Actualizado 18/06/2010 14:00

Luis del Val.- Fútbol y política.

MADRID, 18 Jun. (OTR/PRESS) -

En el año 1982 del pasado siglo, hubo un campeonato mundial de fútbol, en España. No diré que haya chanchullos, no, pero la FIFA sabe que una de las reglas no escritas, y que serán siempre negadas delante de sus abogados, consiste en que el país anfitrión no sea borrado a las primeras eliminatorias.

Si el país anfitrión queda fuera en la primera semana baja el interés del público en los estadios y las consecuencias son malas, no para el deporte, que a la FIFA le sirve de excusa, sino para la recaudación y proyección publicitaria, que es el objetivo prioritario. Este es un gran negocio, como las olimpiadas, en las que no queda más remedio que jugar al fútbol, pero si se descuidan estos detalles se pierde facturación.

No se hacen trampas, claro, pero se procura que los árbitros sean condescendientes con los aborígenes y severos con sus rivales hasta alcanzar esa zona media, a partir de la cual sería peligroso intervenir.

Cuando se celebró aquí el Mundial en el 82, el partido en el poder, la UCD, estaba bastante mal. No de repente, sino que estaba tocada desde el 80 y muchos teóricos especularon, con inmenso desparpajo, con la posibilidad de que la celebración del Mundial borraría el descontento del electorado, se produciría una inyección de optimismo y, posteriormente, se ganarían de nuevo las elecciones generales.

En los primeros partidos, algunos lo recordarán, les pusieron las cosas a la selección española como si fuera Felipe II, pero el equipo se empeñó en no meter goles, ni de penalty. Al poco, hubo elecciones generales y el partido del Gobierno no es que las perdiera es que desapareció como abducido por una fuerza misteriosa. Algunos consideraron que el fenómeno era tan extraordinario que podía figurar en el libro de los Records.

Bueno, las circunstancias anteriores se repiten. Y lo malo, como decía Carmen Llorca, es que los políticos actúan sin conocer la Historia.

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