Mariano Guindal publica 'Un hombre con buena suerte': "Las redes sociales están contaminando al periodismo de calidad"

Publicado: jueves, 20 diciembre 2018 18:06

   MADRID, 20 Dic. (EUROPA PRESS) -

   El periodista Mariano Guindal ha publicado el libro 'Un hombre con buena suerte', editorial península, donde narra sus memorias como reportero desde sus inicios en el periodismo y su infancia humilde, pasando por la transición a la democracia que le tocó vivir, así como sus conversaciones con personajes como Pepe Villarejo, Luis de Guindos o Manu Leguineche.

   En una entrevista a Europa Press, Guindal ha afirmado que en la actualidad la profesión se está viendo amenazada por "las redes sociales, que contaminan al periodismo de calidad". "El periodismo está en el peor momento de los últimos 50 años porque la opinión pública está contaminada por las redes sociales, que están contaminando al periodismo de calidad. Hay veces que me asusta el sensacionalismo que existe en los medios", ha admitido.

   El periodista considera que la crisis radica en "la falta de editores y empresas periodísticas económicamente consolidadas". "La crisis no es de periodistas. Entre los jóvenes hay muchísimo talento. La lucha por captar seguidores nos está haciendo elevar el tiro y las noticias o pseudonoticias. Eso no es periodismo, eso son mentiras. Mi maestro, Leguineche, me decía que el prestigio se tarda 40 años en conseguir y se pierde en un minuto, que es lo que se tarda en transmitir una noticia falsa", asegura.

   Guindal decide escribir ahora sus memorias para dejar su "legado" y decirle a sus hijos y su país lo que ha vivido. "Es el final de mi carrera profesional y de mi vida. Llevo escribiendo casi 50 años y me enfrento a un cáncer desde hace trece años. Quiero dejar mi legado, contar cómo este país pasó de la miseria a ser uno de los países más prósperos del mundo gracias a nuestros padres", afirma.

   Y es que para el periodista lo más importante de la transición fue "superar las dos españas, la de los rojos y los azules, izquierda y derecha", aunque reconoce que ahora "la situación está muy crispada". "En Cataluña se está inoculando mucho odio y eso me da miedo", asiente.

   Sin embargo, como periodista económico, confirma que el detonante de la "crispación" actual se sitúa en el año 2007, cuando estalló la crisis. "España estuvo a punto de quebrar. En el libro cuento una noche en casa de Luis de Guindos, la que ha sido su peor noche. España iba a ser intervenida por el FMI, por el Banco de España y por la OCDE en unas horas. De Guindos estaba completamente destruido. Nos fuimos a dormir a las cinco de la mañana. Unas horas después, él cogió un avión militar para ir a las grandes capitales y 48 horas después salió el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, e hizo unas declaraciones de una línea: 'Haré lo que tenga que hacer para mantener el euro'. España se salvó por los pelos", recuerda.

   Este momento, "provocó un choque muy fuerte entre ricos y pobres", que puso de manifiesto que "la generación del 68", en la que Guindal se incluye, "hizo una democracia defectuosa que ahora hay que renovar".

   Sobre los defectos de la democracia actual, para Guindal destacan los que se refieren a la justicia. "El cuerpo judicial es el único que en España no ha hecho la transición. Tal vez lo que ha pasado con las hipotecas sea la catarsis necesaria para que los jueces tomen conciencia y se empiece a afrontar esa reforma que es absolutamente necesaria", apostilla.

   De igual manera, considera que en su momento el 23-F fue una "catarsis" para el ejército español que sirvió para que "al mirarse en el espejo vieran un monstruo y cambiaran". "Tal vez lo que ha pasado en el Supremo sirva para que cambien y vuelvan a reconquistar el prestigio perdido ante la sociedad", asevera.

   Así, lo compara con lo que ha calificado como "las cloacas de la justicia". "Hace 40 años había ese pacto no escrito entre policías y jueces para quitarse los marrones los unos a los otros. Además, como la ejemplaridad del jefe del Estado no se daba, pues debajo del rey tampoco. Hay que recordar lo de la cacería de Botswana, lo de sus múltiples amantes... todos callábamos y mirábamos para otro lado. Nos hizo a los periodistas incumplir con nuestro sagrado deber de informar", admite.

   Y de ese pacto no escrito tomó conciencia una noche en la que salió con Pepe Villarejo. "Fuimos a una conocida discoteca donde nos encontramos a un juez borracho como una cuba. Villarejo me dijo que ese era el que nos quitaba los marrones. Cuando le pregunté a qué se refería me dijo que había una ley no escrita que decía que cuando un policía cometía un tropiezo, los jueces hacían la vista gorda y cuando un juez se pasaba de la raya, el cuerpo policial hacía lo propio"", recuerda.

   Además, el periodista es consciente de que Villarejo le grabó por aquel entonces. "Grababa a todo el mundo. Utilizaba métodos muy poco ortodoxos. Yo le he estado viendo cada 10 años y cuando le veía le decía: ¡Me recuerdas mucho a Torrente, el brazo tonto de la ley! --rememora entre risas--. Lo que pasa ahora es que pone más en evidencia a las élites que lo han utilizado que al superpolicía que está en la cárcel. Han ido a por él y han salido trasquilados".

EL CASO RUMASA

   Uno de los episodios que también aparece en su libro y que sin duda marcó más la carrera profesional del periodista, fue destapar el caso Rumasa, algo que define como "una serie de casualidades".

   "Cuando me llama el jefe de prensa de Rumasa para desmentirme una información que yo no había publicado me puso la pista. Cuando le dije a Miguel Boyer en un almuerzo, 'ministro, ¿qué pasa con Rumasa?' y él me dice que si no me manda las auditorías que le he pedido, le mando a los inspectores del Banco de España, salí volando con pies el polvorosa", indica.

   En ese momento, asegura que cuando le hizo esa pregunta al por aquel entonces ministro, no sabía lo que estaba pasando. "Había oído campanas. Joaquín Almunia, que era el ministro de Trabajo, me preguntó si Ruiz Mateos me había pedido que hiciera esa pregunta. Yo le respondí que no le conocía personalmente y me dijo que yo era el periodista que más caro le había salido a la democracia", recuerda.

   Por otro lado, Ruiz Mateos le preguntó, cuando había pasado todo, cuánto le había pagado el Gobierno para que hiciera esa pregunta. "Ruiz Mateos no entendía que había sido una casualidad. La situación era tan explosiva que cualquier chispazo hacía saltar la casa", concluye.

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