Publicado: domingo, 11 febrero 2018 12:01

El deporte no tiene idioma y tiene reglas claras, pero también es una de las pocas herramientas de una dictadura para ofrecer imagen positiva

MADRID, 11 Feb. (EUROPA PRESS) -

La imagen de los deportistas olímpicos de las dos Coreas desfilando bajo una sola bandera en PyeongChang y la decisión de ambos países de competir con un solo equipo en hockey femenino, tomada en un momento de máxima tensión en décadas entre ambos países, son una muestra del papel del deporte para acercar a los ciudadanos y a sus gobiernos, pero la llamada diplomacia deportiva no es ninguna varita mágica.

Así lo explican expertos consultados por Europa Press, que subrayan que lo importante es qué hay detrás de esa decisión de competir juntos. "Hay que esperar para ver si tendrá efectos positivos, si se ha hecho con fines honestos, o si se ha hecho para ganar tiempo", ha señalado Javier Sobrino, profesor en la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE.

No es la primera vez que las dos Coreas optan por el acercamiento en lo deportivo y el contencioso no tiene visos de resolverse. Los dos países desfilaron juntos en los Juegos de Sidney (2000) y Atenas (2004) y tuvieron su propia 'diplomacia del ping-pong' en 1991, con un equipo femenino conjunto en el Mundial que se celebró en Japón.

La 'diplomacia del ping-pong' es el caso paradigmático de este tipo de iniciativas: una serie de partidas entre jugadores chinos y estadounidenses que allanó el camino para el deshielo entre ambos países y la visita del presidente de Estados Unidos Richard Nixon al gigante comunista en 1972.

"Tiene que ir acompañado. Si junto a la diplomacia del ping-pong no hubiera habido algo más seguiríamos en la Guerra Fría", ironiza el diplomático Diego Calatayud, miembro del equipo de Marca España que ha estudiado la estrategia diplomacia deportiva de varios países.

"Cuando tenemos un conflicto complejo, el deporte puede ayudar a rebajar la tensión, pero eso no es resolver el conflicto, el conflicto se resuelve con un Tratado de paz", añade. Los partidos de cricket entre India y Pakistán o la visita de los Baltimore Orioles a La Habana para un partido de béisbol impulsado por Bill Clinton son buenos ejemplos de ello.

En este caso, explica, hay una inestabilidad provocada por un régimen cuyo elemento legitimador es el enemigo externo, cuando lo que hace falta para resolver un caso de tensión es un "esfuerzo sincero".

Con todo, Javier Sobrino destaca que el deporte es un símbolo muy poderoso, y algunas ventajas: "no tiene idioma, tiene reglas claras e iguala a todos el mundo, porque en todos los países hay talento deportivo". Destaca, además, el uso del deporte como herramienta en escenarios postconflicto, como es el caso de Colombia, o en los campos de refugiados.

Sin embargo, el deporte es también "una de las pocas herramientas que tiene una dictadura para mostrar una imagen agradable", según advierte, por su parte, Juan Antonio Simón Sanjurjo, profesor de Historia del deporte en la Universidad Europea de Madrid, que ha estudiado el papel del deporte en las relaciones internacionales del franquismo.

EL FRANQUISMO LO USÓ, AUNQUE CON DUDAS

Aunque de forma poco articulada y sin el consenso de todos los altos cargos del régimen, el franquismo puso en práctica las dos vertientes de la diplomacia deportiva: la construcción de una marca-país (subiéndose al carro de las victorias del Real Madrid en la Copa de Europa, del tenista Manolo Santana o del ciclista Federico Bahamontes) y el acercamiento a la comunidad internacional.

El régimen pasó de no autorizar a los deportistas españoles a viajar a la Unión Soviética a albergar en el Bernabéu la final de la Eurocopa entre las selecciones de España y la URSS en presencia del propio Franco en 1964, y a postular a Madrid como sede de los Juegos 1972, después de que Roma (1960) y Tokio (1964) lo hubieran conseguido pese a su pasado de potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Múnich, en Alemania, albergó la cita de 1972.

Eso sí, está claro que el franquismo quería reconocimiento internacional, pero sin reformarse a sí mismo, y es posible que eso sea lo que quiera también Pyongyang. Sin embargo, esas competiciones eran también apertura --así lo temían sus detractores dentro del régimen-- y posiblemente fue uno de los múltiples factores que contribuyó a ir cambiando España.

Ese es el concepto que han tenido generalmente la FIFA o el COI, explica Simón Sanjurjo, a la hora de defender, por ejemplo, la organización de los Juegos Olímpicos de 2008 en Pekín. Como precedente negativo, la dictadura argentina organizó los Juegos en 1978 sin que supusiera ningún cambio.

Más noticias