Publicado 08/01/2019 08:01

Rafael Torres.- Un Gobierno de Vox

MADRID, 8 Ene. (EUROPA PRESS) -

El "cambio" en Andalucía consistiría, para el PP y Ciudadanos, en cambiar a los del PSOE por ellos. Sin embargo, para que ese cambio apócrifo, turnista, nominal, se produzca, debe camuflar otro cambio, éste sí, real y con incidencia en las vidas de los andaluces, el que impone VOX, que con sus 12 diputados regionales no sólo gobernaría de hecho la comunidad al depender de sus votos la aprobación de las leyes y el diseño de las políticas de gobierno, sino que obtendría lo que para las elecciones andaluzas no necesitó pero sí para las municipales, europeas y generales que vienen, los recursos de todo tipo para su campaña nacional de crecimiento y expansión.

Sabemos que el PP, del que VOX viene a ser una escisión coyuntural, no le hace ningún asco a compartir el poder autonómico con él con tal de ver a Moreno Bonilla poniendo su pica, si no en Flandes, que eso es cosa de VOX, en lo más alto del Palacio de San Telmo, y que Ciudadanos, el que más se juega en el envite, no sabe cuántos ascos exactamente tiene que hacerle al partido, o movimiento, de Abascal, Serrano y Smith, pero lo que más se sabe es que si se produce ese cambio doble, solapado, al viejo régimen clientelar del PSOE en Andalucía, salpicado de graves casos de mangancia, sucederá otro dirigido en la luz por el partido más corrupto de España, y en la sombra por el que, con razón, más miedo da.

El futuro político de Andalucía no depende del acuerdo de coalición que cierren ésta semana el PP y Ciudadanos, sino que está en manos de VOX. Se dice pronto, pero produce escalofríos, inútilmente enmascarados tras las risas que su trasnochada parafernalia ideológica puedan dar.

VOX puede hacer hoy en Andalucía, en su beneficio, algo que ni PP ni Ciudadanos, ansiosos por pillar cacho, pueden hacer: lo que le de la gana. Puede votar a favor del gobierno del "cambio" o abstenerse, puede pedir la luna a cambio de su favor o, negando éste, provocar la repetición de las elecciones en la convicción de lograr aún mejores resultados, y por poder, puede incluso constituirse en una dislocada especie de oposición al gobierno y a la oposición.

No hace falta decir, pues ya lo dicen ellos, que el cambio de VOX sería un cambio real, horroroso y regresivo, pero real, y no sólo de poltronas y sinecuras como el "cambio" vendido en campaña por los partidos de la derecha convencional. El cambio de VOX, diseñado desde la misoginia, la xenofobia, la laminación de la Memoria y el ultranacionalismo más reaccionario, sustraería a los andaluces, incluso a muchos de sus propios votantes, una parte de lo más valioso que atesoran, la alegría de vivir sin meterse con nadie. Y de esa tristeza y de ese oprobio aún están a tiempo de salvarles los del "cambio" cosmético que creían que la cosa iba de quitar al PSOE para ponerse ellos.

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