Waterloo: De la caída de Napoleón al auge de las monarquías absolutas

Bandos en la batalla de Waterloo
Foto: EUROPA PRESS
Actualizado: viernes, 19 junio 2015 10:59

MADRID, 19 Jun. (EDIZIONES) -

La batalla de Waterloo no solo supuso la derrota de Napoleón Bonaparte y la caída del Imperio Francés, sino que cambió el rumbo de Europa con el Congreso de Viena en el que se redefinieron las fronteras de los países continentales y se reforzaron las monarquías absolutas, amenazadas desde la revolución francesa.

La lucha, que este jueves ha cumplido 200 años, tuvo lugar a escasos metros de la pequeña localidad belga de Waterloo (a unos 20 kilómetros de Bruselas), en una batalla de cuatro días de duración en la que se vieron involucrados más de 200.000 soldados de siete países diferentes, de los que fallecieron más de 68.000. Esta es la historia del día en que cayó el emperador.

PRECEDENTES

Tras haber sometido a casi toda Europa, Napoleón fue derrotado en batalla de las Naciones (en Leipzig), el 16 de octubre de 1813. A partir de ahí el principal objetivo de Francia fue salvaguardar lo máximo posible su Imperio, motivo por el cual el Emperador Bonaparte acepta las condiciones de los vencedores, abdica y se exilia a la isla italiana de Elba permitiendo que Luis XVIII sea puesto en el trono del país.

Ante las noticias de que algunos aliados querían destinarle a una isla más lejana (Santa Elena o las Azores) y de que el pueblo no aceptaba al monarca Borbón, Napoleón decide escapar de Elba en febrero de 1815 y desembarca en Antibes (Francia) el 1 de marzo, desde donde se prepara para retomar Francia.

Luis XVIII, cuando se entera del desembarco de Napoleón, manda al Mariscal Michel Ney (a la órdenes de Napoleón en la campaña rusa) junto al Quinto Regimiento de Línea a detenerle, pero cuando lo tienen a tiro Napoleón reta a los soldados a dispararles y, en vez de hacerlo, terminan todos gritando 'viva el emperador'.

Sin ni siquiera realizar un sólo disparo, Napoleón se hace con el poder en Francia y, aclamado por el pueblo, reorganiza sus tropas a las que se unen jóvenes voluntarios que forman de nuevo un gran Ejército de más de 200.000 contingentes, aunque muchos son inexpertos y sin formación.

LOS 100 DÍAS

Así comienza el periodo conocido como el 'Gobierno de los 100 días', que transcurre desde la llegada a París de Napoleón el 20 de marzo hasta su derrota el 18 de junio de 1815. La situación política y social en Francia había cambiado, ahora el pueblo exige más libertades, y Napoleón, para contentar a la muchedumbre y evitar revueltas elabora el 'Acte additionnel' (Acta Adicional), con la que se reconoce la división del poder legislativo, que pasaba a constituirse por dos asambleas: la Cámara de los Lores, compuestos por miembros hereditarios nombrados por el Emperador, y la Cámara de Diputados, formada por 629 miembros elegidos por cinco años por sufragio.

El trabajo lo realiza Benjamin Constant, por lo que el documento pasó a ser conocido como la 'Benjamina'.

Mientras tanto, en Viena, las grandes potencias europeas se reparten los territorios reconquistados al Imperio Francés, aunque todas ellas se inquietan cuando Napoleón vuelve a hacerse con el poder. Rusia, Prusia, Gran Bretaña y Austria deciden aliarse de nuevo en la Séptima Coalición para tumbar de una vez al Emperador. Forman un Ejército formidable, aunque la velocidad de los acontecimientos no permitieron ni a Rusia ni a Austria participar en la futura batalla de Waterloo.

Ante la nueva alianza enemiga y sofocadas algunas tímidas revueltas lideradas por el Duque de Angulema por parte de los monárquicos en Francia, Napoleón reunió a su Ejército y avanzó hacia Bélgica para atacar el país antes de la llegada de los rusos y de los austriacos, expulsar a los ingleses hacia el mar y derrotar a los prusianos, enfrentándose así a sus rivales de forma individual y nunca colectiva. Pero sus planes no salieron como preveía.

BANDOS

Hay tres bandos principales en la batalla: el francés, el prusiano y el inglés, estos dos últimos aliados.

PRUSIA

A la cabeza del reino alemán se encontraba el Príncipe de Wahlstatt, Teniente General y Mariscal de Campo Gebhard Leberecht von Blücher. El Comandante en jefe prusiano, que, con 70 años, era el de mayor edad de la batalla, contaba con un grueso de unos 117.000 soldados repartidos en cuatro cuerpos (cada uno de los cuales constaba de cuatro cuerpos de infantería, un cuerpo de caballería y un cuerpo de artillería).

El primer cuerpo lo lideraba el comandante Hans Ernst Karl von Zieten.

El segundo cuerpo lo lideraba el comandante Georg Dubislaw Ludwig von Pirch.

El tercer cuerpo lo lideraba el comandante Johann Adolf von Thielmann.

El cuarto cuerpo lo lideraba el comandante Friedrich Wilhelm Graf Bülow von Dennewitz.

GRAN BRETAÑA

Liderados por Arthur Wellesley, Duque de Wellington, el Ejército inglés estaba formado por una alianza principal de ingleses y holandeses, más soldados belgas y de reinos alemanes, que sumaban aproximadamente 100.000 hombres. Estaban organizados del siguiente modo:

El primer cuerpo se encontraba bajo el mando del Príncipe Guillermo VII de Orange -futuro Guillermo II de los Países Bajos-.

El segundo cuerpo tenía por líder al Teniente general lord Rowland Hill.

La Reserva estaba bajo el mando del Duque de Wellington como Comandante en Jefe.

FRANCIA

Napoleón, el Emperador de los franceses, contaba con un total de 124.000 hombres, divididos en:

El ala derecha, a las órdenes del Mariscal Emmanuel de Grouchy, con el tercer cuerpo, bajo el mando del General conde Dominique Vandamme, y el cuarto cuerpo, bajo el mando del General conde Maurice Étienne Gérard.

Ala izquierda, bajo las órdenes del Mariscal Michel Ney, quien tenía a su cargo el primer cuerpo, con el General Jean-Baptiste Drouet, conde D'Erlon, y el segundo cuerpo, con el General conde Honoré Charles Reille.

Napoleón estaba a cargo de la Reserva, en la que se incluían la invencible Guardia Imperial, con el Mariscal Édouard Adolphe Casimir Joseph Mortier, general Antoine Drouot, y el sexto cuerpo, con el General Georges Mounton, conde de Lobau.

BATALLA

15 DE JUNIO

Aunque la batalla de Waterloo tiene lugar el día 18 de 1815, los primeros disparos entre los Ejércitos comienzan el día 15 de junio. Las tropas de Napoleón, que habían partido desde París hacia Bruselas días atrás, alcanzan el día 15 la localidad belga de Charleroi, donde se encuentran el primer cuerpo prusiano con el comandante von Zieten, y se producen los primeros disparos.

Tras la escaramuza, el primer cuerpo de los prusianos se retira para reagruparse con el grueso de las tropas mientras que lo franceses se organizan para la batalla que tendría lugar al día siguiente. El Duque de Wellington, que se encontraba en Bruselas, se dirige con sus tropas hacia la zona para hacer frente a Napoleón.

16 DE JUNIO

El 16 de junio de 1815 comienzan la primera batalla entre los tres Ejércitos en dos frentes: Quatre-Bas y Lygny. Napoleón manda al mariscal Ney a enfrentar a las tropas inglesas situadas en Quatre-Bas, a la izquierda del Ejército francés, para poder él mismo encargarse de Blücher y el Ejército prusiano, que se encontraba en Lygny. Con este movimiento Napoleón pretende asegurar su retaguardia antes de su batalla con Wellington.

Hacia la tarde del día 16, el duro ataque francés obliga a Blücher a emplear sus reservas, momento que aprovecha el Emperador para mandar llamar al general D'Erlon, que acaba de llegar al campo de batalla, para que le ayude a terminar con los prusianos atacando su ala derecha. Pero D'Erlon recibe órdenes confusas entre el mariscal Ney y Napoleón, y termina por ayudar a Ney en su lucha contra ingleses.

Esto obliga a Napoleón a cambiar de planes. Decide embestir el centro del grueso prusiano con su reserva y lo divide gracias a su caballería. La derrota obliga al grueso de los prusianos a replegarse hacia Wavre, cerca de Waterloo, sin conocer la posición de los ingleses.

Por su parte, Wellington también está sufriendo en su lucha contra el mariscal Ney, aunque sus tropas se mantienen unidas y enteras. Cuando el líder inglés conoce la retirada por parte de los prusianos, decide retroceder hacia Waterloo, donde las posiciones defensivas le son más favorables, pero lo hace en secreto para evitar la acometida de Ney.

17 DE JUNIO

El 17 de 1815 fue un día de transición en la batalla, lo que a la larga supuso un duro revés para los planes de Napoleón al no lograr acabar con sus enemigos por separado, y permitir que se juntasen en Waterloo.

El mariscal Ney tarda en advertir la retirada del Duque de Wellington y sus tropas y no logra interceptarle, ni siquiera con la caballería, que no le concede ni un respiro durante su retirada.

Este movimiento impulsa al Emperador a perseguir a los ingleses dejando la tarea de evitar que los prusianos se reagrupasen y se uniesen a sus aliados ingleses a 30.000 hombres bajo el mando del mariscal Grouchy, quien tuvo muchas dificultades en encontrarles porque pensaba que los prusianos se dirigirían hacia Lieja, cuando lo hicieron hacia Wavre aprovechando la oscuridad de la noche.

18 DE JUNIO

El domingo 18 de 1815 se decide la batalla y el final de Napoleón. Wellington y Napoleón se encuentran frente a frente, sin mayor posibilidad que alzarse con la victoria o sufrir la derrota y sin saber donde están ni Grouchy ni los prusianos.

El inevitable enfrentamiento se retrasa dos horas debido a la lluvia caída durante la noche, que ha dejado el campo tan embarrado que las ruedas de los cañones se hunden y dificulta en exceso su movimiento. Además, esas condiciones afectan más a los franceses que a los ingleses pues estos tiene que atacar una colina cuesta arriba, y el barro limita sus movimientos y obliga a un esfuerzo mayor. A las 11:30 horas la paciencia de Napoleón se agota y lanza su ataque.

Los ataques de la artillería francesa no surten casi efecto debido a la colina que domina el campo de batalla y que permite refugiarse al Ejército inglés.

Sin la fuerza de los cañones, la estrategia francesa consiste en atacar con su ala izquierda la derecha de las fuerzas aliadas, con la intención de que Wellington refuerce con sus reservas la zona atacada y desproteja el centro, momento que aprovecharía Napoleón para atacar el centro, dividir a las fuerzas enemigas y terminar con ellos por separado.

Pero el ataque al ala derecha inglés no fluyó como Napoleón esperaba pues las fuerzas de Wellington resisten la acometida de los franceses, que sufren numerosas bajas. Napoleón no cambia de planes y decide atacar el centro de los ingleses para dividir sus fuerzas.

Manda a la infantería de D'Erlon para que abra una brecha en las filas británicas, pero el ataque tampoco logra su objetivo, en parte por culpa del terreno, cuesta arriba y todavía mojado, y de la colina, que es muy ventajosa para la táctica defensiva de los aliados.

Durante la acometida francesa comienza a aparecer por la derecha de Napoleón el Ejército prusiano, mientras que el mariscal francés Grouchy, el encargado de encontrarles y destruirles, sigue sin aparecer.

Grouchy, fiel cumplidor de las órdenes de Napoleón, marcha hacia Wavre una vez que encontró el rastro prusiano para detenerles, pero allí sólo quedaba una pequeña porción del Ejército de Blücher con el único objetivo de entretener a los refuerzos de Napoleón. A pesar del sonido de los cañonazos en la lejanía y de la insistencia de los generales de Grouchy de cambiar el rumbo hacia Waterloo, donde se encontraba la batalla, el mariscal francés decide cumplir las órdenes iniciales y cae en la trampa prusiana.

La resistencia de los ingleses y la llegada de los prusianos obliga a Napoleón a lanzar una brutal carga de caballería en un intento desesperado por romper el centro de Wellington, pero de nada sirve.

A pesar de rechazar todos los intentos de los franceses, Wellington empieza a notar que no resistirán mucho más, y ve en las tropas de su aliado Blücher su única oportunidad de salvación.

Napoleón hace frente a Blücher con sus veteranos mientras reserva el grueso de sus tropas que todavía se mantiene en pie para destruir al Duque de Wellington. Pero en esta ocasión el militar inglés sorprendió al gran estratega francés, pues escondidos en el barro, mil quinientos fusileros aparezcan por sorpresa en medio del ataque de la invencible Guardia Imperial y provocan la huída de los franceses.

Los ingleses aprovechan la confusión provocada en el bando francés y cargan al ataque, a la vez que por la derecha los prusianos, mucho más numerosos, sobrepasan a los veteranos franceses y acosan a Napoleón por la derecha. La 'Armée du Nord' se retira, huye, y el Emperador escapa hacia París. Sobre las 21:00 horas Wellington y Blücher se reúnen en la tienda de Napoleón y escriben el informe sobre la batalla y la victoria.

Se calcula que unos 68.000 soldados perdieron la vida durante estos tres días de batalla.

No tardó mucho Blücher en salir en busca del Emperador, a quien odiaba personalmente. El 1 de julio ocupa Versalles, el 8 de julio se restaura a los Borbones en el trono y el 10 Napoleón se rinde y es exiliado a la isla de Santa Elena, donde muere seis años después. Las consecuencias políticas de la derrota de Napoleón se firmaron en Viena antes de Waterloo, pero no se pudieron poner en práctica hasta después.

CONGRESO DE VIENA

Tras la primera derrota de Napoleón Bonaparte en la batalla de las Naciones en Leipzig (16 de octubre de 1814), las principales potencias europeas de la época se reunieron en Viena desde el 1 de octubre de 1814 hasta el 9 de junio de 1815 para decidir las nuevas políticas en el continente y el reparto de los territorios reconquistados a Francia.

Los objetivos principales del Congreso estaban claros desde el principio: volver a la situación previa a la revolución francesa con las monarquías absolutas y recuperar los equilibrios de poder en Europa para evitar otro intento expansionista como el de Francia.

PRINCIPALES ACTORES

Fueron los diplomáticos más que los reyes quienes decidieron el reparto del pastel, con algunos nombres destacados:

El principal impulsor de esta iniciativa y el encargado de llevar las negociaciones por parte de Austria fue Klemens von Metternich, ministro de Asuntos Exteriores y futuro Primer Ministro del Imperio Austriaco, en representación de su emperador, Franciso I, presente en el Congreso.

Por parte de Prusia fue su rey, Federico Guillermo III, con la ayuda de su ministro de Exteriores, Karl August von Hardenberg y Wilhelm von Humboldt, quien llevó el peso de las negociaciones del más poderoso de los numerosos estados alemanes, que en ese momento, al igual que en Italia, no estaban unificados.

El zar Alejandro I de Rusia acudió a Austria con el principal objetivo de unificar los Estados Alemanes para frenar avance de Prusia y limitar su poder.

Francia, la gran derrotada, consiguió participar gracias a Charles Maurice de Talleyrand, diplomático y ministro de Asuntos Exteriores, quien logró esquivar las sanciones que en un principio iban a imponer a su país, aunque ante el regreso de Napoleón de Elba jugó un papel a dos bandas ante la incierta situación futura.

Desde el Reino Unido acudió Robert Stewart, vizconde de Castlereagh, II marqués de Londonderry y ministro de Exteriores británico. Por parte de España fue Pedro Gómez Labrador, representante del rey español Fernando VII, pero su papel fue apenas relevante.

ACUERDOS

El principal objetivo de los vencedores fue la Restauración, es decir, la vuelta a las monarquías absolutistas, pues estaban en juego todas las casas reales europeas. Y para asegurarse de que las ideas revolucionarias de 1789 no volvían a cortar una cabeza real, las Casas Reales se prometieron ayuda mutua en caso de necesidad, como ocurrió cuando Francia envío los '100.000 hijos de San Luis' en auxilio del monarca español Fernando VII, obligado a firmar la Constitución.

El segundo objetivo, el equilibrio de poderes, buscaba evitar un nuevo intento expansionista como el de Francia y lo hicieron a través de las nuevas fronteras establecidas.

Esta complejidad, unida al escenario donde se desarrolló el Congreso, una de las grandes capitales culturales del momento, lo que propició que muchas reuniones se celebrasen en bailes y fiestas, produjo un avance muy lento en las negociaciones, casi inapreciable, por lo que se empezó a decir que "el Congreso baila, pero no marcha".

Tanto fue así que antes de que terminasen las negociaciones Napoleón ya había escapado de su destierro en la isla de Elba y volvía a poner en jaque a los allí reunidos, lo que obligó al Duque de Wellington a abandonar Viena para enfrentar el emperador.

Al final, el Congreso de Viena terminó de forma precipitada el 9 de junio, unos días antes de la Batalla de Waterloo (18 de junio), donde se fraguó la derrota definitiva del Emperador francés.

NUEVO MAPA POLÍTICO

Estos fueron los principales cambios territoriales que se acordaron:

AUSTRIA: La Casa de Habsburgo reforzó su autoridad y el Imperio de Austria recuperó sus posesiones en los Balcanes, así como el Tirol. Nuevos fueron los territorios de Lombardía, Véneto, y Dalmacia.

PRUSIA: No consiguió todos sus objetivos pero obtuvo partes de Sajonia, Westfalia, Renania, Polonia y la orilla izquierda del Rin.

CONFEDERACIÓN ALEMANA: Tanto Prusia como Austria forman parte de esta nueva Confederación formada por 39 estados, en sustitución de la Confederación del Rin, impuesta por Napoleón en detrimento del Sacro Imperio Romano Germano en 1806, Austria era la más poderosa de la Confederación.

RUSIA: Logró la anexión de la mayor parte de Polonia, de Finlandia (en detrimento de Suecia) y la región de Besarabia.

REINO UNIDO: Consolidó su poder como primera potencia naval del mundo con la islad de Malta y Ceilán (la actual Sri Lanka) y la Colonia del Cabo (territorio de Sudáfrica).

FRANCIA: Luis XVIII se convierte en rey de Francia y el país vuelve a sus fronteras de 1792.

SUECIA: Perdió Finlandia, pero fue compensada con Noruega.

ESPAÑA: No logró ninguna concesión, pues ni tenía peso en las relaciones diplomáticas ni sus intereses (sus colonias americanas) eran importantes para el resto de Europa.

NÁPOLES: Se anexionó Sicilia y restauró a los Borbones en el trono.

ESTADOS PONTIFICIOS: La Iglesia recuperó sus Estados Pontificios que se había anexionado Napoleón y fueron reconocidos por el Congreso, excepto una pequeña merma que pasó a manos austriacas.

En noviembre de 1815, vencido completamente Napoleón, se retomaron las negociaciones en la 'Segunda paz de París', en la que se formó la Santa Alianza entre Rusia, Austria y Prusia, por la que se comprometían a mantener el orden absolutista en Europa, defender de los principios cristianos y reprimir los movimientos liberales y revolucionarios que alteren la situación política de la Restauración.

Aunque las Casas Reales fueron perdiendo el poder que habían recuperado a lo largo del siglo XVIII, lograron evitar otra gran guerra hasta 1914, cuando arrancó la I Guerra Mundial.

OBRAS Y PELÍCULAS

La batalla de Waterloo ha inspirado a muchos autores a recrear los acontecimientos vividos aquel 18 de junio de 1815 para desenmarañar las estrategias, movimientos y consecuencias de la derrota de Waterloo.

David Geoffrey Chandler es un historiador inglés que se ha centrado en Napoleón y sus campañas durante casi toda su vida desde 'Las campañas de Napoleón', que escribió en 1967 hasta 'En las guerras Napoleónicas' de 1994.

Ildefonso Arenas Romero propone otro punto de vista con su libro 'Álava en Waterloo'. Cuenta los prolegomenos y la batalla de Waterloo desde el punto de vista de Miguel-Ricardo de Álava y Esquivel, comisionado del rey de España en el bando del Duque de Wellington.

Con Alessandro Barbero, historiador y escrito italiano, podemos recrearnos de forma entretenida y detallada con esta histórica batalla desde una visión extranjera gracias a su libro 'La batalla. Historia de Waterloo'.

Uno de los mejores escritores de su época, Stefan Zweig, también dedicó un capítulo de un libro a la batalla de Waterloo. En sus 'Momentos estelares de la humanidad', el escritor austriaco se centra en los factores que pudieron cambiar la batalla, la guerra y el rumbo de Europa.

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En cuanto al cine, fue Italia y el director Sergei Bondarchuk quienes llevaron la derrota del Emperador a la gran pantalla. Bajo el título de 'Waterloo', el director soviético realiza un gran retrato de la lucha por Europa gracias a la cual se alzó con el premios David di Donatello a Mejor película.

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