ZZ Top peinan con raya las barbas de 3.000 personas en Madrid

Actualizado: viernes, 15 julio 2011 0:48

MADRID, 14 Jul. (EUROPA PRESS) -

Diríase que ZZ Top esconden en sus supinas e inescrutables barbas cantidad de secretos sobre la consecución de la tan deseada inmortalidad a través de la música. Diríase que esconden, al menos, un par de momentos imprescindibles en la historia del rock: 'La Grange' y 'Gimme All Your Lovin'. Apenas ocho minutos suman entre ambas. Ocho minutos de lección magistral en directo para aparecer en todas las publicaciones sobre el género y resumir una carrera que sobrepasa ya las cuatro décadas.

Cuarenta años en los que únicamente han publicado catorce discos de estudio, siempre manteniendo la formación trío original. Por eso precisamente no sorprende que se hayan plantado por primera vez en quince años en Madrid para 'presentar' su último álbum hasta la fecha, 'Mescalero', de 2003. ¿Pero quien quiere presentar nuevas composiciones cuando aparte de las mencionadas pone sobre la mesa 'Legs', 'Tush' o 'Sharp Dressed Man'? Estas tres aportan otros 11 minutos y ya tenemos más de veinte en total.

Pero a estas alturas ZZ Top no tienen que justificar su presencia sobre un escenario. Sencillamente tienen que salir y dejar que todo fluya. Es tan sencillo como conducir un deportivo por una autovía. Un deportivo, un camión de seis ejes, una bici, una moto, un bus de la EMT o el triciclo de tu sobrino. Al final lo importante es tragar kilómetros, sentir la sensación de velocidad y el viento en tus barbas. Sentir el auténtico poder salvaje del rock mientras buscas las sirenas de la policía en el espejo retrovisor. Pero bah, como en' Los Locos de Cannonball', están lejos.

Arrancan con la fiereza de 'Got Me Under Pressure' poniendo los cuentakilómetros obscenamente por encima de lo legal, para adentrarse sin solución de continuidad en ese blues rock vacilón que tan bien se aprendieron (después) AC/DC y que aquí queda condensado en 'Waitin' for the Bus' y 'Jesus Just Left Chicago'. La inercia hace el resto y los motores rugen a través de los Marshall mientras el público aúlla frenético. Un poco con el piloto automático, eso sí -repiten el mismo repertorio noche tras noche-, pero esto es conducción de altísimo nivel y aquí las escuderías tienen en realidad poco que aportar al talento y la elegancia que se tiene o no se tiene.

En total han sido apenas noventa minutos los que han necesitado Billy Gibbons (61 años), Dusty Hill (62) y Frank Beard (62) para recordar a los cerca de 3.000 congregados en La Riviera madrileña -a casi sesenta euros por barba y con todo vendido- por qué estaban todos allí reunidos. No por ocho minutos ni por veinte, sino para compartir un pedazo imperecedero de la historia del rock que en esta ocasión se hizo demasiado corto y que incluyó un recuerdo a Jimi Hendrix. Todavía quedaba gasolina para mucho más, a pesar de que los tres músicos suman nada menos que 185 años. Lo dicho, inmortales.