Sanz Ayán, nueva académica de la Historia, destaca la dificultad del trabajo del historiador en los tiempos actuales

Actualizado: lunes, 27 febrero 2006 13:24


MADRID, 27 Feb. (EUROPA PRESS) -

La historiadora Carmen Sanz Ayán (Madrid, 1961) leyó ayer su discurso de ingreso en la Real Academia de Historia (RAH) en donde sucede al arquitecto Fernando Chueca Goitia (1911-2004) con quien dijo haber compartido "la pasión y el amor" por el trabajo de historiador. "Un trabajo--explicó-- que choca con la dificultad del tiempo que nos ha tocado vivir".

En su discurso de ingreso para la medalla número 30 de la Academia, esta profesora de Historia Moderna en la Universidad Complutense de Madrid, alegó que las Humanidades han quedado desvalorizadas "ante una lógica consumista que jerarquiza estudios y disciplinas en función del inmediato rendimiento económico".

En su opinión, los historiadores han adoptando una posición "demasiado fría y neutral", abriendo una brecha entre el historiador y la sociedad y que "quizá refleja un ensimismado narcisismo reductor en el que se ha perdido el sentido último de nuestro quehacer".

"Aunque los historiadores investigamos en siglos pasados --explicó-- debemos hacer nuestro trabajo con los ojos puestos en preocupaciones presentes. Por ello debemos ser capaces de trasmitir con claridad que desconocer la historia es devastador para el ser humano".

DIVERTIMENTO Y OSTENTACIÓN POLÍTICA

A continuación, Sanz Ayán realizó un recorrido por la evolución del teatro palaciego durante el reinado de Carlos II y su función en la educación del Monarca. Según expuso esta académica, el teatro era concebido en apariencia como un divertimento, como un mecanismo de ostentación política y como una ceremonia de consolidación de la autoridad reinante y del promotor del evento ya fuera éste valido, cortesano o primer ministro.

Carmen Sanz Ayán recordó que la controversia sobre la asistencia de Carlos II a las representaciones teatrales se inició tras su inmediato acceso al trono. La corte debatía sobre la conveniencia o no de que se celebraran representaciones teatrales en la Corte. Sin embargo, si los acontecimientos dinásticos no se celebraban o se hacía con medios escasos, ese hecho quedaba reflejado en gacetas, avisos y relaciones publicadas en las distintas cortes europeas.

Esta ausencia de espectáculos contrastaba con los suntuosos montajes que simultáneamente se materializaban en las cortes de París, Londres, Viena, Praga, Dresde, Estocolmo o Varsovia. "En una época de dificultades extremas en los frentes europeos, la necesidad de dar una imagen fastuosa resultaba acuciante", indicó.

ESTRATEGIA DE INTEGRACIÓN

De esta manera, la intensificación del programa teatral reflejaba en realidad una estrategia de integración. Participar en aquellos eventos, entenderlos y alentarlos, constituía un modo de compartir con los magnates valores e inquietudes; era un procedimiento para ser aceptado.Sin embargo, no se adujeron ninguna de estas dos razones para justificar la aceleración progresiva de los espectáculos teatrales en Palacio.

Y el argumento del teatro como instrumento pedagógico para la formación del Rey ganó fuerza y, en consecuencia "la revitalización de los escenarios palaciegos fue cada vez más evidente". Aunque "estas obras debían contener ciertos mensajes que respondieran al propósito declarado", matizó.

Pero cuando el monarca llegó a la mayoría de edad, "aquella Corte no podía ser ya la de un rey niño, sino la de un joven monarca que debía ofrecer imagen de madurez". Por ello, los actos de representación dinástica se multiplicaron mientras a las efemérides ya consolidadas en la vida palaciega, se añadían otras que tenían que ver con el nuevo estatus del Monarca y su condición de rey soltero.

ALEGORÍAS IDENTIFICABLES

Por ello, Sanz Ayán argumenta que los extraños que anhelaban entrar en contacto con los miembros de aquel universo, ajeno al parecer a las preocupaciones acuciantes y cotidianas de los súbditos de a pie, "probaron a servirse del escenario en el que desfilaban los personajes de ese paraíso irreal de tramoya plagado de héroes y dioses de la mitología, para adaptarlo hasta poner en escena a través de alegorías fácilmente identificables, los problemas del mundo real".

Y aunque Don Juan José de Austria instalado en el poder, intentó controlar primero y limitar después el teatro cortesano que se representaba en Palacio, su desaparición y la coincidencia de este hecho con el primer matrimonio del Rey, "abrieron un nuevo periodo de asiduidad en las representaciones palaciegas en el que las diversas facciones políticas siguieron sirviéndose del teatro cortesano, para manifestar su inquietud política cuando se hallaban fuera de las esferas de poder y para autopromocionarse cuando se hallaban cerca o dentro de ellas".

Así, "las diversas 'Voces de la Corte' -las banderías aristocráticas, los aspirantes a validos, el alto clero y hasta los arbitristas-, continuaron utilizando los escenarios palatinos para poner ante los ojos del Monarca mensajes "pedagógicos" que intentaban formarle, advertirle y orientarle en el sentido que ellos consideraban correcto y de paso beneficioso para sus intereses particulares".

Tras todas explicaciones, Carmen Sanz Ayán concluyó que durante el reinado de Carlos II el "horror vacui" que produjo el fin de la hegemonía política en Europa indujo a mantener, a través de los códigos representativos de la fiesta teatral palaciega, "escenarios simulados de lujo y esplendor y mensajes de grandeza imperecedera e inquebrantable con los que simular la decadencia dinástica evidente, al tiempo que el Monarca, víctima de todos sus condicionantes y angustiado por la falta de descendencia, estuvo avocado a recibir lecciones de regia conducta desde los escenarios hasta casi el final de sus días".