Díaz Castro, el poeta "de la desolación" y la "esperanza" que alcanzó la felicidad al volver a Galicia

Actualizado: viernes, 16 mayo 2014 13:26

El poeta Luis González Tosar repasa la vida y obra del poeta de Guitiriz,

SANTIAGO DE COMPOSTELA, 16 May. (EUROPA PRESS) -

Al son de recitales y alabanzas a su obra, Xosé María Díaz Castro (febrero de 1914 - octubre de 1990) cobra vida de nuevo en esta conmemoración de las Letras Galegas como el poeta que exploró las "respuestas" a las grandes preguntas de la existencia humana, "la desolación", la naturaleza, la "espiritualidad" y a la vez la "esperanza" en un futuro hacia la paz.

Un hombre cuya trayectoria vital transcurrió "mayoritariamente fuera de Galicia", aunque fue el regreso a su tierra natal donde consiguió alcanzar la felicidad y reconciliarse consigo mismo y con su lengua madre.

"Muy reservado, tímido, no le gustaba nada la vida pública, y con una fuerza interior muy grande", ha destacado en una entrevista concedida a Europa Press el poeta Luis González Tosar, amigo personal y experto en la trayectoria del homenajeado.

Díaz Castro siempre estuvo "muy centrado en la Galicia que él vivió de joven", marcada en gran medida por los paisajes de la pequeña aldea que lo vio nacer, en la parroquia de Os Vilares. Con 16 años inició sus estudios en el seminario de Mondoñedo, época en la que conoció a algunas de las personas más importantes en su trayectoria literaria.

Con 20 años se ve envuelto en la Guerra Civil y se moviliza al frente de batalla a Asturias, aunque posteriormente consigue pasar a la retaguardia en el Hospital Militar de Pontevedra, donde pasó los últimos años del conflicto bélico.

Tras un breve periodo de tiempo en Vilagarcía de Arousa, donde impartió clases durante en el colegio privado León XIII, se traslada a Madrid donde permaneció hasta los años 80 con una importante tarea profesional como funcionario y traductor en el Consello Superior de Investigaciones Científicas.

A partir de esta punto se inicia la que González Tosar considera "la etapa más feliz de su vida", con el regreso a Guitiriz, su reencuentro con su raíces, los paisajes de cuando era niño, sus amigos, y la lengua gallega, participando activamente en actividades culturales de aquellos tiempos.

PROFUNDA ESPIRITUALIDAD

'Nimbos', su única obra publicada en vida, es una pieza que tuvo en la cabeza "desde los tiempos del seminario" y que no sacaría adelante hasta 1961. Según recuerda González Tosar, la insistencia de otros dos destacados galleguistas como Francisco Fernández del Riego y Ramón Piñeiro, quienes lo descubrieron como poeta en las páginas de la revista 'Alba' y en publicaciones como el Progreso Villalbés o La Noche, fue crucial para dar ese paso.

"Él escribía mucho en la adolescencia y en su juventud, pero después estaba el trabajo y sacar adelante a la familia, porque no era nada fácil. Esas décadas fueron muy duras", destaca González Tosar.

En 'Nimbos', Díaz Castro plasmó su infancia, el mundo rural, y la "espiritualidad" de sus años de seminario que nunca abandonó, a pesar de haber renunciado a su carrera eclesiástica, con el "disgusto de su familia", que era "tradicionalista" y siempre quiso tener un hijo cura, que era "lo que se llevaba de aquella".

Allí también estaban sus lecturas y su particular concepción del mundo, que lo han consagrado como poeta "de un aliento comparable a cualquier autor de su tiempo en francés alemán o italiano", entre "los grandes poetas europeos de ese momento".

"Hay que compararlo directamente con al mejor línea de la poesía europea" ha insistido Tosar, Díaz Castro no pasaba por la obra de denuncia social o canción protesta, sino por otro tipo de creación "más profunda", explorando la "respuesta del hombre ante la naturaleza", la "desolación", pero también "la esperanza". "Sabe que el mundo es como una rosa que tiene espinas pero también tiene pétalos. Ese sería el simbolismo de Díaz Castro".

Los clásicos latinos, que él tuvo que traducir, y su formación en los tiempos del seminario donde mantuvo una estrecha relación con Aquilino Iglesia Alvariño, fueron cruciales en la obra de Díaz Castro, junto con los simbolistas franceses y autores ingleses a los que se aproximó, (Whitmann, Rilke) pero siempre manteniendo "su propio modelo" literario.

NO FUE UNA OBRA "DE CASUALIDAD"

También conocía "muy bien" la literatura gallega, con Noriega Varela, Rosalía o Pondal, poniendo "mucha atención" en las personas "que estaban renovando" el panorama artístico. "No escribe 'Nimbos' por casualidad, por una varita mágica", ha aclarado González Tosar, quien ha recalcado el importante periodo de formación y el proceso creativo realizado por el poeta de Guitiriz durante décadas, "muy selectivo" con sus textos.

A la vez, dejó una "gran obra" en castellano, como Sombras Radiantes, publicada recientemente, pues "no tenía ese afán de publicar que hoy caracteriza hasta a los más jóvenes". "Era perfeccionista y no perseguía la gloria. La gloria, si llegó, fue porque así lo determinó la crítica", ha señalado.

A pesar de ello y de que nunca perseguía ser "protagonista", Díaz Castro se sintió reconocido "en los últimos años de su vida", sobre todo por la generación de los poetas de los 80, y pasó los últimos años de su vida colaborando en las actividades de su localidad natal, sobre todo en la Asociación Xermolos, u otras iniciativas y colaboraciones en publicaciones como la revista 'Dorna'.

También estuvo atento a todos los autores de postguerra, como la generación de Novoneyra, Manuel María y Méndez Ferrín. Sobre todo, ha insistido en la importancia de fijar "una posición sobre Díaz Castro" y de no trivializar su figura, dado que se trata de un autor "de fondo" y que merece un análisis por encima de una visión superficial.