Actualizado 13/12/2007 18:10

Amador Gómez, de ACH: "La peor de las enfermedades del nuevo milenio no es el VIH o el hambre, es la indiferencia"

El director técnico de Acción contra el Hambre analiza el primer Informe Hunger Watch 2007 (Ed. Icaria) elaborado por la Red Internacional de la organización, que lleva 27 años trabajando sobre el terreno. Un estudio que pone nombre y apellidos al hambre y la enfermedad dando la voz a quienes en Darfur, Níger, Malawi, Zambia y Etiopía sufren en primera persona lo que para el resto del mundo, pueden no ser más que cifras.

- ¿Cuál es la gran aportación de este estudio?

Está realizado a pie de terreno, queriendo huir de los macro datos, poniendo piel a las cifras, dando testimonio al análisis, incluyendo el testimonio de quien día a día se enfrenta a la garra del hambre. No hemos querido repetir el típico informe escrito por un grupo de expertos desde un despacho europeo.

La segunda gran aportación es que el análisis de Hunger Watch derriba uno a uno los mitos que rodean a las más recientes crisis alimentarias, como que el VIH es sólo una cuestión de salud, que Darfur es el enésimo conflicto étnico africano o que el hambre de Níger es culpa de la sequía o las langostas.

- ¿Por qué se ha elegido un formato tan alejado de los informes "tradicionales"?

Porque dar la palabra a las víctimas al mismo nivel que la de los expertos rompe, necesariamente, con los formatos habituales de estudios. No queremos más macrocifras o datos globales para los que nuestra sociedad está ya inmunizada. Queremos ver a las personas que hay tras estas cifras. Las cifras nos aburren, pero resulta más difícil permanecer indiferente ante el testimonio de un padre de familia y su empeño por ofrecer dignidad a su familia, ante el testimonio de una mujer que no se resigna, que quiere seguir luchando por el derecho a la alimentación de sus hijos y que busca la complicidad nuestra.

- De todas las entrevistas realizadas, ¿cuál es el testimonio que más le ha impresionado?

Tal vez los de las mujeres como Zeinou Issafou (Níger), porque te hacen darte cuenta en un minuto de la extraordinaria fuerza que tienen las mujeres africanas y de todo su potencial para derrotar el hambre. Creo que mujeres como ella deben ser nuestros mayores aliados en la lucha contra el hambre. Las mujeres campesinas, son responsables de la mitad de la producción mundial de alimentos y producen entre el 60% y el 80% de los alimentos en la mayoría de los países en desarrollo. Las campesinas son los productores principales de los cultivos básicos de todo el mundo --el arroz, el trigo y el maíz--, que proporcionan hasta el 90% de los alimentos que consumen los pobres de las zonas rurales.

Su contribución a la producción de cultivos secundarios, como las legumbres y hortalizas, es incluso mayor. Esos cultivos, producidos principalmente en los huertos familiares, proporcionan nutrientes esenciales y representan a menudo el único alimento disponible durante los períodos de escasez previos a la cosecha o cuando las cosechas principales se pierden.

- ¿Retratar las causas del hambre implica descubrir sus soluciones?

Sí, ACH está convencida de que el hambre tiene solución y es la línea que trasluce tras cada una de nuestra comunicaciones. Lo que necesitamos es sumar complicidades para derrotar al hambre. Los gobiernos tienen un papel muy importante pero no pueden hacerlo solos. Es necesaria la sociedad civil, el sector privado, los ciudadanos... siempre con la participación activa y directa de quienes conviven con el hambre. Y las respuestas deben venir desde la política, pero también desde la economía y la sociedad.

- ¿Por dónde pasan esas soluciones?

Es necesario, por ejemplo, cambiar hábitos nutricionales en muchos países, reforzar la organización de las comunidades para gestionar sus recursos naturales...Desde Acción contra el Hambre trabajamos para mejorar las capacidades económicas de las familias y comunidades, para reforzar sus medios de vida y diversificar sus actividades generadoras de ingreso. También trabajamos por facilitar el acceso al agua potable y a un medio ambiente saludable. Para mejorar el estado nutricional y de salud de las personas.

Pero no es suficiente con recuperar la desnutrición, es importante ir a sus causas, porque cuando se produce la desnutrición hay que salvar la vida, pero también los medios de vida y facilitar el acceso a los servicios básicos. Es decir, crear las condiciones mínimas de autonomía y dignidad de las personas y comunidades para a partir de esos mínimos ellos sean responsables de su propio desarrollo

- A la vista de este trabajo, ¿hay salida para el continente africano?

Por supuesto que la hay. El hambre no es una fatalidad. Existen soluciones y lo hemos visto en países del sureste asiático, pero también en algunos países africanos donde, cuando se suman esfuerzos y complicidades, se consigue aplicar soluciones.

El futuro de África pasa por un desarrollo de su capacidad agrícola, actualmente muy poco mecanizada y muy dependiente de los cambios climáticos. Por mayores avances en la universalización del acceso a servicios básicos como atención primaria de salud, agua potable, saneamiento. Por una mayor inversión en infraestructuras, que mejoren las vías de comunicación y comercio.

Habrá que prestar especial atención al empoderamiento de la mujer africana para aprovechar todo su potencial como motor de desarrollo y futuro y no olvidar el fuerte impacto que la pandemia del VIH/SIDA está teniendo en el continente. En este sentido, junto con las estrategias de salud, hay que establecer estrategias de mitigación para paliar el impacto social y económico del VIH/SIDA.

- Tras décadas enviando ayuda, hay quien cuestiona la eficacia de la misma. ¿Cree que el modelo actual de ayuda al desarrollo es funcional? ¿Confía en la continuidad de este sistema?

La ayuda evoluciona cada año y está yendo a mejor. Se profesionaliza cada día más, se ejercen cada año mecanismos de gestión, de evaluación y de control cada vez más elaborados. La eficacia de la ayuda pasa por seguir creciendo en esta profesionalización. Si queremos aumentar la productividad de los campos agrícolas africanos, hace falta algo más que buena voluntad. Hace falta la competencia técnica y el rigor científico para hacerlo. Esta competencia técnica y su adaptación al contexto es el camino para seguir creciendo en eficacia, en impacto. Y todo ello desde una gestión transparente, evaluada y sometida a control.

Pese a ello siempre afrontamos nuevos obstáculos como, últimamente, la reducción del espacio humanitario. En numerosos países, sobre todos aquellos que sufren conflictos o violaciones de derechos humanos, los cooperantes se convierten cada día más en un objetivo a batir. Somos incómodos y la prueba de ello la tuvimos hace poco más de un año en Sri Lanka, donde fueron asesinados 17 trabajadores de ACF en la base de Muttur.

- ¿Qué papel juega el español de a pie en la situación de África?

Podemos hacer mucho. En primer lugar comprendiendo qué está pasando, sintiendo la curiosidad al menos de saber qué empuja a los cayucos que llegan a nuestras costas. Cuando podamos entenderlo querremos cambiarlo, trabajando en una organización como la nuestra o aportando esfuerzos para ello. Lo importante es que nos curemos de la peor de las enfermedades del nuevo milenio, que no es el VIH, ni la malaria o el hambre, es la indiferencia.

No podemos aceptar que millones de personas vivan en tan tremenda indignidad y quedarnos como si nada pasara. Algún día las generaciones futuras se avergonzaran de nuestra generación. Una generación que permitió que más de 800 millones de personas no pudiesen cubrir sus necesidades alimentarias.

En Acción contra el Hambre nos gusta repetir que no podremos decir que no lo sabíamos, ni podremos decir que nada podíamos hacer.