Publicado 08/03/2024 08:03

"Cuando la estadística es más fuerte que la experiencia". Por Sara A. Pedraz, de PATIO Campus

Sara A. Pedraz, Chief Strategy & Operations Officer de PATIO Campus
Sara A. Pedraz, Chief Strategy & Operations Officer de PATIO Campus - PATIO CAMPUS

   Por honestidad y coherencia, tengo que empezar esta tribuna situando mi opinión y mi experiencia. Escribo esto como mujer en una posición de -más o menos- relevancia en el ecosistema de innovación, donde mis tres últimas CEOs han sido mujeres, en los últimos 7 años me han dejado liderar la innovación con una libertad intelectual inusitada y he trabajado en sectores con más de un 60% de mujeres directivas. Desde los 23 años he dirigido equipos y proyectos internacionales poco habituales para mi edad. Muchas veces me he sentido la única mujer de la sala y han minusvalorado mi opinión o me han dicho "lo que tengo que hacer". De hecho, se me ha llamado "indisciplinada", profesional demasiado retadora o se ha vinculado mi no-maternidad a una especie de defecto motivado por mi ascenso profesional y seguridad percibida por terceros. Muchos de estos comentarios hacen que, a veces, dude de si merece la pena, y, sin embargo, siento que he estado en las mesas correctas hablando. Alguien tenía que hacerlo.

   Sin embargo, no soy estúpida. Lo descrito arriba es mi experiencia. Muchas veces se puede creer que lo anterior es fruto de la meritocracia, pero eso supondría reducir todas las variables que influyen en la carrera de cada uno de nosotros a decir "que nos lo merecemos", cuando influyen demasiadas cosas sobre dónde estamos y por dónde hemos pasado. Por ello, me gustaría que mi experiencia sirviera, únicamente, para lo que es: para poner encima de la mesa mi punto de partida o, como mucho, por si alguien necesita creer que alguna trayectoria alternativa es viable, para visibilizarla.

   Las estadísticas nos devuelven parte del relato que falta en los párrafos anteriores. Por ejemplo, desde 2006, el Foro Económico Mundial publica anualmente el Informe Global sobre la Brecha de Género. Al ritmo actual de progreso, se necesitarán otros 131 años para cerrar la brecha de género y 169 años para alcanzar la paridad económica de género, según el informe de 2023. Desde la primera edición del informe, el indicador de brecha de género ha mejorado en un modesto 4,1% y este 2023 volvemos a los niveles de 2020 de nuevo. Alcanzar esa paridad debería ser un aspiracional moral para una sociedad que quiera etiquetarse como diversa e inclusiva pero no solo por eso: eliminar las desigualdades de género del mercado laboral, en su conjunto, supondría sumar 230.847 millones de euros, es decir, un 18,5% del PIB de una economía como la española, según el informe de ClosinGap. No solo hablamos de moral sino que también hablamos de riqueza.

   Entre las dificultades que sufren las mujeres, se suele citar el sesgo por parte de los inversores, la aversión al riesgo de las fundadoras y la falta de representación femenina entre los fundadores e inversores, evidenciando también la necesidad cada vez mayor de referentes femeninos a la hora de inspirar a las mujeres a emprender. También se cita a la Universidad de Harvard y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que señalan que los resultados financieros, la creatividad y la innovación de las empresas son mejores a medida que la presencia femenina en los puestos de mando es mayor. Cumplo con lo previsto y los cito yo también; pero me gustaría obviar lo manido y vacío de parte del discurso.

   El problema es que creo que el diablo está en los detalles y en el día a día. Dana Kanze (2018) incorpora al debate de los últimos años un descubrimiento que no nos puede dejar indiferentes: los sesgos de género por parte de los inversores hacen que las preguntas que formulan a las fundadoras enfaticen la capacidad de las mujeres para evitar pérdidas y dar una imagen de profesionales carentes de apetito para el crecimiento. Sumando a Kanze, Eagly y Carli (2018), entre muchos otros, han demostrado cómo empresas dirigidas por mujeres se ven penalizadas por una "falta de ajuste" percibida entre los estereotipos femeninos y las cualidades personales esperadas. Por eso, en este contexto, no sé si es malo o bueno que sólo el 20% de las startups creadas en los últimos diez años han sido fundadas por mujeres. Si haber llegado hasta ahí supone asumir penalizaciones y ajustarnos a lo que esperan de nosotras, creo que nos estamos equivocando.

   No asumir las dificultades añadidas de ese día a día de muchas mujeres es inviable. No asumir los peajes que muchas tienen que pagar para llegar arriba es incomprensible. Pero no lo es menos la necesidad de cambio en los modelos de liderazgo para que algo, permitiéndome la redundancia, cambie. Nada variará si pensamos que esto lo solucionan las estadísticas, si creemos que hay una sola forma de hacer, si consideramos que se puede dirigir una empresa como un ejército y no asumimos la complejidad de los retos que tenemos por delante. Esta complejidad nos obliga a ser un poco más listos: no puede ser un tema de femenino vs masculino, por mucho que tengamos que estar en más mesas y hablar más; por mucho que necesitamos que nuestros días sean más fáciles.

   Nos merecemos otra cosa. Nos merecemos no tener que hacer esfuerzos titánicos para acabar siendo "las únicas". Nos merecemos no tener que pensar que tenemos suerte porque no nos preguntaron algo asumiendo que no teníamos un hambre voraz de resultados. Nos merecemos que las estadísticas se parezcan cada día un poco más a la experiencia que algunas tenemos.

   Sara A. Pedraz, Chief Strategy & Operations Officer de PATIO Campus