerarse como una de las mayores perfecciones estéticas de la arquitectura española. De hecho, el templo de Santiago reúne en su traza un perfecto muestrario de estilos, visibles especialmente en las portadas exteriores: orientada al mediodía, la plateresca de Miguel de Espinosa; al norte, la gótica de Gil de Hontañón; y la principal, la clasicista de Álvaro de Tolosa.

A la muerte de Hontañón, se hace cargo de las obras Alonso de Tolosa, férreo seguidor del estilo herreriano, que intervino en la fachada principal, mientras que Felipe Berrojo se hizo cargo de los abovedamientos, ya en el último tercio del siglo XVII.

De planta de salón, el interior del templo participa del refinamiento propio del gótico final, con una amplia sala de tres naves sostenidas por esbeltos pilares fasciculados. Llama asimismo la atención la cabecera, formada por tres ábsides de gran pureza arquitectónica, y la portada lateral del mediodía, en la que intervino el escultor Miguel de Espinosa.

Pero sin duda, la principal joya de la iglesia de Santiago es el Retablo Mayor, de grandes proporciones y situado en el hueco del ábside central. Dedicado al titular de la iglesia, el apóstol Santiago, se construyó según las trazas de Joaquín de Churriguera; de la parte arquitectónica se encargaron los ensambladores Diego de Suhano y Francisco Pérez y de la escultórica el riosecano Tomás de Sierra, de acuerdo con las directrices de la escuela castellana.

El retablo consta de dos cuerpos y cinco calles enmarcadas por columnas profusamente decoradas, que contribuyen a acentuar la verticalidad del conjunto. Mientras, la decoración escultórica se centra en los episodios de la vida del apóstol Santiago.

Destacan asimismo en la iglesia de Santiago la excelente cajonería de la Sacristía y dos relieves de alabastro, así como el órgano situado sobre el coro, construido por los maestros organeros Antonio Pérez y Gregorio González.