Actualizado 29/03/2012 14:00

Antonio Casado.- La Trastienda del 29M.

MADRID, 29 Mar. (OTR/PRESS) -

Esta huelga general está convocada por los sindicatos porque entienden éstos, en el ejercicio de la representación que ostentan legalmente, que la reforma laboral recientemente fletada por el Gobierno de la Nación perjudica descaradamente a los trabajadores. A su parecer, crea las condiciones para abaratar el despido y reducir unilateralmente los salarios. Con la activación de esos dos resortes -despido fácil y rebaja salarial-, el producto del trabajo será mucho más competitivo, según la doctrina neoliberal que inspira al Gobierno Rajoy. Pero, ojo, hacer al trabajador más competitivo no quiere decir hacerlo más feliz. Ni de lejos. Y ese es el nudo de la cuestión.

En la parte derecha de la barricada verbal se alude al miedo de los sindicatos a perder poder y privilegios. Desde esas posiciones se agita una obscena campaña contra los sindicatos que incluye su tendencia a vivir de la sopa boba del Estado y el gusto de los líderes sindicales por el lujo. La intención de provocar un divorcio con sus representados es tan burda que la parte de razón que tienen sobre el deterioro del vínculo sindicatos-trabajadores, se pierde en acusaciones demagógicas y noticias alusivas al funcionamiento de las dos grandes centrales sindicales que han convocado la huelga general del 29 de marzo.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha dicho que, contra el parecer de los sindicatos, cuya representación formal se centra en los trabajadores con trabajo, la reforma laboral está pensada para que los trabajadores sin trabajo salgan del paro. Eso carece de lógica. Al menos, mientras no se explique mejor. No es creíble que los parados vayan a encontrar un puesto de trabajo en un mercado laboral que acaba de poner tan fácil y tan barato el despido de los que ya trabajan. Salvo que, nunca a corto plazo, se trate de despedir al que cobra equis para contratar en su lugar a alguien dispuesto a cobrar menos que equis.

Insisto: Rajoy y su Gobierno pueden esforzarse en explicarlo mejor y tal vez con más éxito. Pero, da la casualidad de que mientras se presentaba la reforma laboral como una iniciativa generadora de puestos de trabajo, prácticamente el mismo día y a la misma hora el ministro de Economía, Luis de Guindos, anunciaba que en el año en curso se van a destruir 630.000 puestos de trabajo. Reconocerán ustedes que, de entrada, la percepción de los trabajadores no puede ser más desalentadora. En esas condiciones pensar que los potenciales huelguistas van a ponerse más del lado del Gobierno es absurdo. Por mucho que Rajoy diga que esto se hace en su beneficio, o que la secretaria general de su partido se ponga la kufia palestina para al PP como el partido de los trabajadores.

Aún, asumiendo las buenas intenciones del Gobierno respecto a una reforma laboral pensada para crear puestos de trabajo, lo cierto es que dicha reforma ha logrado que el miedo a perder el empleo de los que ya lo tienen se haya extendido más que la esperanza del parado de obtenerlo.