Actualizado 26/11/2010 18:23
- Comunicado -

Una de las mayores catástrofes volcánicas del siglo XX podría haberse evitado

Se cumplen 25 años de la erupción del Nevado del Ruiz en Colombia en la que murieron 25.000 personas

Días antes se había presentado un preciso mapa de riesgo volcánico donde se anticipaba la tragedia

Una misión científica española acudió al lugar para colaborar en las tareas de gestión de la crisis

MADRID, 26

El 13 de noviembre de 1985 entró en erupción el volcán Nevado del Ruiz, situado en la parte septentrional de la cordillera de los Andes, en Colombia. Fue una de las mayores catástrofes naturales del siglo XX, en la que fallecieron más de 25.000 personas. Tan sólo superada por la erupción en 1902 en la isla francesa de Martinica donde el número de muertos llegó a 30.000.

El mismo 13 de noviembre por la noche, pocas horas después de ocurrir la catástrofe, la embajada de Colombia en Madrid se puso en contacto, entre otros organismos, con el Instituto Geográfico Nacional (IGN) para solicitar ayuda de instrumental. "Había que hacer una interpretación científica de los datos in situ a parte de la ayuda geofísica, petrológica y vulcanológica", precisa Julio Mezcua, actual jefe del Área de Proyectos Internacionales del IGN y, en aquellos tiempos, subdirector de Geodesia y geofísica del mismo organismo. En unos días se organizó la misión y el 16 de noviembre por la tarde aterrizó en Manizales, centro de operaciones, la primera misión científica que llegó al lugar de la catástrofe, la expedición española.

En esa misión estaban Antonio Cendrero, catedrático de Geodinámica de la Universidad de Cantabria y Miguel Herraiz, director del departamento de Geofísica y Meteorológico de la Universidad Complutense de Madrid. Ambos, junto a Julio Mezcua, estuvieron ayer presentes en el Colegio de Geólogos, en una Tertulia del Geoforo que analizó la situación de la erupción con la perspectiva que da el paso del tiempo.

Podía haberse evitado

El profesor Antonio Cendrero explicó que un año antes de la erupción del Nevado del Ruiz, en 1984, el volcán ya "presentaba actividad eruptiva, motivo por el cual se elaboró un mapa de riesgo volcánico donde se incluían con precisión zonas de peligrosidad". "Ese mapa -recuerda Miguel Herraiz- se presentó a las autoridades gubernamentales, pero la toma del Palacio de Justicia de Bogotá por un grupo de guerrilleros del M-19, el 6 de noviembre de 1985, paralizó cualquier tipo de gestión".

Asimismo en los meses previos a la fatídica fecha, diversos expertos y comités científicos alertaron del alto riesgo de erupción del Nevado del Ruiz, pero "las decisiones sociales y de evacuación no corresponden a los científicos, por lo que no se tomaron las medidas adecuadas", apunta Miguel Herraiz.

Labor de la misión española

Una vez allí, la misión española se dividió en dos equipos: geofísico y geológico. En el primero se encontraba Miguel Herraiz y se ocupó principalmente de tomas de precisión y del aspecto sismológico. "Era importante saber qué había pasado realmente el 13 de noviembre", comenta Herraiz. Se reparó también el único sismógrafo que había en Manizales.

A partir del 21 de noviembre empezaron a llegar el resto de expediciones. "La llegada de los científicos estadounidenses supuso una revolución tecnológica, aunque sobre el terreno nos dimos cuenta de que los equipos más modernos no siempre eran los más adecuados".

Por su parte, el equipo geológico donde se encontraba Antonio Cendrero, realizó una descripción del evento, un análisis del contexto histórico así como un estudio sobre el tipo de erupción. En la cumbre del volcán, a 5.200 metros, había un glaciar, "algo insólito en un clima tropical", según Cendrero. Además, "la gente no le tenía miedo al volcán porque el último episodio se produjo en 1845, apenas había memoria histórica" reveló.

Aprender de la tragedia

En cuanto a las conclusiones, para Miguel Herraiz dijo que "es necesario una preparación permanente y realizar estudios históricos, cartografías e infraestructuras para emergencias". A su vez es importante la coordinación y el respeto a la autonomía de las funciones.

Para Antonio Cendrero, esta catástrofe puso de manifiesto la necesidad de los mapas de riesgo y la capacidad de predicción de la comunidad científica. También es básico "un único canal de comunicación social para hacer llegar a la población la percepción real de peligro".

Julio Mezcua, por último, se mostró más pesimista sobre la vigencia de las misiones científicas. "Una cosa es la colaboración in situ y otra cosa es que ese legado de estudios y datos pueda ser conservado e interpretado correctamente".

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