Publicado 10/01/2019 08:02

Antonio Casado.- Vox, menos lobos

MADRID, 10 Ene. (OTR/PRESS) -

A la hora de escribir este artículo desconozco los términos del documento del PP que, al parecer, ha ablandado a Vox en su furibundo afán de protagonismo político y mediático. Las 19 demandas del partido de Abascal (unas más inaceptables que otras) ya han cubierto el objetivo de salir en la foto y capitalizar su salto a la fama.

El propio Abascal ya había advertido de que son propuestas 'negociables', en función de la aritmética conquistada en las urnas andaluzas. No de un órdago. No de un 'sine qua non' exigido al gobierno cocinado por PP y Ciudadanos.

Por supuesto. Excepto algunas voces interesadas en sembrar la alarma sobre un hipotético y poco verosímil reenganche de Susana Díaz a la presidencia de la Junta, por culpa de Vox, a nadie con sentido común se le había pasado por la cabeza que peligrase el objetivo de mayor cuantía: poner fin a un largo reinado socialista en la tierra de María Santísima.

Son maniobras de distracción para seguir saliendo en la foto. Y cuando Teodoro García (el negociador por parte del PP) acusa a Abascal y a Ortega de estarle dando minutos a Susana Díaz, en realidad está diciendo que los minutos se los regalan los de Vox a sí mismos, ahora que pueden, ahora que todos les miran, ahora que revientan los telediarios, porque cuando las cosas vuelvan a su cauce, ya no será lo mismo.

Más seguro que el cielo tiene Moreno Bonilla la presidencia de la Junta. Lo de Vox son pellizcos de monja a su viejo partido. Como los que hace tres años por estas fechas le dedicaba Podemos al PSOE, cuando Pablo M. Iglesias nombraba los ministros del non nato Gobierno de Sánchez. Era su momento y también quería aprovecharlo. Hasta que el paso del tiempo le devolvió la perspectiva y hoy es el día en que ni siquiera está seguro como socio preferente del Gobierno socialista (Sánchez ha insinuado un giro al centro en su entrevista a la agencia Efe).

En todo caso, tanto el partido que entonces ocupó la parte extrema del arco político, por la izquierda, en el papel de cuarto actor de la vida política nacional (Podemos), como el que ahora ocupa la parte extrema, por la derecha, en el papel de quinto actor de la vida política, han venido para quedarse. Aunque sea en los asientos supletorios de los gobiernos de coalición que puedan formarse a partir de ahora, a escala municipal, autonómica o nacional.

Lo uno y lo otro se vio venir, aunque las cifras superaron las previsiones. Al menos durante su presentación en sociedad. El madrileño palacio de Vistalegre, escenario triunfal del primer Iglesias (Podemos) y el primer Rivera (Ciudadanos), resultó insuficiente en octubre para acoger a 13.000 seguidores de Vox. Y el acontecimiento, atención, nos acerca el fenómeno sedicioso que galopa a lomos del patriotismo, la xenofobia, el racismo y el desencanto político en toda Europa.