MADRID 22 May. (EUROPA PRESS) -
Como todo el 'avispero' de los Balcanes, el actual Montenegro que ayer votó por su independencia ha pertenecido a lo largo de dos milenios a sucesivos imperios y Estados, desde el Imperio Romano en el siglo II antes de Cristo, hasta la confederación de Serbia y Montenegro, creada en 2003 entre las dos repúblicas que quedaban de lo que fue la antigua Yugoslavia.
El territorio fue integrado en la provincia de Dalmacia tras su conquista por Roma en el siglo II antes de Cristo. Tras la división del Imperio y la posterior invasión germánica de la parte occidental, la región fue incorporada por Justiniano para el Imperio Bizantino.
Durante los primeros siglos altomedievales, la región --conocida como Dioclea-- fue paulatinamente poblada por comunidades eslavas. Tras pertenecer a distintos Estados (Serbia, Bulgaria, Venecia y nuevamente Bizancio), en el siglo XI comenzaron los intentos de emancipación con la creación del llamado reino de Zeta, bajo la regencia de Esteban Vojislav (1031-1050), Miguel (1051-1082) y Bodin (1092-1101).
El periodo posterior se caracterizó por la inestabilidad, con una sucesión de gobiernos eclesiásticos, de revueltas de los príncipes herederos contra los legítimos gobernantes, de guerras exteriores contra los turcos y venecianos y de continuas matanzas contra la población montenegrina.
Desde 1516, Montenegro se rigió por una teocracia tutelada por la familia Petrovic, a su vez feudataria del Imperio Austríaco. A finales del siglo XVIII la teocracia entró en declive y fue entonces, bajo el reinado de Pedro I (1782-1830), que comenzó la formación del Estado montenegrino moderno, con la promulgación de una Constitución en 1798. Pedro II (1830-1851) limitó el poder de las tribus locales y organizó una guardia moderna que combatió frecuentemente contra los turcos durante el resto del siglo XIX y parte del XX.
Danilo I (1851-1860) continuó con la modernización del país, pero la fuerte oposición de las tribus culminó con su propio asesinato. Le sucedió el último y más largo reinado de la historia de Montenegro, el de Nicolás I (1860-1918), quien contribuyó a consolidar la independencia del país en los tratados de San Stefano y de Berlín y mantuvo excelentes relaciones con Serbia y Rusia en detrimento del Imperio Otomano.
Antes de la Primera Guerra Mundial, Montenegro se alió con Grecia, Bulgaria y Serbia contra Turquía para liberar el resto de los Balcanes que aún estaba bajo dominio otomano. En plena guerra, Serbia y Montenegro se aliaron contra el Imperio Austro-Húngaro, por lo que fueron invadidos. En 1918, la monarquía finalmente fue abolida y Montenegro se unió con Serbia que culminaría con la creación de Yugoslavia, aunque con fuertes tendencias autonomistas.
En la Segunda Guerra Mundial, el país fue invadido por la Italia fascista y posteriormente por la Alemania nazi. El 6 de enero de 1945, Montenegro fue liberado por los partisanos comunistas y pasó a pertenecer a Yugoslavia en calidad de república federada socialista. Fue entonces cuando la capital se traslado de Cetinje a Podgorica, que durante un tiempo fue conocida como Titogrado en homenaje al presidente Josip Broz 'Tito'.
Tras la guerra de los Balcanes (1991-1996), Montenegro y Serbia se unieron en la nueva confederación de Yugoslavia, y ambos sufrieron por igual las sanciones establecidas por la ONU por las atrocidades de la guerra en Bosnia y Herzegovina. En esas circunstancias empezaron a crecer los ímpetus secesionistas, en buena parte atizados por los conflictos del resto de la antigua Yugoslavia.
En febrero de 2003, Montenegro pasó a integrar con Serbia la federación de Serbia y Montenegro, con fuerte autonomía para ambas partes en cuestiones económicas, militares e internacionales.