Publicado 15/04/2024 08:00

Fernando Jáuregui.- La España del 13 de mayo, más que la del 22 de abril

MADRID 15 Abr. (OTR/PRESS) -

Discúlpeme si le parezco periodísticamente incorrecto por preocuparme más por lo que ocurrirá dentro de tres semanas en Cataluña que por lo que va a suceder este domingo próximo en el País Vasco. Es que me parece que en este último territorio 'histórico' las cartas están ya bastante repartidas. En Cataluña, en cambio, todo está abierto. Y en este todo incluyo la composición del futuro Gobierno de España, nada menos. Así que...

La verdad, no espero muchas sorpresas del resultado de las elecciones vascas. Simplemente, ocurre que en el resto de España no se entiende lo que ha ocurrido durante la última década, sin ETA, en Euskadi: allí ya nadie reivindica en serio la independencia y los cachorros de Bildu, en ascenso, me da la impresión de que ni tienen una idea cabal de las atrocidades que cometió aquella banda terrorista. En el País Vasco se vive mejor que en muchas partes del conjunto de la nación y los sobresaltos, creo, se van a limitar a comprobar si los de Bildu, que tienen ya poco de etarras y mucho de bisoños, sobrepasan al histórico PNV, que ya tiene, por lo demás, poco de sabiniano: supongo que los peneuvistas pactarán con los socialistas, como siempre, y los vascos tendrán un gobierno rejuvenecido de caras, pero no de ideas. Ciertamente, recuerdo pocas cosas menos apasionantes que el desarrollo de la campaña electoral vasca. Al menos hasta ahora, claro, porque falta el 'sprint' final.

Así que la primera valla de la maratón electoral se saltará, salvo sorpresas mayúsculas, que siempre pueden estar ahí, sin mayores dificultades. Hay quien se empeña en decir que la España que salga de las urnas vascas, la del 22 de abril, habrá comenzado a acentuar su cambio para peor, por lo de Bildu y esas cosas. No estoy de acuerdo: son las otras vallas, las que desembocan en el 13 de mayo, jornada siguiente a las elecciones catalanas, las que preocupan en los centros neurálgicos del país. Por ejemplo, las declaraciones de Puigdemont, como las de este sábado al digital independentista y pro-Junts 'El Nacional', en las que amenaza inequívocamente al Ejecutivo de Pedro Sánchez "si hace un Collboni", es decir, si se alía con otras fuerzas para impedir que gobierne el ganador. O sea él, Puigdemont. Que no parece dudar de su victoria el 12 de mayo, hasta el punto de que reitera que se retirará de la política si no recupera la presidencia de la Generalitat.

Por si hiciera falta, de nuevo comprobamos que el pretendido Sansón/Puigdemont piensa que el Estado, España, es el templo de los filisteos que hay que derribar, con el 'filisteo Goliat/Sánchez' dentro del edificio. Y lo peor es que a lo que el gran comentarista José Antonio Zarzalejos llama 'bravuconadas' del independentismo catalán hay que tomarlas en serio, y ahí sí que empieza una transformación de España que tiene tal magnitud que, a este paso, no la va a reconocer, como decía Alfonso Guerra en muy otro contexto, ni la madre que la parió.

Por ejemplo, ¿Hay mucha gente que dude de que, inmediatamente después del 12 de mayo, comenzará una campaña para convencernos de que un referéndum de autodeterminación limitado a los catalanes sería plenamente constitucional?. O, si se quiere, ¿podríamos descartar de pleno que en los Presupuestos para 2025 se primará una cierta 'unilateralidad' para Cataluña y el País Vasco, territorios históricos cada vez más distanciados de la esencia del Estado? Creo que Goliat/Sánchez tendrá que empezar a meditar en que ya se ha concedido demasiado y que las junturas del Estado empiezan a crujir con excesivo estrépito, ya que a Puigdemont parece importarle poco que Sansón acabase vencido, cegado y trabajando como esclavo de los filisteos tras la faena de Dalila.

Pues eso es lo que comenzará a dilucidarse en la España del 13 de mayo, independientemente de otras muchas consideraciones a anotar en la cargada agenda política que agobia al país y le impide mirar de frente a, por ejemplo, una realidad internacional que empieza a ser pavorosa, y mira que nos lo están advirtiendo. Y fíjese usted en que ya ni siquiera hablo de las elecciones europeas del 9 de junio, que parecen tan lejanas que los principales candidatos aún ni sabemos quiénes serán, aunque ni dos meses faltan para el salto de la última, por ahora, valla. Que, sin embargo, es bien significativa no solo para la construcción de esa Europa que habrá de enfrentarse a tantos retos, sino incluso para comprobar por dónde van a soplar los vientos en la gobernación de esta España que a veces da la impresión de andar como pollo sin cabeza. Veremos si la España del 13 de mayo empieza a enderezar el rumbo. O si es todo lo contrario.

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