Clases de cocina italiana para comenzar una nueva vida

Clases de cocina italiana para inmigrantes en Arezzo
PABLO TOSCO/OXFAM INTERMÓN
    
Actualizado: sábado, 17 septiembre 2016 9:05

Oxfam ofrece cursos a inmigrantes que se encuentran a la espera de obtener asilo en Italia y les ayuda a lograr su autonomía

MADRID, 17 Sep. (EDIZIONES) -

Aprender el idioma y encontrar un trabajo. Esas son las prioridades con las que llegan a Arezzo, en la Toscana italiana, decenas de inmigrantes que han sido trasladados a la península tras arribar a Sicilia después de sobrevivir a la peligrosa travesía en el Mediterráneo y a Libia.

Conscientes de esta necesidad, en Oxfam Italia trabajan desde 2011 para ayudar a quienes se encuentran en esta situación a tramitar su solicitud de asilo, que puede demorarse hasta 2 años, y a darles las "herramientas" para facilitarles su vida mientras esto ocurre.

Según explica Marco Paolucci, trabajador social de la ONG, se ayuda a los inmigrantes a "tener una vida digna e intentar reconstruir una cierta autonomía" a la espera de que consigan el asilo, para lo que se les ofrecen apartamentos en los que pueden vivir.

PABLO TOSCO/OXFAM INTERMÓN

Para que puedan tener autonomía, "la parte más importante es la lengua", subraya Paolucci, por lo que desde Oxfam se les ofrecen clases de italiano. "Es un trabajo complicado" ya que muchos dejaron hace tiempo los estudios y en otros casos "son analfabetos", mientras que también hay casos de un alto nivel educativo a los que "no siempre gusta volver a empezar de cero".

La siguiente prioridad para todos ellos es encontrar trabajo, algo a lo que Oxfam no les puede ayudar, pero sí proporcionarles los "instrumentos" para ello, explica el trabajador social. En este sentido, desde la ONG les ofrecen formación profesional. "Es difícil encontrar algo que les interese a todos, porque son muchos", pero se les ofrecen cursos de construcción, panadería o incluso cocina italiana.

CURSOS DE COCINA

Peter e Idrissa son dos de los alumnos de los cursos de cocina. Para ellos, como para la mayoría de los alumnos, todos hombres, cocinar es algo nuevo, ya que tradicionalmente en sus países son las mujeres las que se encargan de ello, aunque muchos han tenido que aprender a manejarse en esta labor durante su periplo hasta llegar a Italia.

Aprender italiano, y a cocinar los platos típicos del país, les ha ayudado a comunicarse con los italianos, algo a lo que Oxfam dedica especial atención. Para ello, se organizan actividades semanales en las que los inmigrantes realizan labores para la comunidad, como pueden ser la limpieza de parques y calles.

El objetivo, explica Paolucci, es que los inmigrantes vean que "pueden comunicarse, interactuar con los italianos" y que con su labor demuestren a los italianos que "son personas dispuestas a ayudar, que quieren hacer algo". "Esto también puede ser una vía para encontrar un trabajo", subraya. El resultado de esta experiencia, que se ha llevado a cabo en cinco municipios en los últimos ocho meses ha sido, frente al temor inicial, "un nivel efectivo de integración".

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"Para trabajar hay que formarse", comenta Peter, un nigeriano de 21 años que llegó a Italia en octubre de 2015 y que está a la espera de conseguir asilo, después de que le fuera denegado inicialmente. "Estoy aprendiendo mucho en este curso sobre cómo se prepara la comida italiana y cuando lo termine puedo buscar trabajo", cuenta a Oxfam.

NO SE PUEDE SEGUIR VIVIENDO COMO SI ESTUVIERAS EN ÁFRICA

Cuando llegó, recuerda, se dio cuenta de que "si no hablaba su lengua todo sería muy difícil" y de que si iba a tener que quedarse en Italia no podía "seguir actuando como si viviera en África". Por eso, está contento de haber aprendido algo de italiano y de la cocina típica, ya que le permite "conocer a gente y tener más amigos".

"Creo que es la mejor cocina del mundo", afirma ahora Peter, que asegura que cuando sus amigos italianos van a casa y les cocina algo se quedan alucinados de que haya aprendido de hacerlo.

Idrissa, un guineano de 25 años, también está dando clases de cocina y ha conseguido el grado medio en Italia. Para él, no poder encontrar un trabajo es algo que le pesa porque "no me gusta pasar todo el día sin hacer nada".

PABLO TOSCO/OXFAM INTERMÓN

Por eso, tiene claro que quiere continuar su formación "para ver si me puedo ganar la vida". "Quiero casarme, quiero tener una familia, pero no es fácil aunque no pierdo la esperanza", añade, subrayando que "la vida es así, con subidas y bajadas". "Ahora estoy abajo, mañana estaré arriba", confía.

VOLVER NO ERA UNA OPCIÓN

Tanto para Peter como para Idrissa volver a sus países de origen no es una opción. Ambos tuvieron que abandonarlos por motivos políticos y porque temían por su vida y su viaje hasta llegar a Arezzo ha estado plagado de contratiempos y duros momentos.

En el caso de Peter, primero se fue a Níger, donde estuvo un año, y a continuación a Libia, donde como a tantos otros le secuestraron y pidieron un rescate por él, aunque consiguió escaparse. Ya en Trípoli, realizó varios trabajos, en algunos de los cuales no le pagaron y ante la situación en la que se encontraba el país decidió subirse a un barco y probar suerte en Europa.

"No podía volver a mi país porque estaba muy lejos y el desierto era muy peligroso, aunque el mar también era muy peligroso", comenta, recordando que la primera vez que lo vio pensó que por él se cruzaba hacia Italia pero no que un día él lo haría.

"Cuando abandoné mi país no imaginé que el viaje sería tan largo, que tendría que cruzar el mar. Jamás imaginé que llegaría a Italia", confiesa. "Cuando pasé más miedo es cuando nos perdimos en el desierto y estuvimos ahí nueve días", añade. Tanto en el desierto, como en su travesía en el mar vio a gente morir pero, subraya, "yo tuve suerte".

PABLO TOSCO/OXFAM INTERMÓN

La historia de Idrissa, como la de tantos otros, es muy similar. Dejó su Guinea natal con destino a Costa de Marfil, donde estuvo algo más de un año pero optó por seguir hacia Libia, donde tenía un tío que trató de disuadirle porque "era muy peligroso". Al llegar a Sabha, como le ocurrió a Peter, le secuestraron y exigieron un rescate, que terminó pagándole un amigo.

Finalmente consiguió llegar hasta Trípoli, donde vivía su tío, y estuvo trabajando un tiempo y viviendo con otros africanos en una situación similar a la suya. En la capital libia "no paraba de haber disparos" así que, disuadido por un amigo, se decidió a cruzar el Mediterráneo.

LIBIA ES PEOR QUE EL MAR

Idrissa recuerda que cuando llegó al país norteafricano no pensaba seguir hacia Europa, pero llegó a un punto en que tuvo claro que "Libia es peor que el mar". "Cuando ves el barco no puedes dar marcha atrás, te obligan a subir y si no lo haces te matan", explica. "Si dices que solo has ido a mirar y que tienes miedo, te dicen que les estás fastidiando el negocio, así que cogí fuerzas y subí", rememora.

Ya en el mar, su barco se perdió y estuvieron diez días hasta que les rescató la Marina italiana y les trasladaron a Lampedusa, desde donde fue evacuado a Sicilia y posteriormente a Arezzo. "Si alguien me dice que quiere venir le aconsejaría que no lo hiciera", afirma tajante, reconociendo que no le gusta hablar de su viaje porque ha "sufrido mucho".

"Imaginaba que Europa era buena, bonita, que había libertad que hacías lo que querías. Eso es lo que nos decían", comenta, lamentando que no le hubieran contado que "cuando venías a ganarte la vida no era fácil". Aunque reconoce que "antes estaba desanimado", Idrissa confía ahora en encontrar un trabajo y poder rehacer su vida.

Para el trabajador social de Oxfam Italia, la parte más dura y difícil de su trabajo es precisamente esa, dar esperanza y animar a estos inmigrantes "cuando sabes que en la mayoría de los casos hay realmente pocas esperanzas" de que les concedan el asilo.

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