La vida se abre paso en medio de la destrucción en Ghuta Oriental

Un niño camina por Kafr Batna, en Ghuta Oriental
REUTERS / OMAR SANADIKI
Actualizado: lunes, 29 octubre 2018 15:59

MADRID, 29 Oct. (EUROPA PRESS) -

En Ghuta Oriental, un antiguo bastión rebelde situado en los alrededores de Damasco y recuperado hace unos meses por las fuerzas gubernamentales sirias, casi todos los edificios han quedado dañados por los combates, pese a lo cual la población está decidida a recuperar sus vidas.

Entre el 50 y el 90 por ciento de las infraestructuras en Ghuta Oriental han quedado destruidas. Hospitales, escuelas, tiendas, servicios de agua y electricidad... nada a quedado al margen de los combates, como tampoco lo han hecho sus habitantes.

Unos 2 millones de personas vivían en esta zona próxima a la capital antes de que estallara la guerra en marzo de 2011. La mayoría de ellas se marcharon el mismo año que comenzó el conflicto, pero actualmente aún hay unos 350.000 residentes que se esfuerzan por retomar sus vidas.

Bassam Qassem es uno de ellos. "Resulté herido el 21 de noviembre de 2016", cuenta el joven de 24 años al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). "Estaba fuera y un proyectil cayó cerca mío", recuerda. "La Media Luna Roja Siria me ayudó, me llevaron al centro de tratamiento más cercano, donde me apuntaron la pierna", añade.

Tampoco los voluntarios de la Media Luna Roja salieron indemnes de la violencia. Muchos como Emad Eddin Hamed arriesgaron sus vidas por salvar las de otros. "Mucho personal médico, incluido yo, resultamos heridos", explica. "Tengo quemaduras en mis manos, cara y cabeza. También tengo esquirlas en mi cuerpo y necesitaré una intervención quirúrgica para que la extraigan", precisa.

Deborah Gallagher tiene amplia experiencia trabajando como enfermera del CICR en zonas de conflicto. Pese a ello, cuando vio la destrucción imperante en Ghuta Oriental y vio lo que es el único hospital público de la zona quedó conmocionada.

"La camilla del quirófano, que a menudo es una pieza de material médico bastante complicada, era literalmente un carrito que estaba fijado al suelo", recuerda, subrayando que apenas tenía capacidad "para tumbar a una persona".

Según Gallagher, para ventilar a los pacientes o mantenerles sedados para poder operarles "se les sedaba con un agente durmiente y se usaba manualmente una bolsa, una vez habían sido intubados, para mantener la respiración del paciente".

HARÁN FALTA AÑOS PARA LA RECONSTRUCCIÓN

El director de operaciones del CICR, Dominik Stilhart, visitó la semana pasada la localidad de Harasta, a priori una de las menos dañadas por la violencia. "Harán falta no solo meses sino años para limpiar toda los escombros y reconstruir Harasta como solía ser", advierte.

Pero pese a todo, poco a poco van surgiendo signos de mejora, muestra de la determinación de los sirios de seguir con sus vidas aunque el conflicto aún no ha terminado. "Ahora podemos ver que está empezando el trabajo para intentar mejorar las condiciones para las mujeres y los niños de estas zonas por parte del Ministerio de Salud", explica Gallagher, asegurando que "el CICR hará todo lo posible para apoyar estos esfuerzos".

Actualmente, solo hay un hospital que funciona de forma parcial para atender a la población de Ghuta Oriental, donde los 23 centros de salud y los dos centros de la Media Luna Roja quedaron total o parcialmente destruidos por los combates. A esto se suma que la mitad de las escuelas de la región no están operativas.

Además, la única fuente de agua potable es un proyecto de camiones cisterna apoyado por la Media Luna Roja Siria, el CICR y la ONU. El CICR y la Media Luna Roja han suministrado tanques y bidones en las ocho localidades más grandes de Ghuta Oriental, donde viven unas 250.000 personas, para que puedan almacenar el agua.

Poco a poco y en medio de las vastas necesidades humanitarias, los residentes de Ghuta Oriental están aunando esfuerzos y comenzando a rehacer sus vidas. Pese a la violencia y el dolor vividos, no tienen intención de ceder. "Cada uno de nosotros quiere ayudar a este país de alguna forma en esta difícil situación", asegura Emad Eddin Hamed, quien se niega a abandonar su casa en la localidad de Duma.

"Por supuesto, yo no me marcharé. El peligro forma parte de nuestro trabajo y podemos resultar heridos en cualquier parte del mundo", defiende el voluntario de la Media Luna Roja Siria. "La situación en Duma era mala pero las cosas están mejorando con el tiempo", sostiene.

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