Frases que no hay que decir a un hijo adolescente (XVII)

Actualizado: sábado, 10 octubre 2015 15:54

   MADRID, 10 Oct. (CHANCE) -

   Este sábado te traemos un artículo de Nano López, el coaching para organizaciones y adolescentes. Cuando se es padre, uno de los mayores miedos es el de no hacer las cosas bien. Si pensamos que vamos a ser perfectos en esta función, vamos muy mal encaminados. Además, hay que tener en cuenta que hagamos lo que hagamos, nuestros hijos adolescentes pensarán en muchas ocasiones que somos los peores padres del mundo.

   Como se suele decir, ni los niños vienen con un pan debajo del brazo ni con manual de instrucciones, algo que se pone de relieve más aún durante la adolescencia. Esta etapa es clave para la formación de uno mismo como persona y en ella se empieza a despertar esa necesidad de formar parte de algo.

   Seguramente muchos padres se hayan preguntado alguna vez "¿qué pasa por la cabeza de mis hijos cuando trato de aconsejarlo y no me quiere escuchar?", "Si yo tenía una buena relación con mi hijo, ¿qué ha cambiado?". Ante estas preguntas, hay que tener claro que esta etapa conlleva una necesidad imperiosa de hacerse notar que, sumada a ese punto de rebeldía e impaciencia por la vida, da un resultado que muchas veces no favorece la relación padre-hijo, que supone un distanciamiento.

   Sin fórmulas mágicas

   En estos casos, no existen frases que haya que decir o que no decir a nuestros hijos adolescentes, ni fórmulas milagrosas. Sin embargo, lo que podemos hacer es tomar conciencia de la situación que estamos viviendo y prepararnos para ella, utilizando algunos métodos que funcionan muy bien.

   El lenguaje es clave para ello y, para utilizarlo correctamente, debemos tener muchísimos factores que sin querer pasamos por alto.

   Por ejemplo, los padres siempre intentan ayudar a los hijos con mensajes que éstos probablemente confundan con críticas sobre su forma de actuar.

   Es importante entender esto, ya que los padres deberíamos aprender a escuchar lo que nuestros hijos nos quieren decir. En la mayoría de las ocasiones estamos seguros de que se están equivocando, por lo que tendemos a dirigirlos, no los escuchamos e, incluso, no los dejamos hablar.

   Es, en definitiva, el "yo sé más que tú y por eso llevo la razón". Pero sabemos que esto no es así, es imposible ser portadores de la verdad y, por ello, lo más conveniente es ser conscientes de que nuestras descripciones contienen juicios y que son fruto de una costumbre adquirida.

   Cuestión de necesidades

   Por este motivo debemos escuchar y no convertirnos en ese elemento que prohíbe, juzga y critica. Como padres debemos conciliar sus necesidades con las nuestras; para ello tenemos que conocer realmente qué necesidades no tenemos cubiertas mediante un trabajo de auto-estudio. Si nosotros no sabemos lo que necesitamos probablemente nunca nos sintamos complacidos.

   Pongamos un ejemplo. Nuestro hijo de 17 años sale un viernes por la tarde y llega a casa a las 12 de la noche, cuando la hora establecida como norma son las 10. Cuando lo hemos llamado, preocupados, nos ha saltado el buzón de voz, lo que provoca que nos pongamos cada vez más nerviosos esperando su llamada.

   Cuando nuestro hijo llega por fin a casa, seguramente que lo primero que hacemos es asegurarnos que está bien y a continuación comenzamos una discusión en la que él tendrá un millón de excusas para su retraso: "No llegó el autobús", "me quedé sin batería en el móvil", "por no venirme solo esperé al resto", etc. Es decir, defenderá su postura pese a no tener razón.

   Lo que nos tenemos que preguntar será ¿Esto es suficiente para satisfacer nuestras necesidades? ¿Tenemos claro o sabemos distinguir cual es nuestra necesidad? ¿Hemos conseguido que nuestro hijo nos entienda?

   En el ejemplo anterior, lo que ocurrirá es que si simplemente hacemos ver a nuestro hijo que lo que necesitamos es que cumpla unas normas, no será suficiente. Es imprescindible hacerle entender que lo que peor nos hace sentir es no cubrir nuestra necesidad de saber que está bien y que ésta habría quedado satisfecha simplemente con haberse hecho previsible.

   Explicando y haciendo ver este punto de vista conseguiremos hacer a nuestros hijos responsables de sus actos.