La guerra silenciosa de Nigeria

Un pastor fulani de Nigeria
REUTERS
  
Actualizado: sábado, 14 mayo 2016 8:28

El conflicto entre pastores fulani y agricultores, que estalló en 1999, se convierte en el gran obstáculo para el crecimiento del país

   MADRID, 14 May. (EDIZIONES) -  

   Nigeria es, desde hace aproximadamente 20 años, el epicentro de un conflicto que ha dejado miles de muertos y cientos de miles de desaparecidos. Se trata del que enfrenta a una comunidad nómada de pastores, los fulani, contra agricultores nigerianos en el centro del país. Es un conflicto con mil raíces -- económicas, climáticas, incluso religiosas -- y un largo pasado, sin visos de terminar, y que amenaza con retroalimentarse con la actual guerra entre Nigeria y la organización terrorista Boko Haram hasta alcanzar a la región entera del Sahel.

   Es un conflicto que esporádicamente deja decenas de muertos en el centro y en el sur del país. Más de 40 la semana pasada en el estado de Enugu, cerca de 300 hace mes y medio en el vecino Benue, 80 de ellos -- hombres, mujeres y niños -- en la comunidad de Egba. Aproximadamente 620 personas murieron durante los primeros siete meses de 2015 por un enfrentamiento que ha generado en su apogeo más de 400.000 desplazados, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

   El enfrentamiento entre los fulani y los agricultores ha quedado a la sombra de la guerra entre Nigeria y Boko Haram, pero la realidad es que desde hace 20 años se ha convertido, sin apenas hacer ruido en la comunidad internacional, en una barrera para el crecimiento económico del país y para el bienestar de sus ciudadanos porque le cuesta anualmente al Gobierno nigeriano la inabordable cantidad de 13.400 millones de dólares, según el estudio publicado recientemente por la ONG Mercy Corps. Para hacerse una idea de su impacto nacional: de resolverse, estudios recientes indican que la renta de una familia media nigeriana podría aumentar entre un 64 y un 210 por ciento. El cuádruple de lo que ganan ahora.

LA RAÍZ

   Desde la declaración de la Cuarta República Nigeriana en 1999, tres factores fundamentales como son el cambio climático, la adquisición masiva de tierras por parte de los granjeros capitalistas y, sobre todo, la perpetuación de la vida pastoral en Nigeria -- una idiosincrasia que el Gobierno nigeriano encuentra enormes dificultades para eliminar -- han obligado a los pastores fulani, tradicionalmente circunscritos al norte del país, a bajar al centro y al sur en busca de pastos, lo que lleva a la destrucción de los cultivos, relata el profesor de Historia de la universidad de Otuoke, Okechukwu Edward Okeke.

   La incursión de los fulani generó inmediatamente la reacción de los agricultores, que comenzaron a defender con armas su territorio, a masacrar cabezas de ganado e incluso a envenenar sus cultivos. El hecho de que la práctica totalidad de los fulani son musulmanes y los granjeros son cristianos otorga un siniestro y peligrosísimo matiz sectario a un enfrentamiento donde los bandos se entrecruzan acusaciones de abusos y violaciones.

Pastor fulani de Nigeria

   El Ejército nigeriano inicia ocasionalmente acciones armadas contra los fulani, según los medios nacionales, aunque los militares aseguran que sus operaciones no tienen un carácter sectario. En 2014, sin embargo, ciertas élites políticas acusaron al ex presidente Goodluck Jonathan de perpetrar una "campaña de genocidio" contra los fulani. Sin ir más lejos, el gobernador de Adamawa y ex jefe del Estado Mayor de la Marina nigeriana, el vicealmirante Murtala Nyako, calificó a Jonathan en un memorándum como el "Adolf Hitler de Nigeria".

   La intervención armada continúa con el nuevo presidente, Muhammadu Buhari, quien el mes pasado ordenó la entrada de tropas en Benue (uno de los epicentros del conflicto) para intentar contener a las situación mientras prepara un plan de delimitación permanente de tierras destinado a solventar este conflicto de una vez por todas, y que contempla incluso la importación de hierba desde Brasil, según el diario nigeriano 'Daily Post'. El presidente del Comité Agrícola del Senado, Abdulahi Adamu, apoyó la medida aunque advirtió de que "no existen soluciones fáciles a este problema".

UNA RELACIÓN ECHADA A PERDER

   No siempre fue así. Antes de 1999 ganaderos y agricultores mantenían una "simbiosis", apunta 'Foreign Policy', por la que los pastores ofrecían leche, carne y fertilizante a cambio de grano y otros productos agrícolas. Sin embargo, la expansión del terreno cultivable unido a la explosión de la tasa de natalidad en África Occidental (tres de los cuatro países del mundo que crecen más rápidamente se encuentran en la región) y a la erosión del suelo en el Sahel debido a las históricas sequías que han devastado la región terminaron por romper esta apacible relación.

   Y, a pesar de las medidas que propone el Gobierno nigeriano, el senador Adamu tiene razón a la hora de dudar de la viabilidad de la solución por un sencillo motivo: no existe quien la pueda aplicar, por culpa del propio Gobierno. Tradicionalmente, los enfrentamientos entre pastores y agricultores eran resueltos por líderes locales que se encargaban de mediar a un nivel personal en las disputas entre ambos grupos. Esa figura ya no existe. Y no lo hace por la reforma política llevada a cabo por el Gobierno nigeriano por la que ha devuelto progresivamente competencias al Ejecutivo central.

Soldado nigeriano

   Esta reforma, a su vez, ha generado la aparición de una élite local que se mantiene en el poder gracias al apoyo de comunidades sedentarias, es decir, los agricultores. Por lo tanto, explica el grupo de expertos IPI Global Observatory, "tiene pocos incentivos para desempeñar un arbitraje justo". Dado que muchos de los pastores no encuentran un camino para resolver sus quejas a través del diálogo, acaban recurriendo a la violencia como única opción viable.

   A ello se suman decenas de facetas que no hacen sino incrementar la tensión y enquistar el conflicto en un círculo vicioso, como el aumento del precio de la carne en los centros urbanos de Nigeria -- que se expanden cada vez más rápidamente por la explosión de natalidad --, lo que lleva a otros grupos criminales a asaltar el ganado de los fulani, quienes a su vez obligan a esta población a rearmarse; armas que emplean para atacar a los ganaderos.

AMENAZA DE EXPANSIÓN

   Hay que recordar, sin embargo, que los fulani no solo viven en el norte de Nigeria. Son una poblada comunidad presente en la mayor parte de la zona del Sahel. Se tiene constancia de enfrentamientos en el norte de Camerún, en el suroeste de Níger. Estos nómadas se encuentran en Chad, en Senegal y en Malí, donde son mal recibidos por las comunidades que atraviesan.

   Naciones Unidas recuerda que la matanza de Benue obligó a más de 100.000 personas a abandonar sus hogares y que 7.000 personas se vieron obligadas a vivir en campos de desplazados internos. En Benue, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la mayor parte de las poblaciones están desiertas, las escuelas arrasadas, las clínicas y las iglesias destruidas. La agencia de la ONU pide una acción urgente para resolver una situación que "amenaza con escapar al control de todos".