Publicado 12/01/2019 08:02

Fernando Jáuregui.- Elogio (cauto, muy cauto) a Pablo Casado

MADRID, 12 Ene. (OTR/PRESS) -

Quizá no deba decir que Pablo Casado me sorprendido gratamente en los últimos días, porque llevo años insistiendo en que, en mi opinión, es uno de los políticos mejor dotados que he conocido tras su admirado Adolfo Suárez. Quizá deba decir que el aún flamante presidente del PP llevaba unas semanas sorprendiéndome ingratamente, y ahora le veo como renacer de sus cenizas: el pacto en Andalucía, sin hacer demasiadas -demasiadas- concesiones a lo que significa Vox, manteniendo al tiempo la alianza con Ciudadanos, es un auténtico encaje de bolillos que hay que añadir en el medallero de Casado. Luego le hemos visto en maniobras de riesgo local muy serias, como Cantabria, y ha salido airoso. Al menos, en este cuarto de hora.

Casado se enfrenta a una convención del PP la semana próxima, una especie de congreso con otro nombre, lleno de trampas, riesgos y también de promesas y alicientes para él. Va a concurrir como el hombre que, con su negociación a tres bandas tan difíciles, ganó Andalucía, ya veremos por cuánto tiempo, pero el caso es que ganó. Y llegará a la 'cumbre' de los 'populares' con un partido aparentemente fortalecido de su ruptura interna en las anteriores primarias, tras haber superado difíciles escollos en Cataluña, Cantabria, Levante, tras plaza complicadas... entre otras. Verenos si es capaz de llevar a su Convención a personajes como el correoso Rajoy o el caudillista Aznar; eso sería, sin duda, un triunfo de imagen, que es lo que más cuenta en la política de nuestros días.

Vox es un escollo difícil en muchas partes del territorio, entre ellas Madrid, donde, cuando escribo este comentario, Casado aún no tiene -no ha anunciado: tiene que hacerlo en las próximas horas- a sus candidatos estelares para la Comunidad y el Ayuntamiento. No podrá ganar en solitario: la inactividad, la frialdad y la lejanía de las personas impuestas por Rajoy dejará huella. Las circunstancias nacionales e internacionales apuestan por la ultraderecha, que Casado sabe que son es su peor enemiga... y su circunstancial aliada. Pero tendrá que pretender ganar sin el incomodo aliento en el cuello de los que bordean la guerra al sistema, al Estado de Derecho y a la moderación.

No, no soy del PP ni he votado a este partido. Pero la quiebra de los valores es tan grande que hay una rendija orientada hacia la consolidación de valores y del 'statu quo': me parece que, como Casado no sé dé cuenta de que estos son sus grandes activos, y se lance a la aventura de competir con la locura de Vox en cuanto a cortar cabezas de inmigrantes, de los que se sienten de alguna manera diferentes, de los desheredados de la fortuna, le irá mal. Porque, por mucho que esté involucionando en este cuarto de hora difícil la sociedad española, que lo está, los grandes, sagrados, principios de la justicia, la equidad, las libertades y la plena democracia saldrán, al fin, fortalecidos, y ay de quien abjurare de ellos.

Casado se halla ante sus grandes momentos: la elección de candidatos sosegados, capaces de interlocución con el centro y con la izquierda, y no solo con la derecha; una convención en la que tendrá que convencernos de que no ha cedido a los cantos de sirena de los más inmoderados. Andalucía abre una interrogante: ¿hasta dónde está Pablo Casado dispuestos a llegar para conquistar el poder? ¿Vale el poder la renuncia de todos los principios? Que no digo yo, oiga, que haya renunciado: ha estado, simplemente, al borde. Pero ha demostrado ser un muy buen negociador de la cuadratura del circulo, que es algo básico para un político.

Hace muchos años que vengo pensando que a España le convendría un buen Gobierno de concentración regeneracionista, una gran coalición a la alemana. Todos me han hecho ver siempre que eso era imposible en este país sin imaginación: España no está para esos trotes, por lo visto, sino para estos insensatos galopes. Sin abominar de los demás -ya he dicho que, sin duda, Alberto Rivera gobernará en este país, con la derecha o con la izquierda, pero sin duda tendrá importantes parcelas en un futuro Gobierno--, insisto en que Pablo Casado puede ser un referente, alguien que contribuya a poner fin a este período de volatines políticos. Para ello, tendrá que dejarse de 'boutades', de brindis al sol, de sesiones de control parlamentario insultantes para quien gobierna -aunque a veces lo merezca--, de cientocincuentaycincos a mansalva y aportar las soluciones eternas, basadas en el consenso, en el pacto, en el acuerdo y en las ideas positivas. Estoy deseando ver qué diablos hace a continuación el señor Casado, para quitar esos paréntesis de cautela que he puesto en mis titulares al elogio a su figura.

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