Actualizado 20/06/2007 16:07

Miguel Calvo.- La responsabilidad corporativa: una política global llena de pequeñas cosas

Hacer cosas parece ser el sino de los directivos del siglo XXI. Hacer cosas diferentes a las que otros han hecho y que resulten llamativas ante una opinión pública cada día más difícil de ser sorprendida. A veces tengo la sensación de que este principio enunciado tan frecuente en nuestras empresas pueda convertirse en el principio rector de la responsabilidad social de las mismas.

Desde mi organización siempre he creído que la asignación presupuestaria a acciones de responsabilidad social lejos de ser una ventaja marketiniana es un deber y un compromiso. Pero si además pienso en que -desde el convencimiento como consejero delegado de un grupo con 10.000 trabajadores- lo que mi compañía necesita es implantar políticas de RSC, entonces debo salir de las luces y músicas estridentes para volver directamente a la esencia de la persona y de la organización.

El respeto a la persona, a su identidad, a sus condiciones personales, sociales y familiares no es flor de un día sino que es materia permanente en el quehacer de nuestras empresas. No valen los grandes eventos ni las grandes apariciones programáticas sino que el convencimiento de que este principio debe reinar en TODOS los ámbitos de la empresa es el único camino para hacer las cosas con "responsabilidad social". Nuestro deber es a través de pequeñas cosas conseguir que cada día la empresa sea más un lugar de encuentro y desarrollo donde nuestros colaboradores se sientan dignos, respetados y desarrollados profesionalmente. Apoyar la conciliación de la vida familiar, garantizar los derechos individuales, formar... son grandes cosas que se traducen en pequeños gestos que la compañía debe garantizar a través de políticas globales y trazables que bajen de lo teórico a lo concreto en la aplicación de las mismas.

La organización empresarial es a su vez formante de ese ser amorfo al que todos nos referimos pero del que nadie se siente parte cuando hay un desequilibrio. Las empresas deben ayudar a romper con esos desequilibrios existentes en todos los ámbitos permitiéndonos tener una sociedad más justa. Las políticas que ayuden a la inserción social, laboral de colectivos excluidos es una parte como lo pueden ser la financiación de proyectos sociales. Pero de nada valdrá si a esto no se acompañan políticas activas dentro del gobierno de cada casa que impidan que, por el propio modelo de organización/producción, la existencia de la empresa sea de nuevo el causante de nuevos desequilibrios.

Por todo esto -y perdónenme pero es difícil resumir conceptos tan abstractos en unas breves líneas- es por lo que, desde mi organización creemos que las políticas de RSC no suponen la realización de acciones aisladas -que por supuesto en si mismas no son malas- sino el que toda la actividad que la compañía realiza esté pasada por el tamiz de los principios éticos y de responsabilidad que la empresa defiende.

Aquellas organizaciones que sepan, huyendo de las grandilocuencias, apuntarse a esta política global llena de pequeñas cosas, permanentes y trazables estarán garantizándose su futuro en una sociedad -de la que todos participamos- cada vez más incrédula y exigente.

Miguel Calvo, consejero delegado de Grupo Norte.