Óscar Fernández, capitán conquense del barco de salvamento Aita Mari: "He llorado en todos los rescates"

Rescate del barco de salvamento Aita Mari.
Rescate del barco de salvamento Aita Mari. - ALFONSO NOVO/SMH
Publicado: viernes, 20 mayo 2022 18:12

   CUENCA, 20 May. (De Jesús Huerta para Europa Press) -

   El documental sobre la historia del buque de salvamento marítimo Aita Mari llega este viernes a Cuenca de la mano del Cine Club Chaplin. Un conquense, Óscar Fernández, es el capitán de este barco, un antiguo atunero reformado para ayudar a salvar vidas en las aguas del Mediterráneo.

   Fernández, patrón de altura de la marina mercante desde hace más de 20 años, desarrolló la mayor parte de su carrera marítima en el sector turístico del litoral español hasta que en el año 2017 decidió cambiar el rumbo de su vida profesional. "Estaba cansado del turismo, de largos meses de verano a tope e inviernos libres, así que empecé a ponerme en contacto con las diferentes ONG", explica.

   Podría haber enviado su currículum a un petrolero, pero su necesidad de cambiar de aires coincidió con el auge de las llegadas de inmigrantes desde Turquía a la Unión Europea y aquello le motivó a querer aportar su granito de arena.

   Finalmente, recibió la llamada de Salvamento Marítimo Humanitario, una ONG de Zarautz que necesitaba un oficial para el Aita Mari. En mayo del 2019 este marinero conquense ayudó a que este barco regresara a España tras cumplir en Grecia su primera misión humanitaria. Ejerció durante un tiempo de segundo oficial y capitán en puerto, hasta que en el 2020, después del estallido de la pandemia, el Aita Mari fue retenido en Palermo durante dos meses. Después de aquello el antiguo capitán se bajó del barco, Óscar Fernández cogió sus galones y desde entonces dirige las misiones del antiguo atunero.

   Este patrón de altura conquense no tuvo problemas en dar un paso adelante a pesar de todas las dificultades que ha tenido que vivir desde su llegada al Aita Mari. Tampoco le asusta que el salvamento marítimo esté siempre en el punto de mira de los gobiernos. De hecho, dentro de unos días habrá un juicio contra uno de estos barcos, con una acusación de tráfico de personas por la que se enfrentan a veinte años de prisión. "Sabes a lo que estás dedicándote y que estás monitorizado por todos lados, pero hay que hacer el trabajo con profesionalidad, porque no puede ser un delito salvar a gente. Si llegase a ese punto lo afrontaremos, pero por ahora me motiva más".

   Dentro de unos días comenzará su sexta misión en el Aita Mar. Desde que se embarcó ha ayudado a más de una decena de pateras. Dependiendo de las circunstancias, unas veces se les rescata y otras se les facilitan chalecos y comida para que puedan llegar a su destino.

   Recuerda su primera intervención como "un subidón de adrenalina", y aunque ahora la experiencia hace que lo viva de otra manera, el capitán conquense asegura que "ha llorado en todos los rescates". Es consciente de que no van "a arreglar el mundo y las políticas seguirán siendo criminales, pero tienes la satisfacción de poner tu granito de arena y ganar una batallita en una lucha que, posiblemente, es una guerra perdida".

   Preguntado por los motivos para embarcarse en una misión para rescatar a náufragos en el Mediterráneo asegura que "cada cual te daría una razón, unos los hacen porque quieren salvar al mundo, otros porque necesitan una experiencia vital, o porque no creen en Dios pero si en las ONG", explica Fernández, que como capitán es también el máximo responsable de la seguridad de una tripulación que ahora mismo está compuesta mayoritariamente por gente que le ha acompañado en otras expediciones. "Ojalá el día en el que no tengamos que ir a rescatar a nadie y tengamos que desaparecer, pero hasta entonces, debemos ser profesionales del mar", apunta.

   Sobre si es posible que un barco mire hacia otro lado si ve una balsa en el mar, el capitán señala que "lamentablemente, cada uno tiene que mirar por su cuenta. Hace poco tuve conocimiento de la situación de una patera, sabía que había barcos más cerca de ella y tuvimos que ir nosotros". Hay distintos condicionantes, principalmente económicos. "Si un petrolero se da la vuelta para atender una balsa, le cuesta una pasta a la compañía", pone como ejemplo el capitán. Por no mencionar los pesqueros de Túnez o Lampedusa, para los que esos encuentros con pateras son parte de su día a día. "Cuando nosotros vemos una nos sorprende, pero el que va a pescar todos los días, si ve que la balsa va más o menos funcionando, les desea suerte y ya está".

   El capitán del Aita Mari cree que la tensión migratoria se ha reducido en esta zona y pueden trabajar un poco mejor. "Las inspecciones son normales e Italia te da puerta con mayor facilidad. Al final es una cosa de voluntad política, y como se ha demostrado en Ucrania, un refugiado es una persona sagrada. Cuando se quiere, hay capacidad en Europa para ayudarles, pero cuando no se quiere, se les hace invisibles y se les deja morir en el Mediterráneo".

   El capitán conquense calcula que el año pasado hubo unas 447 llamadas de socorro en el Mediterráneo central y entre todas las organizaciones de salvamento pudieron atender a 48. "No llegamos ni al 10%", lamenta Óscar Fernández, que considera que una de las labores de las ONG de rescate marítimo es denunciar esta situación "porque si no estuviésemos allí, posiblemente les bombardearían y pasarían al olvido, hasta que un día se seque el Mediterráneo y encontremos una fosa común de 80.000 personas". Por eso en su barco llevan siempre a alguien de prensa, para que pueda denunciar "la política criminal de una Europa fortaleza".

   El documental del Aita Mari, producido por Nervio Film y dirigido por Javi Julio, comienza con la compra por parte de Salvamento Marítimo Humanitario de un barco atunero destinado al desguace y termina con su primera misión de rescate. "Refleja el espíritu de colaboración de la sociedad civil e intenta dar la imagen de que en esta película no hay héroes: ni nosotros, que somos unos simples marineros, ni los que vienen en la patera, los últimos parias del mundo, supervivientes de guerras y continuas violaciones de los derechos humanos".