Publicado 08/03/2019 08:01

Diario de una campaña muy larga.- Un país parado. Y no solo por el 8-M

MADRID, 8 Mar. (OTR/PRESS) -

Ya sé, ya sé que aún no estamos oficialmente en campaña electoral. Pero nadie podría negar que estamos de hecho plenamente inmersos en ella, así que he decidido inaugurar ya hoy, con anticipación y alevosía, este comentario, que quisiera que fuese diario. Y es que todo, todo, forma parte de esa campaña, desde los consejos de ministros --y cómo-- hasta cualquier desplazamiento o declaración de un político, aunque sea para hablar de cine o de alimentación sana. Y, por supuesto, también las manifestaciones con motivo del Día Internacional de la Mujer, a las que les ha ocurrido lo peor que le puede ocurrir a una jornada reivindicativa en favor de una causa tan justa como la igualdad: que han sido acusadas de sectarias. No estoy seguro, contra lo que sugiere el Partido Popular, de que las marchas en la calle y los paros, sean en los centros de trabajo o en las labores de amas de casa, están instigados desde la 'extrema izquierda', y que por eso 'los populares' no van. Tampoco estoy seguro, desde luego, de que estas marchas surjan casi por generación espontánea: toda organización de un acto público forma parte de la política. Gran error, en todo caso, tal denuncia de las gentes de Pablo Casado, porque dejan en manos de la izquierda la gestión del presumible éxito de esta jornada, a la que pienso que el PP debería, sea como fuere, haberse apuntado.

Así, la galopada hacia las urnas va adquiriendo perfiles de confrontación indeseable: las dos españas son generacionales y, ahora, también en lo referente al sexo. Como si no hubiese habido ya demasiadas españas. E incluyo en la reflexión a Cataluña, parte indeclinable de España y que vive su cotidianeidad de emociones sentimentales con un juicio a los líderes independentistas cuyas consecuencias últimas, sobre las propias elecciones múltiples que nos vienen, me resultan muy difíciles de prever e incluso de analizar. Cuando son los estados de espíritu los que se disparan, la política tiene muy complicado embridarlos y la razón tiene hartas dificultades para comprenderlos.

El caso es que el país, que está más vivo que nunca, está parado, oficialmente parado en lo político y, por tanto, en lo administrativo, por decisión de la Junta Electoral. Que ha ordenado limitar a un solo, muy largo, período, tres meses, las restricciones en la actuación de las Administraciones. Haciendo la JEC lo que el Gobierno debió, a mi entender, haber hecho: unir las dos jornadas electorales en una, allá por el 26 de mayo, y habernos evitado el largo parón y todos los combates dialécticos que ahora vivimos, al margen de ahorrarnos unos cuantos millones de euros. Los presidentes autonómicos, los alcaldes, tienen las manos atadas para tomar cualquier decisión, incluso en los temas más acuciantes, aunque el Consejo de Ministros no se vea, legalmente, tan limitado y pretenda seguir funcionando decreto a decreto y, sospecho, rueda de prensa tras rueda de prensa en La Moncloa, por más que la oposición haya pedido su prohibición.

Así que los paros laborales que se produzcan este 8 de marzo no serán los únicos que afecten a la marcha económica del país. España anda ya de mítin en mítin, porque desde ahora todo es mítin, de grito en grito. Pero, eso sí, habrá que esperar hasta junio, o julio o... hasta el otoño --muchos creemos en el riesgo de una nueva comparecencia a las urnas porque no se llegue a una investidura-- para que las administraciones resuelvan 'lo nuestro'. Y de eso, por supuesto, no tienen la culpa las mujeres, que ya hemos dicho que, salvo que Pablo Iglesias tire la toalla, que no creo, hasta el momento todos los candidatos a presidir nuestro Gobierno son hombres.

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