MADRID (OTR/PRESS)
¿Aprenden o no? Albert Rivera, que sueña en poder gobernar con el PP como apoyo, le ha quitado "el veto" a Pedro Sánchez, sin que aparentemente haya cambiado nada, y Sánchez le ha respondido que gracias por levantarle "el castigo", pero que él no quiere pactos sino que se abstenga y deje gobernar a la fuerza más votada, convencido como está, con la ayuda de Tezanos, de que va a ganar con más ventaja que antes. En ambos casos parece puro tactismo, gestos de cara a la galería porque Rivera no aguanta a Sánchez y el presidente en funciones no quiere el pacto ni con Ciudadanos ni con nadie, solo el sometimiento al ganador, un cheque en blanco por parte de los afines -Podemos antes, Más Madrid mañana, Revilla y cia.- para poder hacer su política sin compromisos previos.
El pacto y no con los afines, o no solo con ellos, es la única salida. Lo acaban de decir dos voces de autoridad, como Felipe González y Mariano Rajoy en el Foro La Toja. Y antes lo había pedido hasta el Rey, al que unos y otros le hicieron caso omiso. Felipe y Rajoy parecen no solo Churchill al lado de los que nos gobiernan ahora, sino también Adenauer, De Gaulle, Schumann o De Gasperi. ¡Qué pronto olvidamos la historia real! Pero ambos, lejos ya del interés por el poder al precio que sea, y sin necesidad de sacar el carné del partido, se han mostrado partidarios de "acuerdos estables" -y con Podemos o Más Madrid nunca lo serían- tras las elecciones del 10 de noviembre "hasta con coaliciones incómodas" para pactar los temas fundamentales y las reformas estructurales que necesita España.
Lo dicen por lo bajo también algunos líderes del PSOE y del PP -algunos barones del PSOE que siguen creyendo en la E de su logo y otros del PP como Alberto Núñez Feijóo, inteligente, pero disciplinado-, que no se atreven a proponerlo ni ante los medios ni ante sus órganos de gobierno, y lo reiteran personajes a los que habría que escuchar más como Josep Piqué que ha señalado la urgencia de "fijar consensos básicos para contar con instituciones democráticas estables". La solidez de las instituciones y la calidad de la democracia parecen dos alternativas que no manejan los grandes líderes y esa es una de las claves si, tras la inminente sentencia del procés, queremos de verdad encontrar cauces de diálogo para solucionar el problema.
Casado ha dicho que si gana -opción hoy por hoy poco probable salvo un vuelco del electorado o una abstención masiva de la izquierda- desbloqueará el Gobierno "incluso con el PSOE". Aunque no hay otra solución que los pactos entre PP y PSOE o entre los partidos constitucionalistas, todo pasa por la transparencia. Vetos, no, pero pactos por escrito y antes de las elecciones. Los electores tenemos derecho a saber con quién pactarán el PP, el PSOE o Ciudadanos -los otros partidos son comparsas o compañeros de viaje- y qué están dispuestos a acordar. Un compromiso real y público. Decía el francés Gustave Le Bon que "gobernar es pactar y pactar no es ceder". Rajoy pudo pactar en su segundo mandato y nunca quiso hacerlo. Sánchez no ha querido nunca. Pero no hay otra solución si lo que importa, de verdad, es España y sus sufridos ciudadanos que, a veces, parecen más súbditos, igual que no hace tantos años.